Capitulo 26 (II)

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Las manos de Chris sutilmente se posaron sobre mis hombros, justo cuando los nervios amenazaban con aparecer y, antes de darles libertad, fue como si en mi mente los encerrara en un frasco

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Las manos de Chris sutilmente se posaron sobre mis hombros, justo cuando los nervios amenazaban con aparecer y, antes de darles libertad, fue como si en mi mente los encerrara en un frasco. Sonreí naturalmente, porque no tenía que aparentar ser alguien que no era. Así era yo, una mujer que le sonreía al mundo y a la vida sin importar las adversidades que estas le presentaran.

Al mirar al frente me encontré con quienes eran los padres de Chris. Ver a su madre me inspiró serenidad. Al contrario de cómo me la imaginaba, su cabello era una melena rubia ondeada, y en sus labios dibujaba una tierna sonrisa, la misma de Chris. A pocos centímetros de ella estaba su esposo, un hombre alto, no tan delgado. Su cabello era oscuro y llevaba unos anteojos a la mitad de su nariz, miraba por sobre ellos manifestando ser más serio, un tanto reservado.

—Hijo, podrías haberme dicho que venías con visita —le dijo su madre, quitándose el delantal. Eso solo me causó gracia.

—Mamá, estás linda, como siempre —le dijo Chris, acercándose a ella. La rodeó con una mano por su espalda mientras se acercaban a mí—. Ella es Nicole y, Nico, esta es mi mamá, Hellen, y mi padre Benjamín —añadió este último dándole unos golpecitos en la espalda.

—¡Oh! ¿Así que tú eres Nicole? La chica de la que Chris nos hablaba —dijo Hellen.

Miré a Chris, imaginando qué cosas le diría de mí.

—No sé qué habrá dicho de mí, pero mucho gusto —los saludé.

—La tarta de manzana solo confirma las cosas buenas que ha dicho nuestro hijo de ti, señorita Nicole —me dijo el padre.

Pestañeé un par de veces, ¿tanto le había gustado esa tarta?

—¿Por qué cree eso? —le dije, un tanto curiosa.

—Porque una persona que sabe improvisar en la cocina, sin importar los ingredientes que tenga en la nevera, solo confirma que en la vida no se complica con las cosas e inventa ideas desde lo más pequeño hasta lo más grandioso, así se deleita diariamente.

—Wow... —expresé. Los tres se echaron a reír—. Lo siento, me dejó sin palabras. —Me reí también.

—El gusto es nuestro, Nicole —me dijo el padre, esbozando una leve sonrisa y liberándose un poco de esa seriedad, que había malinterpretado por ser un hombre observador.

—Llegaste a buen horario ya que justo vamos a cenar. Puedes quedarte, ¿no? Está todo listo —dijo Hellen.

—Uhm... sí, sí puedo —respondí—. ¿Puedo ayudar en algo?

—No, tranquila, Nico, yo le ayudo —me dijo Chris, guiñándome un ojo y yo asentí.

Me senté junto a la mesa de frente con Benjamín y mientras servían los platos le pregunté:

—¿Qué tal le pareció Boston?

—Tiene sus encantos, esta semana estuvimos visitando varios lugares, lo malo es que el clima no nos acompañó como hubiéramos querido —se lamentó.

Dos Amores Un Solo CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora