56

1.8K 137 18
                                    


- ¿Y ahora qué hago yo?

Aún tenía la carta de Ana entre mis manos, sosteniéndola como si fuese el mayor de mis tesoros. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida al pensar que sólo me había mentido? ¿Qué no había nada más detrás de todo aquello? Estaba cuidando de mí, como siempre había hecho, y tenía miedo, miedo a que volviera a marcharme de su lado, justo lo que había hecho una vez más. Yo le había fallado y era ella quien, en sus palabras, me pedía disculpas. La podía imaginar escribiendo esas líneas, con las lágrimas inundando sus ojos como lo hacían ahora los míos. Me quería joder, me quería y me quiere, y yo no sé que estoy haciendo todavía sentada en la cama, cuando tendría que estar limpiando sus lágrimas con la yema de mis dedos, acariciando su rostro, diciéndole que no pasa nada, que pasa ella, sólo ella, siempre ella, y besarla, besarla hasta que todos y cada uno de sus miedos desaparezcan... tengo que ir a buscarla, estar a su lado y hablar de esa tercera oportunidad que ambas nos merecemos, las dos, ésta vez sin mentiras, comenzando de cero.

Son las cuatro de la mañana cuando miro mi teléfono, pero no me importa, marco su número y espero impaciente a poder escuchar su voz al otro lado, pero inmediatamente salta su contestador, lo tiene apagado. Imagino que estará durmiendo y me siento en la cama una vez más, ésta vez intranquila, con esa sensación en el estómago de que algo no va bien, dejo el móvil a un lado y decido intentarlo por la mañana. Doy vueltas en la cama sabiendo que estas horas se harán eternas, es como si el tiempo se hubiera roto y el segundero del reloj se hubiese quedado congelado en el mismo número, jugando dentro de ese espacio temporal en el cual me encontraba justo en ese segundo, ese segundo que no pasaba. No espero a que pasen las horas, no puedo, el reloj juega en mi contra y yo ya no quiero jugar a su juego, miro un momento por la ventana, y la veo allí, tan tranquila... La Luna, esa Luna que hoy menguante me recuerda a ella, a ese colgante que siempre lleva, y pienso en cómo puede estar tan tranquila girando alrededor de La Tierra, sincronizada pero lejos de ella... y Ana en mi mente, girando a su misma vez, aunque si ella me dejara, ella sería esa Luna y yo orbitaria a su alrededor rompiendo las reglas, porque me quedaría deslumbrada por su belleza y atrapada en su mirada, sólo ella, sólo yo, sólo nuestras, nada más. Yo lo sabía, lo supe desde el momento en el que volvió a aparecer en mi vida, era ella, lo sabía...era ella y no podía ser otra, ella y sus ojos marrones con esas motas alocadas de color café, ella y su sonrisa dejando avergonzada a cualquiera sólo con su brillo, era ella, sólo ella, sólo yo...en aquella tercera oportunidad que ambas nos merecíamos.

La mañana aparece a través de mi ventana sin darme cuenta, Luna menea su cola mientras me mira desde su lado de la cama, y yo vuelvo a marcar el número de Ana que una vez más aparece apagado. Comienzo a preocuparme por lo que llamo a Miriam sin importarme que son las siete de la mañana y que la gallega me mandará a la mierda desde que coja el teléfono, no me equivoco.

- ¿Qué quieres maldita puta del demonio?

- Buenos días a ti también amiga.

- Son las siete de la mañana Mimi, ni si quiera es de día.

- ¿Sabes algo de Ana?

- ¿Ana? No... ¿Qué ha pasado? – Noto como se incorpora en la cama, poniendo atención a mis palabras.

- No...nada...sólo...quería hablar con ella...

- Aaaaaah ¿Y has probado llamarla a ella en vez de a mí? No sé, digo yo...

- Ya la he llamado Miriam, pero lo tiene apagado.

- Estará durmiendo Mimi, es temprano todavía.

- Miriam...tengo un mal presentimiento.

Fix YouWhere stories live. Discover now