Capítulo 28: El juego (I)

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Contemplé el laberinto de setos frente a mí. Era enorme y, al ser de noche, la oscuridad le daba un aire lúgubre. Había algunas luces puestas en los parterres, pero apenas las suficientes como para evitar tropezar. No estaba segura de si las suficientes como para que desde la mansión alguien pudiera vernos.

No se me escapó el detalle de que era muy parecido al de Wrightswood; aunque este, por supuesto, no estaba encantado. Tal vez por eso le gustaba tanto aquel lugar a Vincenzo cuando estábamos en la academia, porque le recordaba a su hogar. Pensar en eso era mejor que hacerlo en el hecho de que estaba desnuda en el jardín y en que la brisa nocturna erizaba mi piel en contraste con la agradable temperatura del verano.

En lo que no podía dejar de pensar era en que la última vez que estuve en un laberinto con Vince algo se rompió entre nosotros. Tal vez era una señal, la oportunidad de arreglarlo.

—¿Te gusta?

El italiano estaba a mi lado y me evaluaba con la misma atención que yo ponía al escenario ante mí. A pesar de que solo yo estaba sin ropa me mantuve erguida y no hice ademán de cubrirme. Aquella desigualdad era lo habitual entre nosotros, tanto que me sentía incluso cómoda de esa forma: indicaba que todo estaba bien entre ambos. Al menos, por el momento.

—Me gustará más si no me pierdo dentro —sonreí con descaro.

Vince me devolvió la sonrisa, visiblemente relajado. Parecía que habíamos podido borrar el día anterior de nuestro historial y eso estaba bien. Fuera lo que fuese lo que iba a pasar ahora, esta vez no lo fastidiaría.

—Bien, empecemos el juego.

* * * *

Aquel día, por la mañana...

No me quería mover de la cama. Me había pasado la noche intercalando el sueño y el llanto, y cuando llegó el amanecer, y con él la visita de Dante para traerme el desayuno, simplemente me quedé en la cama y le ignoré.

No quería desayunar. No quería ver a nadie. Estaba demasiado cansada de todo. Había perdido mi última oportunidad con Vincenzo, Dante se negaba a ayudarme pero seguro que le habría contado que me había puesto como una loca cuando vino a soltarme a la mazmorra y, en definitiva, ya no me quedaban fuerzas.

Ahora, al preguntarme por una buena razón para levantarme y seguir luchando contra el mundo por vivir un día más, sencillamente no encontraba una respuesta. Harta de no ser más que un chiste para entretener a algún dios cruel, me quedé en la cama abandonándome a la inexistencia del sueño.

Así que estaba dormitando cuando una mano me zarandeó arrancándome un grito por el sobresalto. Dante había entrado en el dormitorio. Me apreté la colcha contra el cuerpo, sin entender lo que estaba pasando pero asustada igualmente por la intrusión.

—No has desayunado.

Hice una mueca. Tenía que ser una broma. ¿Me había despertado solo por eso?

—Déjame en paz —protesté con tedio, intentando darme la vuelta para volver a dormir.

Pero Dante no parecía dispuesto a aceptar mi respuesta.

—Es casi medio día —replicó como si me debiera a algún tipo de horario—. Aséate y ocúpate de esto de una vez.

Y dejó caer sobre la cama una carpeta azul. Miré el encargo y a él alternativamente, incapaz de entender aquello. ¿Ahora tenía deberes? Él miró su reloj de pulsera antes de seguir hablando:

—Tienes... dos horas y media para estar lista y tener eso terminado.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué pasa en dos horas y media? —exigí inquieta.

Palabra de Bruja SilenciadaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum