59.

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   No hacían falta palabras, sabía que aquel beso significaba todo. Tarde un poco en abrir los ojos, quería disfrutar una milésima de segundo más de ese momento que se había convertido en perfecto, el sonido del mar de fondo, su frente junto a la mía, mi mano enredada en su pelo, el sabor de sus labios sobre los míos, y lo mejor es que todavía podía notar su aliento sobre mi boca. Escuchaba a mi corazón latir como no lo había escuchado antes, cómo si su sonido se hubiese amplificado, pero me di cuenta de que se había sincronizado con el de ella, y corrían a la vez. Cuando abrí los ojos me encontré con su mirada, con ese verde que esa noche destacaba en la oscuridad, baje mi mirada a su sonrisa, esa sonrisa que no tenía nada que envidiarle al cuarto creciente de la Luna que comenzaba a visualizarse en el cielo, esa sonrisa que se disolvió al robarme un beso más, besándome despacio, mientras sonreía, con los nervios que se tienen cuando das tu primer beso con esa persona, que aunque no fuera nuestro primer beso, era el primero de nuestra tercera oportunidad, esa que por fin había llegado y que no pensaba descuidar.

- ¿Hay que subir todo eso? – Me preguntó

- Son las mismas escaleras que bajamos antes Mimi

- No puede ser, se han duplicado, ¿Cómo puede tener una playa tantas escaleras?

- ¿Te has fijado en el acantilado?

- La verdad es que prefiero fijarme en otras cosas.

Enredó su mano en mi cintura y me beso despacio, perdiendo la noción del tiempo me sumergí en su beso, enredando mi mano en su pelo mientras me perdía en su boca. Me separé de ella a regañadientes cuando me choqué contra la pared.

- Anda vamos, que no llegamos a la cena.

Era la primera vez desde que había llegado a Tenerife que veía a mi padre reírse, sabía que tener a Mimi cerca le hacía bien y ella no paraba de contarle anécdotas de Luna haciéndolo reír.

- De verdad Antonio, a mí no me hace gracia ninguna, cuando se comió las entradas del concierto casi la mato, como si no le pusiera de comer... y mi amigo Ricky... eso si fue un drama, se pasó dos días histérico hasta que pudimos conseguir una copia, de verdad, esa perra es un caos.

- Dicen que los perros se parecen a los dueños Mimi...

- A mí por ahora no me ha dado por comer papel Antonio...

- Pero si te alimentas a base de lechuga...

- Pero la lechuga es una verdura...

- Que tiene forma de papel y no tiene sabor, anda, prueba las papas con el mojo que ha hecho Alicia, y ya me dices si es mejor la lechuga esa que comes...

La cena pasó entre risas a pesar de los momentos en los que nos encontrábamos, de vez en cuando mi mirada se cruzaba con la de Mimi y no podía evitar dibujar una sonrisa en mi rostro, la veía allí, junto a mi padre, mi hermano, junto a mi familia, y sabía que estar a su lado era el lugar en el cual debía estar, al que pertenecía, creando cada día una de esas situaciones en las que viera esa sonrisa en su rostro. Mi padre logró convencerla para que esa noche se quedara en casa, y aunque dormimos en habitaciones separadas, pude sentirla un poco más cerca. Eran las dos de la mañana cuando a través de las paredes de mi habitación la escuché gritar, me levanté corriendo y fui hacia su habitación que estaba justo enfrente de la mía, estaba acostada sobre la cama, sudorosa y agitada pero aun dormida.

- Mimi.... – Le di varios toques en la cara – Mimi, despierta, vamos Mimi.

Abrió los ojos y asustada me empujó de su lado mientras se incorporaba, su respiración era agitada, podía ver el sudor reflejado en su frente, y escuchar a su corazón desenfrenado a pesar de la distancia que había entre nosotras.

Fix YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora