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Querido diario...

Tengo que reconocerlo, estoy completa y locamente enamorada de Ana Guerra. No sé cómo ha ocurrido, cómo día tras día ha cambiado mis días para convertirlos en las horas que cuento para volver a verla, para volver a sentir sus labios sobre los míos y perderme en su boca que es la única batalla que podría perder, la de sus besos, porque siempre voy a rendirme ante uno más y voy a dejar que gane esa guerra que ya se ha convertido en nuestra, nuestra como lo es Luna, porque ella ha decidido que mi regalo de cumpleaños sea esa bola peluda que corretea por el jardín y viene corriendo para comernos a besos a ambas, y no pude haber escogido mejor nombre porque la Luna también es nuestra, cada una de sus caras la representa, desprendiendo esa magia que sólo ella sabe desprender con su sonrisa, iluminándome el alma y convirtiéndose en mi droga favorita que se me hace necesaria día a día. Por qué Ana es eso, es luz y magia, es sentimiento y es locura, es perderme en su mirada y descubrir mi verde en su marrón debido al destello que emite al mirarme cuando roza su nariz sobre la mía en ese gesto tan nuestro. Ana es amor y ternura, la única capaz de eliminar mis miedos llenos de sombras que aparecen al anochecer sólo con el roce de sus dedos, porque sus manos han trazado un mapa en mi cuerpo que sólo ella sabe descifrar, y es la huella de sus dedos la única contraseña posible de mi libertad. Porque Ana es eso, es mi libertad, es pasión, es la locura de querer amarla cada día un poco más porque si no lo hiciera sería tachado de pecado capital.

Amarla se ha vuelto en mi necesidad constante de cada segundo, porque no conocía la felicidad hasta que supe lo que era encontrarme entre sus brazos, con el tacto de su piel sobre mi cuerpo, sus manos enredadas en mi pelo mientras las mías curiosas recorrían cada curva de su anatomía, buscando su aliento, dejando mis besos en su cuello mientras su carmín deja sus huellas en el mío. Mi sonido favorito se ha convertido en el gemido que emite muy cerca de mi oído cuando su cuerpo comienza a temblar bajo el mío, y tengo la necesidad de escucharlo constantemente mientras sus uñas dejan marca sobre mi piel. Ana se ha convertido en mi droga, una droga que no puedo ni quiero eliminar de mi cuerpo, porque me hace sentir la libertad que sé que no tengo y que sólo con ella logro conseguir. Y no sé qué hacer para mantenerla a salvo, para protegerla de él que la buscará porque ya no me tiene, porque no puede tenerme, porque ella me ha convertido en tan suya, en tan nuestra que ya no puedo ni quiero alejarla de mí, que su mirada es mi sonrisa y sus besos mi salvavidas, que soy mejor persona cuando estoy a su lado y no lo que soy por lo que él me ha convertido, que es su voz la que me envuelve y ella quien se ha empeñado en repararme, que yo antes no era nada, y ahora más que sea soy la persona que la ama.

El miedo me invade cuando veo su coche por la calle, porque él sigue siendo esa sombra que me busca y me envuelve en la oscuridad, y yo me aferro a ella, me aferro a ese blanco en ese fondo oscuro que es mi vida y el miedo que me invade es porque no quiero perderla, porque no quiero decepcionarla, porque quiero ser mejor, mejor para ella, porque quiero ser lo que se merece aunque ella me haga sentir lo más importante de su vida cuando en mitad de la calle se para frente a mí e intenta darme un beso, y digo intenta porque no la dejo, porque puede vernos, pero no aguanto las ganas y me la llevo lejos de cualquier mirada para fundirnos no en un beso, ni en dos, ni en tres, si no fundirnos la una en la otra porque no soporto que el oxígeno del aire que nos rodea se interponga entre nosotras, y sé que en ese momento le robo una sonrisa, y no hay mejor sensación que la de besar la línea sonriente de sus labios mientras sus manos se colocan suavemente detrás de mí cuello cuando ya estoy mordiendo su labio inferior, mordiendo su sonrisa, porque sí, estoy enamorada, y sólo el sabor de sus labios me cura.

Me gustaría contarle mi verdad, mis miedos, mi vida, de la cual me alejo porque la suya se me hace más necesaria, pero uno de mis mayores miedos es perderla y en mi verdad sólo podría sentir decepción y dolor, y no puedo hacerle daño. Nunca me había enamorado, siempre había pensado que aquellas personas que estaban en los parques, paseando de la mano por las calles...simplemente estaban locas, y lo estaban, pero por la otra persona, pero claro, yo aun no había probado sus labios, no sabía lo que era no tener el control de mi propio corazón cuando latía de más porque su mirada se cruzaba con la mía, porque lo había convertido en suyo, y ni siquiera me lo había robado, en esos momentos yo era capaz de entregárselo envuelto en un papel de regalo, sabiendo que ella era el único lugar en el cual se mantendría a salvo.

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