17.

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Domingo, no sé ni qué hora podía ser, busqué mi móvil con la mano por la cama, las 2 de la tarde, que dolor de cabeza...¿tanto había bebido? Miré entre mis mensajes y abrí la conversación que tenía con Mimi:

Ana (4:34 am):

Ya te vale, me lo vas a tener que compensar eh? Marcharte sin despedirte....borde, que eres una borde.

Las dos de la tarde y seguía sin respuesta.

Cuando salí de la habitación me encontré con una Miriam que no tenía mucho mejor aspecto que yo.

- Tía, ¿Qué bebimos anoche? Joder, que puto dolor de cabeza...

- No hables tan alto Miri anda...

Nos tumbamos en el sillón y nos quedamos la tarde ahí, tapadas con una manta, viendo un par de películas y también durmiéndonos a cada rato. De vez en cuando miraba mi móvil, más veces de las necesarias todo sea dicho, pero Mimi seguía sin dar señales.

Comenzó la semana y pasaron los días, por las mañanas solía quedarme en casa ya que todavía no habían empezado las clases del segundo cuatrimestre, las tardes como siempre las pasaba en casa de la señora Doblas. Cuando llegué el lunes esperaba encontrarme con Mimi, poder hablar con ella, entender porque se había marchado de la fiesta y porque no había contestado a mi mensaje, pero se había marchado unas horas antes según Noelia, por la noche tampoco apareció antes de yo marcharme, y eso que estuve con la señora Doblas una hora más después de que llegase Noelia, la estaba esperando para que mentir, pero nada... Los días seguían pasando y yo no sabía nada de Mimi, sólo que según Noelia, estaba preparando una nueva coreografía que le llevaba demasiado tiempo, ¿Tanto tiempo para no habernos visto en estos días? ¿Tanto tiempo como para que no pudiera responderme a un maldito mensaje?

El jueves cuando entré en la casa, por fin me la encontré, bajaba los escalones con prisas, estaba preciosa con su ropa de deporte aunque su rostro se notaba cansado, como si estos días el sueño la hubiese abandonado.

- Dichosos los ojos – Le dije mientas veía como recogía unas cosas del salón y las metía en su mochila.

- Hola Ana – Ni me miró.

- Oye...sé que vas con prisa por lo de la nueva coreo y eso pero... ¿vemos una peli mañana no?

- La verdad es que quería salir mañana – Me dijo sin más.

- Bueno, puedo avisar a las chicas si quieres, les caíste súper bien sorprendentemente – Si, había sido una sorpresa para mí.

- Eh...claro claro...sí.

- ¿Mimi va todo bien?

- Claro, tengo que irme, adiós.

Y salió por la puerta sin mirarme ni una sola vez, como si hubiese tenido una conversación con la pared, dejándome allí, con mil preguntas que hacerle y mis sentimientos como un huracán dentro de mí, en mis ojos quisieron aparecen las lágrimas pero supe retenerlas para pasar la tarde con la señora Doblas.

El viernes por la tarde le envíe un mensaje por si quería que fuésemos juntas a la discoteca, Miriam decía que no quería beber demasiado así que iba a llevar el coche, me respondió con un simple:

- Nos vemos allí.

Como para no verla, cuando entramos a la discoteca, Mimi bailaba en la tarima con dos tíos a su alrededor, estaba guapísima con un top negro y una falda roja que terminaba en unas medias de rejillas y unas botas con un tacón de infarto. Nuestra mirada se cruzó por un momento pero no pareció importarle, ya que siguió bailando de la manera que ella sabía. Desde la barra, aunque no podía quitarle ojo, intentaba seguir la conversación con mis amigas mientras Miriam intentaba atraer mi atención diciéndome que estaba empanada. Al rato perdí a Mimi, ¿Se había marchado sin despedirse otra vez? Bueno esta vez es que directamente aún no me había saludado. Mi mente se imaginó dónde estaba, y aunque no quería aceptarlo, me dirigí hacia allí diciéndoles a mis amigas que volvería en un minuto, cuando entré en el baño la escuché, ésta vez no la encontré sobre el lavabo como la primera vez, pero supe que era ella en el momento en el cual uno de sus gemidos me erizo la piel, me lo confirmó cuando le escuché decir a su acompañante esa frase tan suya:

- Mis labios no son tuyos, así que ni se te ocurra besarme.

Fui tan masoquista que me quede en una esquina del lavabo, esperando a que acabara, esperando a que saliera aunque cada minuto que pasada sentía que un puñal atravesaba mi cuerpo poco a poco. Del cubículo salió primero su acompañante, uno de los tíos con los que estaba bailando cuando entré en la discoteca, ella salió unos minutos más tardes y fue a lavarse las manos.

- ¿Te lo pasas bien? – Le pregunté sin más

- Joder Ana, puto susto tía, ¿De dónde sales?

- Estaba aquí, dime ¿te lo pasas bien?

- ¿Qué pasa? ¿Nunca has follado en un baño?

Y ahí estaba, de nuevo, la tía borde, descarada y antipática que conocí hace meses y creía haber dejado atrás.

- ¿Qué te está pasando Mimi? – Pregunté esta vez intentando dulcificar mi tono.

- ¿A mí? ¿Qué te pasa a ti escuchando detrás de la puerta de un baño? – Parecía enfadada.

- Estoy preocupada por ti Mimi – Podía ver su aspecto cansado, sus pupilas dilatadas a causa del alcohol y a lo mejor alguna sustancia más.

- ¿Preocupada por mí? ¿Y por eso me sigues?

- No te estaba siguiendo.

- ¿Qué pasa Ana? ¿Te gusta escuchar detrás de las puertas? ¿Tú también necesitas un polvo? ¿Quieres que te consiga uno?

Y después de esas últimas frases, mi cuerpo no aguantó más la rabia y estallé la palma de mi mano contra su cara, con un sonido que retumbó en el baño, recogí mi bolso y salí de allí diciéndole:

- Que te den Mimi! Que te den!

Me marché de la discoteca diciéndole a Miriam que no me encontraba muy bien y que me iba a casa, pero que no se preocupara, que ya mañana nos veríamos. Cogí un taxi sin darme cuenta de que las lágrimas descendían por mis mejillas. No entendía nada. Estaba arrepentida por el tortazo que le había dado a Mimi, yo no era nadie para pegarle pero en esos momentos me nublo la rabia, la rabia y los celos para que mentir. Es verdad que no éramos nada, sólo éramos dos amigas que se habían besado en una discoteca en la fiesta de fin de año. El fallo había sido mío al pensar que Mimi podía haber sentido lo mismo que había sentido yo aquella noche con aquel beso, pero a partir de ahí cambio todo, ¿ahora que éramos? Parecía que ni siquiera éramos amigas ya, y mucho menos después de esta noche.

Cuando me acosté en la cama, y abracé a mi almohada, seguía derramando lágrimas que tenían vida propia, ¿Qué había pasado? ¿Qué había hecho volver a aquella Mimi arrogante y déspota que hace un tiempo habíamos dejado atrás? ¿Dónde estaba la Mimi dulce, cariñosa, aquella que me miraba con ojos brillantes y que me había pintado aquel encendido navideño? ¿Por qué se había marchado de mi lado? Entre todas esas preguntas, de vez en cuando aparecía el recuerdo de los labios de Mimi bajo los míos, aquel beso que me había hecho volar y que había dado esperanzas a mi corazón, esperanzas que ahora...se acababan de romper...

Fix YouWhere stories live. Discover now