Capitulo 13

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Mi cuerpo ya no estaba tan tenso desde que, tres días atrás, nos habíamos asegurado de entregar el proyecto, así que una cosa menos de la cual preocuparse.

Después de un día bastante productivo, en la universidad y luego en el trabajo, necesitaba ir a mi pequeño oasis. Cuando me desperté en la mañana sentí esa necesidad de ir a caminar al parque. Aún eran las siete de la tarde, por lo que me daba tiempo de cumplir mi deseo de la mañana.

Había pasado casi un mes desde que no visitaba el parque. Me adentré en los caminos por en medio de los árboles. A mitad de septiembre —a pocos días de comenzar el otoño—, las hojas empezaban a colocarse de un tenue color café, absorbiendo el pigmento predominante, llegando al color que apenas amarillento suele destacar su proceso de cada anhelado año.

A paso lento, caminé como sintiéndome descalza, respiré profundamente y cerré mis ojos por unos segundos, llenando mis pulmones y oxigenando mi cerebro. Me distrajo la conversación de una pareja de ancianos. Aunque los años habían pasado por su piel dejando huellas y batallas de la vida, habían logrado borrar la juventud pero no aquel amor que todavía se demostraban con cada mirada. Fui descubierta por ellos, me sonrieron al mismo tiempo que yo lo hice, luego seguí mi camino, por el momento quizá sin rumbo.

«Esto era lo que necesitaba», pensé.

¿En qué momento de mi vida sentiré que lo he logrado todo? porque aunque el ser humano consiga estudios, trabajo, matrimonio, familia... siempre pretende buscar algo que lo mantenga feliz. Al fin de cuentas, en la vida todo es un riesgo de aventura por correr, y si no se disfruta cada momento, te perderás ese suceso por vivir.

El que no arriesga, se convierte en un sueño imposible y tarde o temprano la sensación de fracaso y frustración llegan sin haberlo buscado.

Miré la hora en mi celular y en ese instante no tenía el deseo de ir a casa. Probablemente, Harry y Ann ya estaban allí y eran pocos los momentos que pasaban solos, por lo que después de caminar por una media hora en el parque, decidí ir a mi cafetería favorita Trident Booksellers and Cafe, así aprovechaba para ver hasta qué grado había sido el incendio allí, el de hacía unos días.

Me subí a un taxi y en menos de diez minutos llegué. Cuando entré estaba funcionando normal, excepto que la chica a la que atendí el otro día, Amanda creo que se llamaba, por circunstancias obvias no estaba trabajando todavía.

Fui por los pasillos de la biblioteca, en donde abundaban los libros por doquier, mi paraíso, y me fui directo a la sección de literatura reflexiva. Busqué algunos libros que, a veces sin querer, tendemos a juzgar por sus portadas pero son buenísimos y, la verdad, no sabía por cuál decidirme. Tomé uno y de cierta parte de las hojas cayó una flor pequeña y plana, reseca con el tiempo. Me sorprendí y miré al suelo para recogerla y dejarla en donde estaba, pero entonces una intuición, ese presentimiento que te insta a hacer algo, me llevó a escoger ese libro y fui a sentarme junto a una mesa al lado del ventanal. Se me acercó el garzón y amablemente me dijo:

—Buenas noches, ¿Qué le gustaría servirse?

—Buenas noches, un café latte y wafles con relleno de chocolate y salsa de frambuesa, por favor. —El chico lo anotó.

—¿El café latte con alguna figura en especial? —me preguntó serio, pero yo no pude evitar reírme, me encogí de hombros y él se rio igual, contagiado por mi sonrisa inesperada.

—Solo sorpréndeme. —Él asintió y luego se fue.

Me acomodé para ver la página del libro, le eché un vistazo a la portada y recordé haberlo leído en alguna etapa de mi vida: El alquimista de Paulo

Dos Amores Un Solo Corazónحيث تعيش القصص. اكتشف الآن