Capítulo 36: La boda

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Estaba tan feliz. No, más que eso, no hay palabras para expresar lo radiante que me sentía. La noche anterior había sido un sueño, que sin duda había acabado siendo un paraíso al poder dormir abrazada a Vince, juntos en su cama de nuevo.

Al despertarme estaba sola en la habitación, pero no importaba porque era el día de la boda de Amy y no había nada que me hiciera pensar que la ausencia de Vince a mi lado tuviera algo que ver. Saber que además iba a venir conmigo fue la guinda. Parecía que mi hada madrina me hubiera concedido el deseo al fin: tenía el vestido, el príncipe y puede que no un baile, pero sí una boda. Todo era perfecto.

O casi... Lo cierto era que me daba rabia que Vincenzo fuera con el aspecto de Dante. Sentía que era incorrecto tratar de tocarle de cualquier forma en ese cuerpo que no era el suyo. Pero tras la noche anterior no podía hacer otra cosa más que pensar en obscenidades, una detrás de otra. El viaje podría haber sido mucho más ameno si Vince no hubiera tenido tanta prisa por cambiarse la cara.

Aun así estaba contenta. Conversaciones profundas y desagradables aparte, aquel prometía ser un gran día. Y, por un momento, me permití fantasear con que disfrutaba de mi compañía e ignoré la sospecha de que lo hacía solo porque no se fiaba de dejarme sola. Quise pensar que el collar en mi cuello marcaba un cambio de paradigma en nuestra relación mucho más allá del plano sexual.

—Préstame tu móvil.

Extendí la mano esperando que lo hiciera sin dudar. Íbamos muy atractivos. Vince habría estado mejor en su propia piel y no con la cara del gruñón de Dante, pero aun así quería una foto para recordar aquel momento. Sobre todo porque me apetecía tener un recuerdo de mí misma con ese collar. Sospechaba que para cuando me diera acceso a mi propio móvil ya no tendría ese collar al cuello y quería una imagen a la que recurrir en la nostalgia. Ya le pediría más tarde que me la pasara, aunque quizás podría repetirla cuando no saliera Dante en la foto sino él de verdad.

—No.

Fue tan borde que parecía que le hubiera poseído el espíritu del propio Dante. Quizás iba incluido el mal genio con aquella cara.

—Solo quiero hacernos una foto —insistí sonriente—. ¿Qué crees que voy a hacer? ¿Cotillearte los mensajes?

No dijo nada. Tan solo giró la cara para mirar a la pantalla que teníamos para entretenernos, fingiendo que prestaba atención a una película que habíamos ignorado todo el tiempo, y eso dolía. Lo había dicho completamente en broma, pero al no desmentir mis palabras las estaba convirtiendo en ciertas.

Me negué a entrar en una discusión por una foto. Estaba yendo a la boda de una de mis mejores amigas y no iba a estropear mi buen humor. Me había salido con la mía y él me estaba haciendo un favor acompañándome; haría un esfuerzo por los dos. Así que decidí ir por otro camino.

—¿Con qué nombre debo presentarte? ¿Diremos que eres un mago extranjero o un vacuo? Aunque si decimos que eres británico empezarán a preguntar por tu apellido... Y la verdad es que no tienes pinta de británico aunque te hayas borrado el acento.

—Me es indiferente —zanjó con desinterés, vista fija en la película.

—Podría decir que eres Vincenzo jugando a los espías.

Aunque mi tono era juguetón, se giró para mirarme muy serio. Su mirada perforó la mía haciéndome comprender que Dante aún no me había mirado con tanta amenaza como era capaz.

—Solo bromeaba... —murmuré bajando la vista.

Mi fantasía se volvió calabaza. Ilusa de mí, había creído que algo cambiaría entre los dos al darme el collar. Que sería más dulce y confiado como en el pasado. Pero era un collar, no una máquina del tiempo. Aquel era el nuevo Vincenzo y haría bien en hacerme a la idea y dejar de esperar a que volviera a ser el de antes. Debía dejar de esperar que cada momento dulce a su lado significara que no volvería a ser distante y hosco después. Ahora eran así las cosas.

Palabra de Bruja SilenciadaWhere stories live. Discover now