7.

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- ¿Mimi?

El estado de la rubia era deplorable. Los hombres la habían dejado en el suelo de la entrada, semi inconsciente, tenía la ropa rasgada y le habían golpeado, vi como su labio sangraba y empezaba a hincharse. Me acerqué a ella llamándola, pero no obtuve respuesta. Miré a los hombres que la habían traído, me entendieron con sólo mirarles ya que empezaron a decir:

- A nosotros no nos mires, no hemos hecho nada, nos la encontramos tambaleándose bajo la lluvia en un callejón, al menos pudimos traerla hasta aquí.

- Gracias – Les dije asustada

Se marcharon dejando a Mimi allí, en el suelo de la entrada, estaba empapada y apestaba a alcohol, seguramente no había sido la única sustancia que había consumido esa noche.

- ¿Mimi? – La volví a llamar, esta vez dándole pequeños toques en la cara, pero no obtuve respuesta – Venga vamos, ayúdame a subirte a la habitación...

Nada, no parecía que fuera a moverse por ella misma, así que la agarré por la cintura, pase su brazo por mi hombro y empezamos a subir las escaleras. La verdad es que no pensaba que la primera vez que cogería a Mimi de la cintura fuera en estas condiciones, ¿de verdad me planteaba coger a Mimi por la cintura? Bueno me planteaba muchas cosas, pero este no era el momento.

Llegamos a la habitación y Mimi comenzaba a tambalearse de nuevo, me estaba costando un infierno sostenerla así que la tumbé un momento sobre la cama en lo que yo me incorporaba para recuperar el aliento.

- Arggggggg – Murmuró

- ¿Mimi?

Vi sus intenciones, así que no tarde en levantarla y como pude llevarla al baño, no llegamos a tiempo y nada más llegar a la puerta de su baño dejo en el suelo todo el contenido de su estómago. 

 Joder Mimi ¿Qué no te habías bebido esta noche?

Estaba empapada, y helada, así que no tuve otro remedio que colocarla bajo la ducha e ir quitándole la ropa poco a poco. Retire el pelo de su cara mientras se lo iba lavando para quitarle los restos de vómito. Joder Mimi, que estampa. Aun así, con los ojos cerrados y el labio hinchado me pareció que tenía una cara preciosa. Hizo un gesto de dolor cuando notó el agua rozando sus labios. Como pude le quité la camisa y la falda, no llevaba sujetador y me costó concentrarme en lo que estaba haciendo. Sus pechos no eran demasiado grandes pero no pude apartar la mirada hasta que noté como se me estaba resbalando en el plato ducha. Que cuadro. La tenía totalmente desnuda delante de mí, en la ducha, el agua caía por su piel y algunas gotas parecían querer aferrarse a ella. Mis labios me pedían probar los suyos, fundirme en ellos aunque sólo fuera un segundo, pero ese pensamiento desapareció de mi mente cuando Mimi se apoyó en mi cuerpo e inconscientemente me abrazó, sus brazos caían torpemente sobre mi cintura, y su cabeza apoyada en mi pecho, podía notar cada una de sus respiraciones en mi cuello, y si ella estuviera consciente podía haber notado cómo mi corazón se había acelerado con ese contacto. 

Me estaba empapando pero en ese momento no me importó, acaricié su cabello mojado y me quedé un rato con su olor, acaricié su espalda dejando su contacto en la huella de mis dedos, fijándome en las cicatrices que la recorrían, preguntándome que le había ocurrido, estudiando cada una de ellas, hasta que otro de sus quejidos me devolvió al mundo real y a colocarle el albornoz que me privaba de la mejor visión que había tenido en mi vida.

Sobre la cama tenía una camiseta larga y unos pantalones cortos, entendí que era lo que usaba como pijama y se lo puse como pude, la acosté y la tape con la manta, a pesar de la ducha con el agua caliente seguía helada. Fui al baño para buscar el botiquín y limpiarle la herida que tenía en el labio, no era muy grave pero si le dejaría marca durante un par de días. Volvió a quejarse cuando notó el algodón sobre su labio, y se acurrucó sobre las almohadas murmurando algo.

Antes de marcharme la observé dormir, en ese momento parecía calmada, volvía a dejar de ser era persona altanera y borde que encontraba cada día en esa casa, para dejar entrar a la calma y ¿Por qué no? A la dulzura que en ese momento me transmitía. 

 Dejé un vaso de agua y un ibuprofeno sobre la mesita que tenía al lado de su cama, estaba segura de que la resaca que tendría al día siguiente sería monumental.

Lo que yo no me imaginaba, es que ese fin de semana, lo pasaría en casa de la señora Doblas.

Fix YouWhere stories live. Discover now