63.

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La barra de aquel bar contaba las mismas historias de cada viernes. Estaba apoyada en ella con un cubata, dándole vueltas con la pajita mientras una sensación gélida invadía mi cuerpo, el mismo frío de siempre, aquella sensación que conseguía ahogarme mientras sentía que una vez más, me costaba respirar mientras intentaba abrir la garganta buscando una bocanada de aire. Mi cuerpo sintió un escalofrío cuando sentí que se acercaba a mi espalda, y me tensé justo en el momento en el cual escuché su voz.

- No te pases hoy Mimi, te necesito bien lúcida para este trabajo. Quiero que vea como disfrutas.

- Como si lo disfrutara alguna vez...- Susurré.

- ¿Qué has dicho?

Bajé la mirada intentando esconderme en algún punto de aquella barra cuando sentí como Tony se colocaba a mi lado, me imagine su rostro, con el ceño fruncido, enfadado, porque a pesar de mi susurro, me había escuchado. Cogió mi mandíbula con autoridad, como si cada parte de mi cuerpo fuese suya, haciéndome ver una vez más que yo no valía nada, que él era mi dueño y que la vida de aquella única persona que me importaba seguía siendo vida, gracias a él.

- Este cliente es importante Mimi, no lo estropees, ya sabes las consecuencias de tus actos.

- ¿Cuándo va a terminar todo esto Tony?

- ¿Sabes la cantidad de dinero que me debía tu hermano? – Sonrío – Cuando pagues su deuda, serás libre como un pajarito, pero... ¿Qué harás Mimi? ¿A dónde vas a ir? En el fondo esto te gusta, aquí estás protegida, además, nadie te va a querer cuando sepan lo que eres, lo que has hecho, lo que haces cada fin de semana... Mimi...nadie te va a querer como lo hago yo, así que sonríe, y pon tu mejor cara, porque tenemos compañía.

Aquel cubículo en el baño volvía hacer mi jaula mientras notaba como el carcelero de turno sudaba contra mi cuerpo, disfrutando de él, dejando en mí cuerpo la marca de sus manos mientras se aferraba a mi cadera, mientras apretaba mi cuello para acercarme a su oído y escuchar mi respiración agitaba. Yo sólo deseaba que dejara de tocarme, que dejase de susurrarme al oído, acabar con aquella sensación que siempre lograba hundirme y me hacía sentir como en aquel momento, vacía. Necesitaba que acabase para poder salir de allí y escapar, refugiarme en ese lugar al que nunca llegaba pero en el que estaba como quería estar, sola, aunque sabía que nunca podría llegar a estarlo, no si él seguía en mi vida. Cuando terminó conmigo me dejó allí, como se deja al papel cuando cae al suelo, como lo que era, nada. Intenté reponerme y acomodar un poco la ropa que llevaba, y cuando salí del cubículo me encontré frente al espejo con unos ojos tristes, podía ver la gran decepción que yo misma había provocado en ellos, aquellos ojos marrones... ¿Ana?

Me desperté asustada, podía notar como las gotas de sudor bajaban por mi frente, y aunque me había quedado dormida bajo los rayos del sol, sabía que no eran ellos la razón de mi estado. Miré a mi alrededor desconcertada, buscando a Ana, cuando noté cosquillas en la mano y vi como Luna me olfateaba buscando mis caricias, me había quedado dormida en la terraza, ya no estaba en Tenerife, había vuelto a casa de mi abuela. Cuando entré en la cocina, Noelia preparaba el desayuno.

- ¿Estás bien Mimi? No tienes buena cara...

- Si es que...bueno...he tenido un sueño extraño...

- ¿Otra pesadilla? – La miré desconcertada – Tu abuela dice que a veces te escucha gritar en medio de la noche... ¿Por qué no hablas con ella?

- Eh...si...claro... ¿Eso es para ella? Yo se lo llevo.

Sinceramente no creía que contarle a mi abuela mis pesadillas fuera la mejor opción, aún no tenía recuerdos, y si mis pesadillas eran parte de ellos no quería que una de las únicas personas que podía ayudarme viera en mí lo que aquellas pesadillas mostraban, que yo no era nadie, sólo el títere de un loco al que yo había dejado que me manejara a su antojo, y lo peor de todo, es que no había sido sólo antes del accidente.

Fix YouWhere stories live. Discover now