12.

1.7K 118 4
                                    

Me despertó un leve sollozo en mi pecho, cuando abrí los ojos me di cuenta de que Mimi seguía allí, mientras yo la cubría con mis brazos, seguíamos en la misma posición en la que me había quedado dormida. Le acaricie el pelo haciéndole saber que estaba despierta, y una vez más de sus ojos empezaron a brotar miles de lágrimas.

- Shhhh, tranquila, estoy aquí.

La verdad es que no sabía qué hacer para calmarla, no podía imaginarme el dolor que sentía, yo nunca había perdido a nadie de mi familia, y ella después de haber perdido a sus padres hace años, ahora perdía lo que para ella era uno de los pilares más importantes junto a su abuela, no sabía que decirle.

Se alejó de mi abrazo y se incorporó en la cama, abrazando sus piernas una vez más y retirando las lágrimas de sus ojos, como si esta vez no quisiera que la viera llorar.

- Debo parecer patética – Me dijo

- Ey, no digas eso! – Me incorporé para sentarme a su lado, llevé mi mano a su espalda y la moví de un lado a otro, intentando reconfortarla.

- Sé que es una tontería, pero era mi mejor amiga....bueno...la única amiga que tenía en realidad...

Sus palabras me dolieron, no por mí, sino porque recordé la vez que estábamos en la puerta del jardín cuando Lía me ladraba porque quería la pelota y yo le preguntaba a Mimi de forma irónica "¿Es que tú tienes amigas?" ahora entendía el dolor que vi aquel día en sus ojos, y me odie un poco por ello.

- No es una tontería Mimi... - La dejé hablar, por primera vez sentí que lo necesitaba.

- Mi abuela me regaló a Lía meses después de que murieran mis padres, decía que un perro me mantendría ocupada y me haría feliz...al principio la odie un poco, bueno...bastante en realidad, no podía entender cómo algo tan pequeño, tenía tanta vitalidad y corría de un lado a otro sin que nada le importara, cuando yo estaba tan rota que no sabía ni respirar.

En lo que la conocía, era la primera vez que Mimi me nombraba a sus padres o alguna experiencia de su pasado, pude notar en su voz cómo todo aquello le dolía, y a pesar de que evitaba mi mirada, la animé a seguir contándome su historia.

- Supongo que el roce hizo el cariño, no lo sé, pero un día me descubrí corriendo con ella por el jardín mientras ella me empujaba al césped y me llenaba la cara de besos. Se llevó mis primeras risas después de la muerte de mis padres, y si...mi abuela tenía razón, era lo único que me hacía feliz...me recibía cuando volvía de mis clases, no comía cuando me iba de viaje...como si me necesitara...como si yo fuese indispensable para ella...siempre estaba ahí, estuviese bien o estuviese mal, si miraba a un lado, allí estaba ella...es como si fuese un alma gemela ¿sabes?, es como...un mejor amigo pero más, alguien que te hace ser mejor persona, que cree en ti antes que nadie y cuando nadie lo haría, y que no importa lo que pase porque siempre te va a querer.

Esta vez fueron mis ojos los que derramaron una lágrima cada uno, me imaginaba a una Mimi unos años más joven, corriendo en el jardín sonriendo como tantas veces la vi hacerlo en estos últimos meses, me dolía que no pudiera volver a hacerlo. Me sacó de mis pensamientos cuando con un suspiro añadió:

- Y ahora no está por mi culpa. - Reaccioné

- Ey Mimi no...no digas eso, no es culpa tuya...

- Si no hubiéramos ido a la montaña, si yo no.... – Volvió a romper a llorar.

Se culpaba, se culpaba por algo que podía haber pasado en cualquier otro momento, porque un desgraciado sin alma decidió colocar varios cebos con comida de perro envenenada por la montaña por la cual salía cada sábado. Se culpaba y no iba a permitírselo.

- Ey Mimi, mírame, oye, mírame. – Cogí su rostro obligándola a mirarme, volví a encontrarme con ese verde oscuro lleno de lágrimas y dolor – No es tu culpa ¿vale?, no digas eso, sería tu culpa si hubieses puesto tu esos cebos, pero no lo hiciste ¿de acuerdo?

No quería sonar cabreada, pero necesitaba que lo entendiera, desvió su mirada y esta vez cogí su mano para seguir hablándole.

- Oye...podría haber pasado otro día...no ha ocurrido porque hayas ido a la montaña este sábado, así que no pienses que es tu culpa, de lo único que eres culpable es de haber querido a ese animal con toda tu alma, de cuidarla y de haber estado con ella siempre. Era un animal fantástico Mimi...hasta yo lo supe ver que al principio me daba miedo – Esta vez sí vi un atisbo de sonrisa en su rostro- Y era fantástico gracias a ti... - Me miró extrañada – Siempre dicen que los perros se parecen a sus dueños ¿no?

- Tal vez...

- Y bueno, sé que no te sirve de consuelo porque tú eres una borde autista que no sabe lidiar con las personas – Esta vez si las miradas matasen, me hubiera quedado en esa habitación – pero ahora me tienes a mí ¿no?

- ¿A ti? – Me miro extrañada.

- Si a mí, borde, como tu amiga.

- ¿Somos amigas? – Pude notar cierta sorpresa en su voz.

- Bueno...he cuidado de ti, tú me has ayudado, hemos llorado juntas, he roto parte de tu vajilla y no me has matado por ello... - No pudo evitar sonreír cuando dije eso- Eso es lo que hacen las amigas ¿no?

- No lo sé... - Y era cierto, no lo sabía y la tristeza se adueñó de nuevo de sus ojos.

- Bueno, pues lo aprendemos juntas entonces.

Esta vez le sonreí, dándole confianza para que me devolviera la sonrisa, extendí mi meñique hacia ella y con un tono de duda le pregunté:

- ¿Amigas?

Me miró como si estuviese loca, y la verdad es que empezaba a estarlo un poco, pero era culpa suya, lo que ella no lo sabía. Así que con mi mirada le señalé mi dedo, indicándole que lo entrelazara con el suyo, dudo unos segundos que se me hicieron eternos, pero finalmente lo entrelazó mientras dijo:

- Amigas.

Juro que en ese momento mi corazón decidió actuar por sí mismo y comenzar a latir más rápido de lo que yo sabía que podía hacer. Me incorporé en la cama y cogí el mando de la televisión mientras le decía.

- Bueno, ahora cómo somos amigas y a mí no me apetece ir a clase, vamos a engancharnos a alguna serie de Netflix. Primer paso de amigas, tener una serie en común para comentarla juntas.

Y ahí se quedó, mirándome cómo si un extraterrestre hubiera bajado a su habitación a revolverlo todo. Ese día no fui a clase, quería quedarme con ella, Mimi tampoco fue a trabajar, tal vez porque necesitaba ese día para intentar convivir con el dolor, tal vez porque le agradaba mi compañía, no lo sé, sólo sé que en ese momento comenzó lo que iba a ser nuestra amistad. Lo que yo no podía imaginarme es que dentro de poco no me iba a conformar sólo con eso. 

Fix YouWhere stories live. Discover now