Capítulo 26: El vino

1.5K 266 26
                                    

Creí que no volvería a verle hasta pasados un par de días, que tras perder los papeles —porque no se me ocurría otra forma de catalogar que me hubiera besado—, querría poner distancia entre ambos. Yo, por mi parte, no sabía lo que prefería.

Tal vez fue porque llevaba varios días durmiendo demasiado y entré en uno de esos bucles donde mis ritmos de sueño se invertían. O quizás fue porque no podía dejar de darle vueltas a la cabeza por culpa del italiano. Pero la cuestión es que ahora me había asaltado el insomnio, dejándome allí, atrapada con mis pensamientos, sin el refugio del sueño para escapar de mí misma.

Iba de la cama al sofá buscando la compañía del televisor. Del sofá a la bañera para sumergirme en el agua y quedarme allí hasta que mi piel se arrugaba. Y tras secarme y vestirme, volvía a la cama para empezar el circuito de nuevo. Y lo único que cambiaba era mi sentimiento de culpa, cada vez más pesado por darme cuenta de que no me había molestado que Vince me besara. Por ser consciente de lo irresponsable que estaba siendo conmigo misma al desear que volviera, al portarme como una tonta con Síndrome de Estocolmo.

Pero yo sabía muy bien que no se trataba de eso. No, seguía enamorada de Vince. Y aunque él no pudiera corresponderme, aunque solo me prestara atención por intriga y no por aprecio, una parte de mí creía que no merecía más que eso y era feliz de conformarse con esas migajas.

Así que, cuando contra todo pronóstico vino a verme de nuevo la noche siguiente, no pude evitar una sonrisa agridulce. La culpa y la felicidad quedaron en tablas en aquella ocasión.

—¿Otra vez el prefecto se está escaqueando de su ronda?

Sonreí por mi propio chiste aunque me sentí bastante estúpida por pensar algo así en una situación como esa, tan fuera de tiempo. Pero Vincenzo también sonrió. Fue una sonrisa pequeña, pero era la primera desde que le había vuelto a ver y ese pequeño gesto calentó mi corazón. Definitivamente me estaba volviendo loca.

Observé que traía una botella de vino y dos copas. Sirvió la bebida y me ofreció una de ellas antes de sentarse en la cama conmigo. Aquello parecía demasiado íntimo, extraño después del día anterior. Pero no quería romper el momento pensándolo demasiado.

—¿Celebramos algo?

—Tal vez —contestó misterioso. Chocó su copa con la mía y la llevó a sus labios tras decir: —Salud.

Imité su gesto con una débil sonrisa, aunque no pude evitar desconfiar de sus intenciones. Tal vez pretendía emborracharme. Quizás su plan era que tras el maltrato emocional venía ese truco sucio para sonsacarme la información. Sin embargo, acallé ese miedo con un trago aún más largo del licor afrutado. Si era lo que pretendía era libre de intentarlo.

—¿Te gusta?

Me encogí de hombros, paladeando el sabor que me había dejado en la boca. No entendía de vinos, ni de alcohol en general. Beber te deja vulnerable. Era curioso que con él me sintiera lo bastante segura como para beber aunque fuera la persona de la que más tenía que protegerme en ese momento.

—Creo que sí... No sé nada de vinos —reconocí con humildad.

Seguro que él era un experto. Era algo muy propio de gente rica. En las películas siempre hacían catas de vino con queso con las vistas de hermosos viñedos de fondo. Me pregunté si su familia tendría viñedos o algo así pero no me atreví a preguntar por miedo a sonar estúpida creyendo esos clichés.

—No has intentado escapar —murmuró.

No había pregunta alguna pero su tono dejaba entrever totalmente la intriga. Su vista abandonó el líquido rojizo de su copa para centrarse en mí con interés. Y yo, por acto reflejo, bajé la vista a mi propia bebida.

Palabra de Bruja SilenciadaWhere stories live. Discover now