Capítulo especial: Vincenzo (II)

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A principios de semana...

Le di una vez más al play en el reproductor. La preciosa inglesa apareció de nuevo sentada tras una mesa junto a un joven bastante atractivo. Recolocaron los papeles frente a ellos y se aclararon la garganta. Él se veía tranquilo y seguro, sonreía a la cámara con confianza; pero ella empezó a temblar visiblemente, mirando a todas partes excepto al frente. Tenía los hombros caídos y se encogía sobre sí misma, como si tuviera la esperanza de hacerse pequeña y desaparecer. Parecía que sufriera algún tipo de fobia social.

«Tranquila, Honey, solo va a verlo el profesor. Relájate» dijo una voz femenina junto a la cámara.

Elyse fingió una sonrisa terrible y asintió toscamente con la cabeza. No había ninguna gracia ni elegancia en sus movimientos. A pesar del maquillaje se notaban sus ojeras, y sus facciones se veían angulosas comparadas con la cara más redondeada y aniñada que tenía en la academia. 

Era el mismo aspecto que lucía cuando la encontré por las calles de Londres, aunque para ese entonces su mirada estaba aún más apagada. Según mis informes, para ese entonces ya había dejado la universidad y no era difícil adivinar por qué viendo aquel estropicio.

«La... la cafetería de... del campus... Eh... P-Perdón, he perdido la línea» se disculpó con una risa nerviosa.

Paré el vídeo y me concentré en su expresión. Parecía a punto de echarse a llorar. No reconocía en ella a la misma chica que años atrás había tenido su propio programa de radio. Que se maquillaba a diario y se levantaba antes de tiempo para llevar el peinado perfecto, que disfrutaba de las miradas ajenas, de ser el centro de atención. 

La Elyse que yo conocía no habría tenido problemas para grabar ese vídeo y añadir un par de comentarios ingeniosos de su propia cosecha, sin miedo a improvisar. Su naturalidad era refrescante por su combinación de gracia e inocencia. Pero aquella chica que había en el vídeo no era ni su sombra. No era capaz de entender qué había pasado para que se diera tal cambio.

—¿No deberías estar terminando una montaña de papeleo?

La voz de Dante me pilló por sorpresa. Ni siquiera le había oído entrar. Me enderecé en el asiento aunque él se tiró sin elegancia alguna en el sillón frente a mi escritorio.

—Esa chica debe de ser la hostia en la cama para tenerte tan obsesionado.

Le lancé una mirada de advertencia pero mi amigo se limitó a encogerse de hombros como respuesta.

—Es la verdad.

Ciertamente estaba obsesionado. Llevaba varios días viendo una y otra vez esos vídeos de su fracaso universitario en cada momento libre que disponía. Como si esperara alguna revelación, encontrar alguna pista que estaba pasando inadvertida. Por ahora solo tenía vergüenza ajena.

—No te pago para que opines sobre mi vida personal. ¿Me traes algo más?

—No, me pagas para que haga de niñero —protestó poniendo una memoria USB sobre la mesa—. Lo acaba de traer Costa. Dice que es todo lo que ha podido encontrar hasta ahora.

Antes de dejarle terminar de hablar ya estaba conectando la memoria extraíble al ordenador. Sin importarme que Dante estuviera allí, empecé a indagar en la información. Era la persona en la que más confiaba después de mí mismo, —razón por la cual le había confiado el cuidado de Elyse—, por lo que no me importaba que viera el contenido de aquel dispositivo. Seguramente incluso ya sabría lo que había dentro ya que hacía de intermediario con Costa.

Hasta ahora habían recabado mucha información para mí, incluida la más delicada: extractos bancarios y documentación médica. Lo había repasado todo de arriba abajo para hacerme una idea lo más exacta posible de los cuatro años y medio que desconocía de la vida de Elyse, pero aquella información nueva no aportó mucho. Eran grabaciones de las cámaras del circuito cerrado de la policía. Era normal que le hubiera costado conseguirlo más que todo lo demás, e incluso así había sido un tiempo récord.

Palabra de Bruja SilenciadaWhere stories live. Discover now