Dos Amores Un Solo Corazón

Capítulo 10

Irónico y estúpida, fueron las últimas palabras con las que me quedé dormida pensando anoche. ¿Cómo iba a saber yo que Christian Bradley estaba casado? No había visto su anillo el día que almorzó con nosotros, ¿será que estaba comprometido y se casaron luego? Si fuera así, ha pasado poco tiempo. Nada de lo que pensara ahora me calzaba.

Me aferré a mi bolso posado desde mi hombro y luego palmoteé mi bata blanca que colgaba en mi antebrazo casi con fastidio, como si así me fuera a quitar la molestia que sentía conmigo misma. Miré mi anillo, que aún permanecía en mi mano.

—¿Qué me sucede, Marcos? —dije en voz baja, encontrando una manera de comunicarme con él solo a base de mis recuerdos, pero sentía que podía oírme—. Esto no es correcto.

Se abrió la puerta del ascensor y suspiré, porque incluso salí media hora antes de casa para no toparme con él, sí, con Christian Bradley, debía evitarlo. «A como dé lugar», me dije.

El jueves se me hizo eterno, entre la universidad y luego el trabajo. Pareciera que cuando uno más espera el fin de semana más se demora en llegar, y yo quería que fuera sábado.

Estuve en la consulta médica atendiendo a pacientes que venían por control, que ya había citado desde antes. Recién ahí sentí la tarde pasar más rápido, aunque igual salí a las ocho del trabajo, luego me fui en dirección al paradero. El estómago me reclamaba —más bien rugía dentro de mí— por no comer en toda la tarde, así que decidí pasar al supermercado a comprar todo lo que Ann me reprocharía luego pero ¿y qué? Yo no soy la que debo hacer dieta, además, nunca he intentado hacerla, no duro un día sin comer un bizcocho o una barra de chocolate y, en serio, ahora necesitaba algo dulce.

Esto creo que es debido a la dopamina, «uno de los neurotransmisores más codiciados de nuestro sistema nervioso, ya que es conocido como el neurotransmisor del placer», me recalqué al escoger una barra de chocolate. Precisamente ahora estaba neutro, nulo en mi sistema, porque se dice que se activa cuando practicas actividades como los juegos de azar, el uso de drogas, y también reacciona en el amor. En mi caso en ninguna de las tres llevaba a cabo, en consecuencia, no me quedaba más remedio que comerme una barra de chocolate con al menos un setenta por ciento de cacao.

—¿Quién habló de enamorarse si tengo mi barra de chocolate? —exclamé internamente al mismo tiempo que me reí de mi desgracia y aproveché para echar otras golosinas al carro del supermercado. Eso fue suficiente para poder resistir hasta la cena, que Ann ya estaba preparando. Si mi olfato no me fallaba estaba haciendo espaguetis con salsa y carne, se me hizo agua la boca.

—Nicky —me dijo Harry, como a veces solía decirme de forma juguetona—. El domingo vienen Susan y Min Ho. Podríamos hacer algo para comer y que el trabajo resulte más ameno, ¿no?

—Genial, me parece bien. El sábado compramos algo y planeamos qué hacer. A propósito, ¿vino la señora Smith a cobrar el arriendo del apartamento? —pregunté y miré a Ann, que estaba sacando los platos. Me acerqué a ayudarla.

—Sí, vino, ya le entregué el sobre con el dinero de los tres como siempre, así que tenemos un gasto menos —me respondió Ann.

Eso era gasto de todos los meses, pero por una parte nos acomodaba a los tres dividirnos los gastos comunes ya que ninguno tenía un trabajo con un sueldo que nos permitiría vivir solos y sin preocupaciones. Solo

Estuvimos cenando y hablando un rato, ensayamos la canción para el día siguiente con Harry y después cada uno se fue a su habitación a descansar.

Al otro día, por fin ya era viernes y no estaba nerviosa, pero sabía que antes de subir al escenario estaría con los pelos de puntas.

Como ese día no había clases y solo sería la bienvenida, me vestí medio formal, me puse un vestido color vino tinto, ceñido al cuerpo pero algo amplio hacia abajo. Me hice una trenza espiga en el lado izquierdo atándola hacia el cabello suelto con un pequeño adorno de flor color beige, luego me maquillé resaltando el azul de mis ojos.