Capítulo 45: La llamada

1.2K 221 9
                                    

—Ya es regodeo, ¿eh? —gruñó un malhumorado Dante.

Alcé la vista del móvil con sincero desconocimiento de a qué se refería. Dante estaba sentado en la puerta del salón que daba a la terraza con un cigarrillo en la mano, fumando mientras me hacía compañía como todos los días.

—El cacharrito —aclaró con retintín—. Ya que me la liaste para comprarlo, al menos podrías disimular. Pareces una quinceañera.

Me reí entre dientes, sin ápice de culpabilidad. El martes me había vuelto a casa con el móvil bajo el brazo, aguantando su sermón sobre mi seguridad al haberme escapado con Stella y su amenaza de hacerle saber a Vincenzo de mi arrebato de rebeldía. Pero nada había impedido que esa misma noche me encerrara en mi cuarto a ponerlo en marcha y me pasara hasta altas horas de la madrugada hablando con Amy, Nadia, Stella y mi hermana Nancy. Por suerte, aunque era un número nuevo, tenía mi agenda asociada a mi correo electrónico y había podido recuperar todos los contactos. Así que tanto mis amigas como mi familia ya me tenían localizada de nuevo para alivio de todos.

Si bien ya no me apetecía tanto como antes pasar horas muertas en las redes sociales, no era capaz de alejarme de la mensajería instantánea. No podía contar la verdad a mis amigas, pero tenía demasiadas ganas de hablar con ellas y Stella no se me quedaba atrás en actividad frente al aparato. La americana iba a unos diez memes la hora, tal y como había prometido cuando fuimos a por el móvil; y esta nueva y elocuente amistad tenía a Dante fuera de quicio, como si no estuviera cumpliendo bien con su trabajo al no supervisar todo lo que decía donde él no me pudiera vigilar.

—No estoy haciendo nada malo —afirmé con convicción.

Pero aun así dejé el móvil sobre la mesa, decidida a ser una compañía algo más agradable que un zombi frente a una pantalla. Cogí la baraja que habíamos dejado guardada en uno de los cajones del mueble isabelino que adornaba pomposamente el salón y me senté de nuevo frente a Dante.

—Venga, por cada partida que ganes, media hora sin usar el móvil —le reté tratando de mejorar su humor—. Si gano yo, tendrás que sonreír.

—Como si pudieras ganar —se mofó dando una última calada al cigarrillo antes de entrar en el salón.

Su humor mejoró visiblemente cuando di de lado al móvil. Sobre todo porque se le daba bastante mejor que a mí jugar a aquella versión del póker, «a siete manos» como él lo llamaba, que era una versión para dos personas en la que siempre se apañaba para ganarme incluso cuando me tocaban buenas cartas. Y estaba convencida de que no estaba haciendo trampas. Moderadamente convencida, al menos.

Íbamos por la mitad de la segunda partida cuando una alegre melodía empezó a sonar. Tardé en reaccionar, desacostumbrada como estaba a recibir llamadas telefónicas, y ganándome una mirada reprobatoria del italiano por contestar.

—¿Sí?

"Buenos días, señorita Honeycutt. La llamo en nombre del señor Marco Santoro. Se ha abierto una audición en el teatro Olimpia y pensábamos que podría estar interesada. Si me permite su correo electrónico, le mandaré toda la información. Y si tiene cualquier duda, puede ponerse en contacto conmigo. ¿Le parece si la llamo de nuevo esta tarde para acordar la hora de la audición?"

Lo soltó todo del tirón, como si fuera un discurso ensayado. A pesar de que entendía a la perfección el significado de cada una de las palabras por separado, aquel mensaje no conseguía hacerse hueco en mi mente. Incapaz de reaccionar, me limité a contestar para pasar el trago.

—¿Sí? —repetí de nuevo sin demasiada convicción.

Le di mi correo electrónico, sintiéndome avergonzada al instante de lo infantil que sonaba a mi edad hacer juegos de palabras con mi apellido y honey cat. Quizás ya era hora de hacerme uno de esos que consistía en el nombre y el apellido nada más, como los que usaban los adultos. Pero si a aquella educada mujer le pareció ridículo, lo disimuló con perfecta profesionalidad.

Palabra de Bruja SilenciadaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora