—Se lo agradeceré cuando lo vea, pese a que los demás siguen igual—exclamó Harry, más tranquilo ahora.

Ginny comenzó a darle algunos detalles sobre la idea que le había dado y era parte era sencilla, la otra no tanto. La primera parte se basaba en que, cuando entrara para enfrentarse al dragón en lo que fuera que debiera hacer, usara el hechizo Accio para que su escoba llegara hasta él y así tendría más «facilidad» para hacer frente a la bestia. Harry sabía que era su mejor opción. Sería arriesgado, pero era mejor que nada. Si se iba a enfrentar a un dragón, debía tener algo mínimo. Ahora sólo quedaba decirle a Cedric para que él pudiese hacer un plan.

En su fuero interno, Harry ya había pensado en algo: esa noche, iría con Luna a ver a Helena. Si tenían suerte, Cedric seguramente estaría haciendo una de sus rondas por los pasillos. Podrían intentar hablar con él si estaba solo. Y quizás se salvarían de que les quitara puntos si le advertían, pensó con humor.

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Harry había logrado hablar con Luna sobre su idea sin que los demás se percataran. Había tenido el tiempo suficiente para explicarle que podían recorrer los pasillos luego de ver a Helena para encontrar a Cedric. Si tenían suerte, no se cruzarían con Filch y la señora Norris antes que con el Prefecto. Si era así, lo encontraría antes y no tendrían más problemas que Cedric regañándolos por estar caminando por los pasillos luego del toque de queda.

El joven estaba convencido de que, si no fuesen sus amigos, dirían que estaba siendo tonto al querer decirle a Cedric cuál sería la primera prueba del Torneo. Seguramente muchos hasta llegarían a reprocharle cosas o sólo recriminarle el ser demasiado honesto. No le cabía duda de ello. Sin embargo, le daba igual. Le parecía lo más justo advertirle lo que todos los participantes sabían. Si no lo hacía, se sentiría justo como los demás creían que era. O al menos por lo que habían comenzado a decir sobre su persona cuando pasó lo del Caliz. Quizás no sonaba muy bien, pero sólo Harry sabía que no era una cuestión egoísta.

En la noche, hizo lo mismo que las otras veces que iba a verse con Luna para visitar a Helena: salió de la Sala Común y esperó bajo la capa de invisibilidad para ver si pasaba algún Prefecto. Luna seguramente estaría esperándolo detrás de una columna cerca de su Sala Común. Era buena escondiéndose. Después de todo, Harry estaba seguro que no comenzó a visitarla en Tercer Año nada más. Al cuestionarse eso, se preguntó también cómo nadie había notado que se iba sola hacia los pasillos más solitarios, especialmente durante la noche. Luna no parecía ser el tipo de persona que rompería las reglas sin una buena razón. Quizás realmente había empatizado con Helena hasta ese punto. El joven no pudo evitar sonreír con torpeza. Ni siquiera se dio cuenta de su gesto. Sólo lo cambió escuchó a dos personas hablando. Eran voces graves, no había duda de ello. Se pegó lo más que pudo a la pared y observó con cuidado su alrededor, temiendo que si se movía mucho lo notarían. Pasos pesados se acercaban hasta donde él estaba, lo que provocó que hasta contuviese la respiración. Un momento después, Karkaroff y Viktor Krum pasaron por su lado hablando en su idioma. Harry no logró sacar una palabra en limpio. Lo único que notó fueron los gestos. Karkaroff parecía estar indicándole algunas cosas a su estudiente y él sólo asintía y respondía lo que seguramente sería «sí».

Pasaron por su lado y Harry los perdió de vista cuando doblaron en un pasillo. Suspiró lo más despacio que pudo y decidió que lo mejor sería buscar a Luna un poco antes de tiempo. Sólo esperaba que ella no se cruzara con nadie más antes de que él pudiese encontrarla. Si era afortunado, llegaría sin hacer mucho escándalo o advertir a nadie. Y si tenía la desgracia de cruzarse con Filch y la señora Norris... siempre podría correr, puesto que el anciano no llegaría muy lejos sin cansarse.

Siempre contigoWhere stories live. Discover now