Capítulo 15: El amago

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El espejo me devolvió una imagen lastimera. Tenía ojeras, los ojos hinchados y el cuello... Maldita sea, eso era lo peor. Tenía un moratón enorme en el hombro donde me había mordido Vince. Acaricié la marca, sintiéndome aún peor. El día anterior habría amanecido con una sonrisa; sintiendo el morbo de llevar el cuerpo marcado por él, de tener que esconderlo de Nadia y que nadie supiera que bajo la ropa tenía algo que me unía secretamente a él. Pero ahora...

Ahora el dolor no despertaba ningún tipo de excitación en mí, solo era un eco de mi corazón.

Me reajusté la camiseta del pijama para dejar de ver la marca y me volví a la cama. Nadia seguía dormida, ya que ella no se arreglaba para ir a clase. Yo siempre era la primera en pie.

Por eso, cuando al despertar me encontró todavía en la cama, se preocupó. Traté de hacerme la dormida pero Nadia no me dejó huir del problema.

—¿No vas a ir a clase?

Ni siquiera encontré fuerzas para resistirme un solo segundo. La palabra escapó de mis labios, poniendo en evidencia que estaba completamente despierta:

—No —murmuré débilmente sintiendo la congoja acudir de nuevo ahora que no tenía que seguir disimulando.

Vi el debate entre insistir y dejarlo estar en su silencio. Parecía reacia a dejarme sola pero era demasiado responsable como para no ir a clase. Decidí ponérselo fácil.

—No necesito compañía. Solo quiero dormir.

Pero no le bastó. Se sentó en la cama y me puso la mano en el hombro, dándome su apoyo una vez más de forma tácita. Aunque ahora nada me consolaba. La tristeza había acaparado por completo mi interior y rebosaba en mi expresión afligida.

—Si quieres le digo a Amy que ha sido un capullo contigo. Seguro que le da un puñetazo y lo tira a la fuente del jardín interior. Se merece como mínimo un ojo morado y coger un resfriado por haberte hecho llorar.

Sonreí débilmente. Sí, seguro que Amy me defendería porque era una de las personas más leales y buenas que había conocido. No permitía que ningún compañero se metiera con nosotras delante de ella, así que aún menos se quedaría de brazos cruzados creyendo que alguien me había hecho daño.

Pero, si era sincera, el daño me lo había hecho yo sola. Y de ese enfrentamiento únicamente saldría que todos supieran las perversiones que había hecho con el italiano. No tenía nada que ganar y sí mucho que perder. No podría soportar que todos me miraran como a una fulana.

Después de todo, eso es lo que había sido. Vince me había dado un servicio y yo había pagado con mi cuerpo. Quizás todo el tiempo había querido creer que era más que eso solo para no sentirme tan mal por estar prostituyéndome. Cuanto más lo pensaba, más claro veía que él tenía razón: todo había sido una fantasía mía.

—No vale la pena. Me lo he buscado yo sola. Debí haberte hecho caso.

—No —dijo con tanta firmeza la bruja que me hizo enfrentar sus ojos castaños. Me miraba llena de determinación y fiereza—. No digas eso ni en broma. No sé qué ha pasado ni me importa, pero no voy a dejar que te haga creer que la culpa es tuya.

Le sonreí con agradecimiento pero sus palabras no hicieron mella en mí. Ella no sabía las cosas que había hecho, las perversiones de las que había sido partícipe. Seguramente ni siquiera entendería cómo había podido enamorarme de alguien que me azotaba y me humillaba. A ratos, cuando me lo decía en voz alta, ni siquiera yo lo podía comprender. Pero sentía que las palabras no terminaban de abarcar lo que ocurría entre el italiano y yo...

No. Lo que yo creía que ocurría. Porque había quedado claro que no estaba ocurriendo nada salvo en mi cabeza.

* * * *

Palabra de Bruja SilenciadaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum