58.

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ANA

La tarde en el velatorio era fría, y a pesar de que en aquella habitación siempre había alguien, en ese momento me sentía sola, no conocía a la mayoría de los visitantes. Es cierto que nunca fui participe de la vida de mi madre, mi padre se marchó de casa con mi hermano y conmigo cuando yo apenas tenía 5 años, y aunque siempre intentó mantener el contacto, nunca nos habíamos llevado bien, tal vez era porque cuando yo era pequeña su mejor amiga era una botella de Johnnie Walker y yo sólo quería ir a jugar al parque con mi madre, creo que ninguna de las dos habíamos conseguido lo que queríamos, bueno...tal vez ella sí, quien sabe...

Podía ver a mi hermano destrozado en la esquina de aquel sillón incómodo, y a mi padre intentando guardar las apariencias, porque a pesar de que su amor había muerto hace ya varios años, era en ese momento cuando la acababa de perder y podía ver en sus ojos ese atisbo de dolor que intentaba disimular con una sonrisa como hacía siempre para que nosotros estuviésemos bien, porque él era así, lo mejor que siempre tuvimos. Me abracé a él para darle mi apoyo, porque un velatorio era eso, no es una despedida a quien se va, es el apoyo al que se queda, y en ese momento es lo que el necesitaba. En medio de nuestro abrazó escuche como acercándose a mí oído me decía unas palabras que me descolocaban:

- Creo que han venido a verte.

Cuando miré en la dirección que me señalaba, mi mirada se cruzó con el brillo que transmitía el verde de sus ojos, y solo bastó ese cruce de miradas para saber que mi corazón llevaba su nombre y estaba pidiendo a gritos volver con su dueña, porque en ese momento el corazón quería salir de mi pecho, provocando un golpe en mis pulmones que me recortaban la respiración, pero es que era lo que necesitaba para ir a donde quería, volver a su lado. No sabía el motivo, pero en ese momento Mimi aparecía por la puerta de aquella habitación junto con mi tía Alicia, estaba preciosa, llevaba unos pantalones negros ajustados con una camisa blanca de botones y una chaqueta negra, el pelo lo tenía recogido en una coleta desordenada, y a pesar de que llevaba un maquillaje suave podía ver el cansancio en su rostro. Se acercó tímida y le dio el pésame a mi padre, y yo dejé de escuchar todo lo que ocurría a mí alrededor cuando su mirada verde se volvió a cruzar con mis ojos y me perdí en ella sabiendo que no quería encontrar el camino de vuelta. No sé cómo ocurrió, en que momento mi padre se marchó con mi tía, en que momento me aferré a su cuerpo, en que momento el olor de su cuello me impregnó mientras sus brazos me sostenían, no sé en qué momento ocurrió, pero por fin estaba en casa. Intenté hablar con ella y explicarle todo lo que había ocurrido, hablarle de mis sentimientos, de porque no le conté la verdad desde un comienzo, de mis miedos...pero no me dejó, tenía razón en que ese no era el momento adecuado para hablar de ello, pero yo no sabía cuánto tiempo estaría allí, si se marchaba ese mismo día o al día siguiente, ni siquiera sabía porque estaba allí o si había leído el diario, mi mente era un huracán de preguntas y ella la única respuesta que yo necesitaba.

- Ana...mírame, mírame por favor... - Vi la súplica en sus ojos cuando se volvieron a encontrar con los míos– No me voy a marchar ¿Vale? No me voy a ir de tu lado, a no ser que tú decidas echarme, y aun así no me voy a marchar. Estoy aquí, contigo ¿Vale? El tiempo que tú me dejes estar, ¿De acuerdo?

- ¿No te vas a marchar?- Pregunté con más ilusión de la que debería tener en ese momento.

- No Ana...me quedo contigo si tú me dejas, no voy a perderte otra vez ¿Sabes?

- Pero Mimi tenemos que hablar, tenemos que...

- Podemos esperar ¿Vale? Total...te he esperado toda la vida ¿Qué más da un poco más?

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