Capítulo 4: La torre

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—No quiero mudarme a la Torre Norte.

Apreté los labios maldiciendo mi lengua. Estaba tan nerviosa que no había podido contener mis pensamientos a buen recaudo en mi propia mente. Y cuanto más hablaba Nadia de lo entusiasmada que estaba por mudarnos allí, más nerviosa me había ido poniendo yo por tener que compartir espacio con esos abusones.

Nadia se giró sorprendida con mi reacción. Ella no lo entendía. Aquello no sería bueno para nosotras.

Ni siquiera tenía sentido... El día anterior me habían querido echar de la radio y había amanecido con la noticia de que ambas íbamos a ser trasladadas a la otra torre. Algo no encajaba.

—Vamos, Honey. Va a ser genial —me prometió alegre, sentándose junto a mí en la que pronto dejaría de ser mi cama—. He oído que en la Torre Norte hay un domúnculo para cada dormitorio y que te hacen la cama y todo. Dicen que prefieren no poner demasiados en la Torre Sur porque como la mayoría somos hijos de vacuos podríamos sentirnos incómodos —protestó poniendo los ojos en blanco—. Porque claro, un mayordomo mágico es aterrador para los pobrecitos paletos —bromeó con cinismo.

—Pero allí va... gente importante. Hijos de aquelarres y... todo eso en plan nobiliario, ya sabes —murmuré—. Los hijos de vacuos siempre estamos en la Torre Sur.

Se suponía que no era así, por supuesto. ¿Los hijos de los ricos en las habitaciones más cómodas y mejor equipadas, segregados del resto de indignos magos que estábamos ahí solo porque lo exige la ley? No, claro que no... Que todos los años asignen a unos a unas habitaciones y al resto a otras al parecer era "pura coincidencia".

Pero no me molestaba. Estaba bien así. Ahora que era muy consciente de que a algunas personas de la otra torre no les caía muy bien, estar cada uno en un sitio parecía lo apropiado para evitar momentos incómodos. Obligarnos a estar todos juntos iba a crear roces innecesarios.

—Oye, puede que sea un cambio a mejor. Tal vez nos ha recomendado Amy. Piénsalo, podremos estar las tres juntas. Y quizás si nos presenta a sus amigas nos den una oportunidad. Somos chicas majas.

Pero allí estaba también Vince... Ya no tendría más lugar donde esconderme de él que mi propio cuarto. A menos que él tuviera alguna forma de engañar al encantamiento de las puertas que impedían el paso a personas del sexo opuesto.

—Además, no hemos valorado la otra opción —añadió Nadia—. Eres una celebridad, ¿recuerdas? Ahora eres presentadora en la radio estudiantil. A lo mejor eso te ha hecho subir puntos para su estándar social —dijo dándome con el codo con una sonrisa cómplice.

Sonreí deseando con todas mis fuerzas mantener la lengua a raya. Si ella supiera que no había conseguido entrar por mérito propio, que se lo debía a Vince... Había sido una estupidez asumir una deuda así sabiendo que jamás podría guardar el secreto si me lo preguntaban.

—Me odian —insistí con desánimo.

—Sí —contestó Nadia sin medias tintas—. Les has echado en cara su elitismo, era de esperar. La gente quiere poder ir por la vida siendo racista, clasista, homófoba, machista y todas las demás variantes, pero sin represalias. Porque si les dices a la cara que lo que hacen está mal pones en duda que sean buenas personas y eso no les mola. Prefieren pisarnos el cuello y que encima les demos las gracias por apretar lo justo para que sigamos respirando pero sin ponernos cómodos.

Suspiré asintiendo con la cabeza. Si tan solo me hubiera callado...

—Habría cierta ironía en morir en una hoguera a manos de magos, ¿no crees? Sería una especie de Juana de Arco de los expósitos.

Palabra de Bruja SilenciadaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt