Capitulo 16

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Era satisfactorio sentir que todo el esfuerzo que pusiste por aprender después de tantos años y luego ponerlo en práctica estaba dando sus propios frutos. Estaba feliz de poder hacer lo que amaba, aunque implicara sacrificio y en cierta medida era duro, porque sentía que aportaba con un granito de arena.

La primera semana haciendo mi residencia fue todo un nuevo reto, formar parte de un equipo de trabajo y memorizar el recorrido de los lugares en el hospital. No quería andar perdida consultando dónde estaba tal habitación o la farmacia, el quirófano y así sucesivamente.

En mi equipo estaba Leila, de unos treinta y ocho años, que se encargaba de la instrumentación quirúrgica y llevaba trabajando un tiempo con Christian. Él mismo, que estaba presente como líder en cirugía o en caso de que necesitáramos opinión y ayuda en algo más complejo, Susan de anestesióloga, Min Ho de enfermero oncólogo en cuidados intensivos, Harry, quien atendía en otra sección del hospital en psicología, entre otros médicos que iban y venían con más experiencia. Sin duda había demasiado que hacer.

Por otro lado, después de la celebración que tuvimos en el bar con los chicos y el suceso con Christian, había causado en Susan que apenas me hablara y eso no me gustaba nada, porque en el trabajo nos perjudicaba, solo me respondía lo justo y necesario con un tono cortante. Por lo visto sí le gustaba Christian, sino ¿por qué otra cosa iba a molestarse? Esa misma razón fue la que me llevó a no buscarlo al menos en el hospital, no quería que los demás se dieran cuenta de que algo pasaba y en algún momento con Susan teníamos que hablar.

En ese preciso instante que debía ser mi hora de almuerzo, estaba decorando la habitación de niños que rodeaban desde los cuatro hasta los diez años. Pegaba figuras en las paredes para que todo se viera más

En la mañana me había despertado con la idea de que podría haber una habitación de juegos o dibujos, o quizá facilitar esos entretenimientos para los niños que se quedaban hospitalizados y hacer su estadía más alegre. Todo lo que vivían no era justo para ellos y me entristecía no poder ver una sonrisa en sus rostros debido a su situación, no era para menos. Por lo que, apenas terminé el horario de la mañana, me fui al centro comercial y compré algunos artículos como lápices de colores, cuadernillos, cartulinas, etc. Y le dije a los cinco niños que estaban en sus camas si me podían ayudar a hacer figuras para pintarlas, recortarlas y ponerlas en las paredes. Inmediatamente se animaron.

Las tres niñas que dibujaban hicieron mariposas, flores y un sol, los otros dos niños hicieron estrellas y un cohete. Yo les ayudé en lo que pude aunque soy pésima para dibujar, lo que se llama nula. Sí, yo era la que dibujaba una gato haciendo un ocho, patas como U, cola en forma de S y lo demás con suerte me salía, creo que solo se identificaba por los bigotes y las orejas, ya que un cerdo lo dibujaba casi parecido solo que el hocico como E y parado en cuatro patas.

Al terminar, comenzamos a pegarlas representando en una pared el día y en la otra la noche. Los niños estaban riéndose y jugando cuando de repente se quedaron en silencio.

—Doctora Rowein, ¿usted por acá? pensé que la vería en el comedor.

Miré hacia el lado y abajo de donde provenía la voz ya que yo estaba parada encima de una cama pegando unas mariposas de papel que había hecho Rosie, una niña de cinco años.

Era Christian, mirando la ficha de un niño que colgaba al final de la cama.

«—No sabía que te gustaba saltar en la cama —agregó, al mismo tiempo en que negaba con la cabeza con una sonrisa burlona.

—Tengo espíritu de niña todavía —le respondí—, algo de lo que al parecer carece, doctor Bradley.

—¿Me estás retando? —me dijo, dejando la ficha de lado.

Dos Amores Un Solo CorazónWhere stories live. Discover now