Capítulo 52: La amenaza

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Tras un rato en brazos de Vince, decidió que ya era hora de irnos a casa. Así que me pidió que le esperara allí mientras iba a despedirse por nosotros y a buscar mis zapatos. Agradecida de no tener que entrar en esa sala después del ridículo que había hecho huyendo, me apoyé en la barandilla para apreciar las vistas nocturnas.

La brisa fresca era revitalizante y el rocío había empezado a impregnar el jardín, dejando que el suave aroma a césped me reconfortara. Las cigarras seguían cantando, igual que la última vez, y pensé con una sonrisa triste que lo más probable era que no hubiera una tercera visita. Por mucho que don Marcello apreciara a Stella, dudaba que me perdonara aquel ridículo; sumado a mi falta de modales, ya que sería la segunda vez que me iba de allí sin despedirme.

Decidí mandarle un mensaje de disculpa a Stella cuando ya estuviera en casa, pero en ese momento no tenía ánimos para volver a la mazmorra. Ahora solo quería estar en el coche, con Vince a mi lado, huyendo de aquel lugar y de los recuerdos que había evocado.

Me sentí aliviada cuando escuché los pasos de Vincenzo volviendo a por mí.

—¿Se han enfada...? Oh...

No era Vince.

No reconocí al apuesto italiano que salió a la terraza. Debía de tener nuestra edad más o menos, aunque por su mandíbula cuadrada y el nacimiento de la barba oscura de un par de días parecía mayor. Tenía el cabello negro y algo largo, dándole un aspecto salvaje cuando el flequillo se posaba sobre sus ojos. Me miraba fijamente, con aquellos ojos de un gris acuoso tan increíblemente claros que parecían blanquecinos.

Cuando me sonrió de una forma poco inocente, aparté la vista con nerviosismo, tirando de la chaqueta, tratando de cubrirme aún más con ella.

—Perdón, me he confundido... —murmuré.

Me di prisa en restregarme los pómulos, tratando de borrar todo rastro del maquillaje corrido por las lágrimas. Los dedos ennegrecidos me revelaron que poco podía hacer al respecto a esas alturas. Tal vez podría fingir que Vincenzo me había regañado por escaparme de...

—Fiorella, ¿eh? Qué apropiado... siendo la chica de Di Fiore.

La piel se me puso de gallina. No fue por sus palabras sino... por algo más. Había algo en su forma de hablar, en esa voz grave, que me resultaba perturbadora. O quizás era el efecto de estar a solas con un desconocido en la penumbra.

—Será mejor que vuelva adentro. Con permiso —dije empezando a andar hacia él con la intención de bordearle para volver al interior de la mansión.

Sin embargo, él dio un paso hacia un lado, cortándome la trayectoria. Ahora, aún más de cerca, sus ojos claros y penetrantes me resultaban todavía más inquietantes.

—Aunque no fue con él con quien fuiste a la boda de Tyler. Seguro que hay una buena historia detrás de eso.

¿La boda de Amy?

—¿Estabas allí?

Aquello podía ser un problema. Todos los invitados a esa boda eran magos. Aunque él también lo fuera, no podía dejar que descubriera que mi acompañante había sido Vince. Tenía que proteger su identidad, nadie debía saber que era un mago. Y mucho menos un conocido de los Montessori.

El joven alzó las cejas con sorpresa y dramatizó un gesto de dolor.

—Auch. Así que no me recuerdas... Estaba en la mesa nupcial.

Fruncí el ceño, incapaz de recordarle. Aunque si estaba ahí debía de ser uno de los mejores amigos de los novios o un pariente muy directo.

Me obligué a tranquilizarme a pesar de lo mucho que me incomodaba su presencia y esa sonrisa canalla que seguramente hacía suspirar a más de una. No había razón para inquietarse. Solo me hablaba porque me había reconocido.

Palabra de Bruja SilenciadaWhere stories live. Discover now