Capítulo 50: Los secretos

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El resto de la semana fue bastante más tranquilo.

Asustada de haber perdido el control sobre mi voz de nuevo, me encerré en mi habitación. Demasiado temerosa de que cualquiera me hablara, como cuando era una niña. De acabar exponiendo sin querer cualquiera de los secretos que debía guardar a toda costa.

Hasta que decidí que, si de verdad había perdido el control de nuevo, necesitaba saberlo. Era peligrosa para Vince en ese estado. No podía estar cerca de él si a la mínima podía confesar por accidente que era su sumisa o que éramos magos. Así que, a mitad de semana, fui a hablar con Dante para tratar de averiguarlo.

Casi lloré de alegría cuando me preguntó cómo estaba y fui capaz de guardar silencio, haciendo que el italiano me mirara con preocupación. Todo estaba bien. Me convencí de ello con todas mis fuerzas. Debía de haber sido un lapsus, habría contestado de forma automática porque estaba distraída. La maldición estaba bajo control. Tal vez, después de todo, la Diosa, en su infinita bondad, decidiera que una maldición por persona ya era carga suficiente.

Así que, cuando por fin me sentí a salvo, fui capaz de analizar con más detenimiento mi conversación con Spencer.

Estuve bastante molesta al principio, la verdad. Sabía que Vince había estado husmeando en mi pasado tras lo que dije en la boda, pero no esperaba que hubiera tomado cómplices. Aunque admito que Stella tuvo mucho que ver en cómo me calmé el enfado. Ella había sido la voz de la razón en un momento en el que tan solo atinaba a sentirme traicionada y furiosa.

—¿Pero cuál es el problema? —preguntó tras dejarme despotricar unos minutos—. También estás tú contándome tus problemas con él, ¿no? Es normal contar estas cosas a los amigos.

Torcí el gesto. Eso sonaba coherente, pero, por alguna razón, no terminaba de convencerme. Sentía que no era lo mismo.

—¿Es porque es una chica en lugar de un tío? —tanteó.

—¡No! —respondí ofendida. Sin embargo, imaginarme la misma situación siendo a Dante a quien se lo contaba todo, me parecía menos molesto. Al final, hice una mueca—. A lo mejor sí... ¡No lo sé! —suspiré irritada conmigo misma y con la situación. Dejarse llevar por el enfado era mucho más fácil que analizarlo y buscar el verdadero problema.

Stella sonrió con aire maternal y dio un largo trago a su granizado, dejándome unos instantes de silencio con mis pensamientos mientras me aclaraba.

—Quizás es que ni siquiera sabía que eran amigos... Y ahora resulta que ellos son tan cercanos que comentan mis problemas a mis espaldas.

—Deberías alegrarte por él. No parece el tipo de persona que tenga muchos amigos. Así que está bien que tenga a alguien en quien confíe tanto como para contarle sus problemas contigo.

Sacudí la cabeza. No, no era eso. No temía que Vince fuera a dejarme por Spencer o algo así. De hecho, era esperanzador que tuviera más amigos además de Dante. Pero... Maldita sea, ella era muy inteligente. Ambos lo eran... ¿Y si entre los dos averiguaban lo que estaba ocultando? El sentido común intentaba decirme que era imposible, pero no confiaba tanto en mi propia suerte. Y ellos eran tan brillantes como tenaces. Si hubiera cualquier forma de averiguar mi secreto, entre los dos darían con ella y entonces...

La angustia en mi pecho me confirmó que era miedo, y no celos, lo que me estaba torturando.

—Es que... hay cosas que preferiría que no se supieran... Yo... Hay un tema que...

Maldita sea, ni siquiera sabía cómo explicarle, sin hacerlo realmente, que había algo que no podía dejar que Vince supiera bajo ningún concepto. Y a ella ni siquiera podía explicarle que era bruja.

Palabra de Bruja SilenciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora