Epílogo

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—En el aire en tres... Dos... Uno... ¡Dentro!

La dinámica melodía de la cabecera empezó a sonar. Los focos ya apuntaban hacia las dos mujeres, las cámaras estaban listas y el público en completo silencio hasta que un cartel les indicó que debían corear y silbar para recibir el inicio del programa.

—Buenas noches y bienvenidos un día más a Honey's Moon —saludó la mujer morena sentada en el escritorio que correspondía al presentador del programa—. Por favor, un fuerte aplauso para nuestra invitada de hoy: ¡Elyse Honeycutt!

El júbilo del público ensordeció por un momento a los técnicos de sonido. La inglesa sonrió a su público con confianza, lanzando saludos y besos hasta que por fin la dejaron hablar.

—Oh, vamos, Chiara. Ya es bastante extraño que te sientes en mi sitio, no me incomodes más usando mi nombre completo.

—Dejas el listón muy alto, Honey. Tengo que parecer formal el tiempo suficiente para que te vayas tranquila y empezar con el caos por aquí —bromeó la colaboradora arrancando risas cómplices entre el público—. Ahora en serio, ya sabes que te vamos a echar mucho de menos en el programa. Una cosa es sustituirte en vacaciones, ¡pero ahora van a ser varios meses!

El público abucheó la noticia aunque no les pillara de nuevas. Hacía varias semanas que se venía comentando el rumor en algunas revistas y, desde hacía algo menos, en el propio programa.

—Estaréis bien sin mí —sonrió con confianza—. Además, solo es temporal. Tengo cierto proyecto entre manos que no puedo retrasar por más tiempo —bromeó acariciando con cariño su abultado vientre.

—Creo que todos estamos de acuerdo en que debería quedarse en casa el señor Di Fiore a cuidar de la criatura. ¡Nuestro país sobrevivirá sin políticos, pero no sin su ración diaria de humor nocturno!

Honey rio y también lo hizo el público. Se sentía cómoda bajo el asfixiante calor de los focos y la insistente mirada de las cámaras. Su marido ya se lo dijo una vez hacía muchos años: había nacido para ser escuchada.

—De hecho, el señor Di Fiore también tomará la baja de paternidad. El ministro y yo vamos a estar muy ocupados en casa porque van a ser dos bebés, así que vamos a tener trabajo de sobra para ambos.

—¡Gemelos! —celebró Chiara con un entusiasta aplauso—. ¿Se sabe ya si serán niños o niñas?

La inglesa sonrió con complicidad al público y a su colaboradora antes de encogerse de hombros con aire pícaro.

—Será sorpresa. Me estoy divirtiendo demasiado viendo sufrir a mi marido eligiendo nombres como para renunciar a ello.

Chiara fingió un mohín de disgusto hacia el público antes de tomar las tarjetas que tenía en la mesa que las separaba y enseñarlas como amenaza.

—Entonces no me voy a sentir nada mal por empezar con esto.

Honey dramatizó un gesto de sorpresa sin perder su gesto relajado ni su sonrisa jovial.

—¿Me vas a entrevistar? ¿A mí? ¡Si yo soy la presentadora!

—Hoy no, jefa. ¡Es el día de los trapos sucios! —dijo alzando la voz para exaltar al público.

Sin embargo, la inglesa se mostraba tranquila y cómoda en aquel lugar que era casi su segunda casa. Ya hacía muchos años que la mirada de la gente no le daba escalofríos ni deseos de volverse invisible. El miedo había desaparecido de su corazón y ya solo le quedaba la ilusión de vivir su vida y cumplir sus sueños. La misma ilusión que la había llevado a realizar un trato perverso en el internado donde estudiaba con el que ahora era su marido.

Palabra de Bruja SilenciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora