Después de que mi abuelo muriera, me cerré a la idea de visitar Coney Island a menos que sea en una ocasión especial. Y Nate es la única persona que lo sabía... así que tal vez sea acertado.

Cuando estaciona a pocos metros de la entrada del parque, me mira.

— Recuerdo todo lo que alguna vez me has dicho.

Le dedico una sonrisa, porque no sé qué más ofrecer. Me siento entumecida.

Bajamos del auto. Nate tiene pases ilimitados para todos los juegos, así que entramos sin hacer fila. El lugar está explotado de personas.

— Sé que aún tenemos que hablar... pero de verdad quiero divertirme por ahora —admití.

— ¿Por dónde quieres empezar? Podemos hacer lo que quieras, Clay.

— Estaba pensando... justo aquí —señalé el juego delante de mí.

Nos enfrentamos a Cyclone, la segunda montaña rusa de madera más empinada del mundo. Sus emocionantes caídas, curvas y variaciones de elevación, han hecho a este icónico juego un clásico atemporal que siempre quise experimentar, pero era muy pequeña entonces. Se ha destacado en las principales películas, videos musicales y obras de arte durante casi un siglo. Es la gran mamá de Coney Island, encabeza la lista de cosas que debes hacer en la ciudad de Nueva York. Y yo, como toda aficionada, no puedo dejar un ítem sin cumplir.

— ¿Hablas en serio? —preguntó Nate—. ¿Así quieres empezar?

Solté una risa.

Sé que Nate, a diferencia de mí, no es muy fanático de los juegos extremos, lo que me hace valorar aún más su elección de lugar. Pero esto no es solo un juego, es un hito de la ciudad. Incluso aparece en el Registro Nacional de Lugares Históricos.

— Así quiero empezar —asentí, con una sonrisa entretenida.

Puedo notar duda en sus ojos, pero no me dice nada mientras caminamos hacia la entrada.

Estoy ansiosa en todo momento, con una emoción expectante mientras aseguran nuestros asientos. Toda armonía desaparece cuando la montaña rusa comienza a moverse, disparando risas, gritos y quizás algún desmayo.

Yo me encuentro lanzando carcajadas al viento cuando nos siento volar, observando la ciudad, con el cabello alborotado. Sostengo la mano de Nate para tenerlo conmigo en todo momento, y a pesar de la inyección mortal de adrenalina, me devuelve un apretón... y un intento de sonrisa.

Se siente extraordinario.

Literalmente me deprimo cuando el viaje llega a su fin. Aunque no puedo decir lo mismo de Nate. Parece aliviado, apresurándose a quitarse la protección cuando fue hora de bajar.

— Nunca más —lo escuché murmurar—. Odio las montañas rusas. Maldita sea, las odio.

Se deja caer a un banco vacio, mientras yo no puedo contener mi emoción. Entusiasmada, giro en el lugar como una niña, aunque todavía siento un zumbido en mis oídos.

— ¡Eso fue increíble! ¡Dios, quiero repetirlo! ¡¿Podemos repetirlo?!

Nate me mira como si hubiera perdido la cordura.

— Sé que te dije que podemos hacer lo que quieras, pero no creo poder contener mi vomito si volvemos allí... Además, mis piernas prácticamente murieron.

— ¡Iré sola, no hay problema! ¡Mírame, Archi!

Me subí dos veces más a la Cyclone, mientras Nate intentaba no morir en ese banco. También me apunté sola al Luna 360, un juego que se balancea como el péndulo de un reloj a toda marcha. La avalancha de la tierra y el cielo se entrelazan a medida que se desliza de un lado a otro, enviando a los pasajeros a través de un giro fluido y balanceo dual. Maravilloso.

Ashley Clayton | Gossip GirlWhere stories live. Discover now