Capítulo 43: La bofetada

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Vincenzo se había marchado hacía apenas un par de horas y ya sentía la pesadez de saber que tendría que esperar hasta el sábado para volver a verle, aunque había prometido intentar volver lo antes posible.

En cierto modo, sabía que necesitaba unos días para reflexionar sobre lo ocurrido, y que lo mejor para eso era tener algo de espacio sin él. Su presencia me intoxicaba —en el buen sentido de la palabra—, haciéndome creer que podía soportarlo todo por él, por el amor que le profesaba. Sin embargo, era consciente de que la decisión que tenía delante era muy seria y debía hacerla a solas, sin el juicio nublado por sus atenciones.

Pero eso no quitaba que deseara con todas mis fuerzas más días como el anterior, simplemente entre sus brazos y sin tener que pensar en nada.

—¿Están mejor las cosas?

Removí el café con desgana, sin demasiado apetito por tomarme nada de lo que me habían preparado para desayunar. Dante me hacía compañía en aquel salón junto al jardín como todos los días en ausencia de Vincenzo y todavía me resultaba raro mirarle sin que se me notara en la cara que sabía su triste pasado.

Ahora entendía mejor la lealtad y el vínculo que se guardaban mutuamente, e incluso el carácter de ambos, pero no podía evitar preguntarme si eso significaba que Vince nunca confiaría en mí como lo hacía en él. Y, al mismo tiempo, me sentía estúpida por estar compitiendo con su amigo, como si no pudiera albergar lealtad por más de una persona a la vez.

—No lo sé... Creo que sí, pero... —Suspiré con pesadez, sintiéndome aún sin fuerzas pese a las horas de descanso—. Ahora le toca mover ficha a él. Parece que por fin se ha hecho consciente de la situación... Así que... No sé, creo que voy a darle algo de tiempo.

Dante asintió. Parecía satisfecho con mis palabras, pero como no era muy expresivo no podía estar segura.

—Dante... ¿Te puedo preguntar algo? —tanteé.

—Prueba.

Dejé de remover el café para mirarle fijamente.

—¿Por qué no me dijiste que estaba prometido?

Lejos de parecer culpable, se encogió de hombros con indolencia.

—No era asunto mío decírtelo.

No era una respuesta inesperada, aún así abrí la boca estupefacta.

—Y, sin embargo, me dijiste que estabas convencido de que sentía algo por mí. Sabiendo que se iba a casar con otra.

Traté de sonar neutral, pero la molestia se filtró en mi voz. No podía evitar sentirme engañada. Aquello había estado mal.

—¿Qué tendrá que ver?

Abrí los ojos de par en par, tan sorprendida como él interrogante. Y lo peor era que no parecía estar hablando en broma.

—Pues... ¿todo? ¡Estabas alentando una infidelidad!

Resopló con sorna y anduvo hasta la puerta de cristal del salón para abrirla. Se apoyó en el marco y sacó su cajetilla de tabaco para poder fumar, dejando la mano fuera para que el humo no entrara en la habitación. 

Dante no solía fumar delante de mí salvo cuando ya llevábamos muchas horas juntos, así que parecía que empezaba a sentirse cómodo conmigo para saltarse las reglas. Lo suficiente como para darme explicaciones.

—Mira, Honey, estos matrimonios son todo politiqueo. Son de papel. Como los de los reyes, ¿me explico? Vinnie se casará con la hija de los Montessori porque es algo que beneficia a ambas familias, no porque se quieran. Todo el mundo sabe que Vinnie no va a serle fiel, igual que no esperan que lo sea ella. Pero tienen la cortesía de disimular en público porque a la gente le gusta fingir que todo es perfecto.

Palabra de Bruja SilenciadaWhere stories live. Discover now