Capítulo 51: La escena

1.1K 211 7
                                    

—Podrías ir a clases de interpretación.

Suspiré y le di un trago a mi copa de prosecco. La visión de Vince era demasiado práctica para mí, que en esos momentos solo era capaz de agobiarme por la situación. Ahora, a solas en la terraza, parecía increíblemente calmado incluso con la de problemas que le estaba dando.

—No puedo pagarlas —le recordé.

—¿Y si yo...?

—No —le corté.

Después de que su padre intentara comprarme, no podía permitir que Vince gastara lo más mínimo en mí. Aquello sería el colmo.

—De acuerdo, no lo veas como un regalo. ¿Qué tal un préstamo estudiantil? Trabajando para Santoro ganarás dinero y podrás devolvérmelo. ¿Mejor así?

Fruncí el ceño. ¿Sería eso más aceptable?

—Me dejarás devolvértelo o te haré tragarte el dinero. Y lo haré en monedas —amenacé.

Vince se rio y besó mi sien, y aunque no dijo que sí directamente, me lo tomé como un acuerdo tácito porque no quería seguir hablando de ello. Por suerte, mi cambio de tema salió a la terraza como una alegre exhalación.

—¡Ahí estabais! —exclamó risueña Stella mientras se acercaba con una caja en las manos—. Coged una. Son para los que vamos a ir a la mazmorra ahora.

Miré con curiosidad el interior de la caja. Estaba llena de pulseras de goma de tres colores diferentes: rojo, amarillo y verde. Sin mediar palabra, Vince cogió dos de color rojo.

—Lástima —se quejó Stella guiñándole un ojo, más bromista que coqueta—. ¿Sabes para qué son, Honey?

Negué con la cabeza mientras Vince me ponía una en la muñeca que tenía libre y él hacía lo mismo en la suya propia con la segunda. Me fijé en que Stella llevaba puesta una amarilla.

—Hoy habrá mucha gente en la mazmorra y no todo el mundo se conoce, así que para evitar malentendidos y tensiones innecesarias llevaremos esto. Es igual que el código del semáforo: «rojo» significa que no estás interesado en jugar con nadie, «amarillo» que deben pedir permiso primero y «verde» es vía libre.

Miré aliviada la pulsera roja en mi muñeca. Eso significaba que ni siquiera tendría que tomarme la molestia de rechazar a nadie, lo cual era de agradecer. Aunque no entendí la necesidad de aquello.

—Pero si ya llevo collar...

Stella se encogió de hombros.

—Eso no significa nada —aclaró señalando el suyo—. Yo también llevo, pero en las fiestas juego con cualquiera que consiga el permiso de mis Amos. De esta forma nadie se acercará a Vincenzo a pedirle permiso para jugar contigo ni ninguna chica se ofrecerá a él. A más tocamos los demás —bromeó como cierre.

Asentí con solemnidad. Estaba bien pensado. Así la gente podría interactuar directamente con quien le interesara sabiendo lo que cada uno estaba dispuesto a ofrecer. No era una idea muy romántica, pero, después de todo, a aquella fiesta no iban precisamente a socializar.

—Vayamos entrando. Ya están casi todos allí.

Y, sin importarle si interrumpía algo, enlazó su brazo al mío y tiró de mí hacia el interior esperando que Vince nos siguiera.

—¿Estás bien? —murmuró cuando nos alejó unos pasos de él—. Hoy no tienes buena cara.

Agradecí su preocupación y me dejé mimar. Aunque no pudiera hacer mucho más que el italiano, sus energías y su compañía me hicieron sentir mejor cuando le confesé que tenía el ánimo un poco bajo. Al menos tenía una amiga en aquel lugar.

Palabra de Bruja SilenciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora