Capítulo 33: El premio

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—... y no me hagas hablar de la ropa que nos obligaban a ponernos en los rituales. ¡Oh, por favor, la ropa! Mira, sí que voy a hablar de la ropa...

Vince se doblaba de la risa. La botella de vino, a punto de ser acabada, estaba junto a nuestras copas semivacías en la mesilla y, por lo menos a mí, el efecto se me empezaba a notar. La cena no había sido suficiente para rebajar el alcohol y ahora nos reíamos tirados en la cama como tontos. Jamás le había visto tan desinhibido y eso me hacía seguir y seguir con mi perorata para continuar divirtiéndole.

En un momento dado, sonaron unos golpes en la puerta. Nadie nos había molestado en todo el día salvo cuando habían traído la comida, así que me giré hacia él sin tener muy claro qué hacer. Vince miró la puerta con el ceño fruncido así que me tensé ligeramente. Yo estaba desnuda y él llevaba la bata puesta nada más. Habíamos pasado todo el día sin ropa y no la habíamos echado en falta hasta ahora.

—¿Me visto?

—Iré a ver quién es.

—¿Y si es tu padre? —pregunté alarmada.

A buenas horas recordaba que llevaba todo el día gimiendo a gritos con más gente en la casa. La idea de que su padre se hubiera hartado de oírnos y viniera a aporrearnos la puerta para exigirnos mejores modales me dejó pálida.

—¿Y si lo fuera? —preguntó medio en broma Vince.

Pegué un gritito histérico y me tapé con la colcha hasta la cabeza antes de saltar al suelo para esconderme usando la cama de parapeto.

—¡Espera! —susurré a gritos, como si aún pudiera fingir que no estaba allí—. ¡Espera, me esconderé debajo de la cama!

Vince rompió a reír de nuevo y fue a abrir la puerta, donde ya sonaban golpes insistentes por segunda vez. Yo me asomé desde detrás de la cama, preparada para agazaparme de nuevo si era preciso.

—¿Va todo bien?

—¡Rápido, Elyse! ¡Es él! ¡Escóndete! —se burló Vince aún entre risas aunque reconocí claramente la voz de Dante.

—¡Malo! —grité lanzándole un cojín que impactó cerca de su cabeza pero no llegó a darle.

El italiano se partía de risa mientras yo seguía escondida detrás de la cama, ahora para que no me viera Dante desnuda. Eso si es que le quedaba algo por verme tras tantos días vigilándome por las cámaras.

—¿Vinnie? —insistió Dante.

Vince le dio una palmada en el hombro, sin disimular su buen humor.

—Está todo bien. ¿Estamos haciendo mucho ruido?

Dante parecía confuso por lo que veía, como si segundos atrás hubiera oído disparos y ahora encontrara risas. No entendí su preocupación pero quizás era el vino el que no me dejaba pensar con claridad.

—Lo normal... —respondió torpemente.

—Oye, ¿podrías traerme un rotulador o algo del estilo?

Si antes estaba confuso, ahora le veía claramente la cara de desconcierto. Murmuró que lo traería enseguida y, en apenas un par de minutos, estaba de vuelta con él en la mano. Nos lanzó una mirada intranquila a ambos y nos informó de que estaría fuera, como si fuéramos a necesitar ayuda. 

Pero Vince le despidió con un gesto de la mano, sin siquiera mirarle. Sus ojos estaban clavados en mí desde que Dante fue a por el rotulador y ahí seguían, mirándome con esa tranquila dulzura que cosquilleaba en mi estómago.

—Sube a la cama —dijo mientras volvía a mi lado, quitando el tapón al rotulador.

Le miré escandalizada, igual que si esgrimiera un cuchillo.

Palabra de Bruja SilenciadaNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ