Capítulo 54: El precio

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El señor Di Fiore tenía razón: todo el mundo tenía un precio. El mío era Vince.

Había intentado analizar mis opciones. Si delataba a Bill, él destrozaría la carrera política de Vincenzo y su reputación contando a todo el mundo que era un mago y que fue él quien me agredió en la academia de magia. Era probable que eso le costara también su amistad con los Montessori y hasta las elecciones a su padre, había mucha gente que saldría mal parada de ello. Y, después de como Vince me había advertido de que saber nuestra condición mágica nos podía poner en peligro, temía que además le pudieran hacer algún daño.

Por otro lado, si guardaba silencio quedaba completamente a merced de Bill y encima eso no me daba garantías de que no se la jugaría a Vince de todas formas más adelante... Pero era la única opción en la que tenía una posibilidad de éxito. En el peor de los casos, quizás conseguiría algo de tiempo hasta encontrar una solución mejor.

Comprendiendo que la decisión estaba tomada, el mayor reto ahora era disimular frente a Vince y Stella.

Me miré en el espejo del baño. Incluso a pesar del maquillaje tenía un aspecto horrible. Esa semana sin apenas comer, sin dormir por las pesadillas y en un continuo estado de miedo se habían cobrado en mi salud y en mi físico como diez años de vida.

—Esto es culpa tuya —murmuré con rencor—. ¿Qué clase de diosa nos maldice a ser sinceros y luego permite que me maldigan obligándome a ocultar la verdad? Y a él, en cambio, le dejas mentir... No es justo.

Tal vez, después de todo, sí que fuera la Diosa de los Magos. Pero solo de los magos de verdad. Hasta los dioses tenían favoritos y al parecer no los elegían en función de su bondad. Tal vez nos llamábamos «expósitos» porque era la propia Diosa la que renegaba de nosotros. Eso explicaría muchas cosas...

Hice un esfuerzo por aguantarme las lágrimas una vez más. Todavía quedaba mucha noche por delante y necesitaría reservar fuerzas. Así que me obligué a sonreír hasta que mi reflejo no pareciera lamentable y volví al comedor, esperando que mi falta no se hubiera notado demasiado.

Al llegar a la elegante estancia, todos estaban de pie, charlando animadamente con copas en la mano. Vince llegó a mi lado antes de que pudiera encontrarle con la vista.

—Has tardado mucho. ¿Estás bien?

Asentí con la cabeza, desconfiando de mi voz. Mentiras y más mentiras. Y solo era la primera de una larga lista que iba a empezar a acumular. Si supiera lo que iba a hacer por él, ¿lo vería como una traición o como el sacrificio que era?

—¿Habéis brindado? —pregunté desviando la atención.

—Pues sí —contestó radiante—. Montessori ha...

De pronto, unos brazos me rodearon y me alzaron en el aire, y no pude reprimir un grito histérico por el susto. Oí su voz antes de ser capaz de enfocar la vista para reconocerle.

—¡Ely! ¡No puede ser! ¿Pero qué haces tú aquí? ¡Cuánto me alegro de verte!

Bill.

Me quedé completamente helada al ver quién me sostenía. Pero no era él... Estaba demasiado diferente. Me bajó al suelo para abrazarme de frente de forma efusiva, como si fuéramos los mejores amigos del mundo y lleváramos tiempo sin vernos. Como si hasta hace unos minutos no me hubiera estado amenazando y extorsionando al fondo del pasillo.

—Ah... Yo... Eh...

Miré a los dos chicos sin saber qué decir. Aquello era surrealista. Quería que se fuera por dónde había venido, mantenerle alejado de Vince para que no tuviera oportunidad de decirle nada inoportuno y, al mismo tiempo, mantenerle aún más lejos de mí. Pero aquella actitud me dejó totalmente desarmada. ¿Estaba borracho?

Palabra de Bruja SilenciadaWhere stories live. Discover now