Capítulo 10: El incidente

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—Vamos, cuéntamelo todo. ¡Estoy deseando oír lo que hay entre Di Fiore y tú!

Ese fue el saludo de Amy mientras se sentaba sin preguntar en la mesa del comedor donde Nadia y yo estábamos almorzando con nuestros amigos de la Torre Sur. Nadia había sido más optimista que yo en sus intentos por simpatizar con nuestros nuevos compañeros, y de hecho aún trataba de socializar cuando le surgía alguna ocasión pese a su poco éxito; pero a la hora de comer siempre nos sentíamos más cómodas entre "los nuestros".

Amy recibió algunas miradas desaprobatorias de sus amigos de la Torre Norte por juntarse tan públicamente con nosotros pero nadie se atrevió a decir nada. Ella sí era uno de los suyos después de todo; como mucho le caerían las críticas a la espalda. Y, si era así, no parecía importarle lo más mínimo.

Pero mi preocupación estaba muy lejos de poder catalogarse junto a los problemas de siempre. Debí suponer que la bruja no dejaría pasar el tema después de vernos a Vince y a mí juntos en Adivinación. Y, asustada de ver peligrar mi secreto tan pronto, noté como el rubor me traicionaba.

—¡Oh, por la Diosa! ¡Estáis saliendo! —se precipitó en aventurar al malinterpretar mi reacción.

—¡No! No, no, no, nada de eso.

Había gritado demasiado. Miré con nerviosismo a la mesa contigua, donde Vince estaba comiendo con algunos chicos de la Torre Sur. Él siempre se sentaba donde le apeteciera, codeándose indistintamente con gente de ambas torres.

El italiano no se giró en nuestra dirección así que di por hecho que no había oído los gritos de Amy. Pero los que sí se giraron fueron Nadia y Brian, que no disimularon en absoluto su interés por la conversación.

—¿Estás saliendo con...?

Nadia recordó a tiempo parar la pregunta, pero su expresión no era ni de lejos tan alegre como la de Brian y Amy.

—Vaya, qué callado te lo tenías —metió cizaña el escocés.

Mi sonrojo fue a más del agobio de verme en ese malentendido, haciéndome parecer aún más culpable de los cargos. Si supieran en realidad lo que me traía con el italiano...

—No, de verdad que no. Somos... amigos.

Sí, supongo que eso era bastante cierto. Después de todo ya nos contábamos intimidades, ¿no?

—¿Amigos? ¡Venga ya! —insistió la pelirroja—. ¡Mínimo estáis tonteando a saco!

—Así que por eso me pediste apuntes para el trabajo del otro día. Querías impresionarle con el trabajo de Ainsworth —ató cabos Brian.

—¿Pero de dónde os sacáis esas cosas? En serio, no es nada de eso. Sí que hablamos más últimamente y... nos llevamos bien —dije encogiéndome de hombros—, tenemos... cosas en común. Y por eso pasamos el rato.

Sonaba bastante coherente pero no les bastó. Sus miradas eran suspicaces, sobre todo la de Nadia, que se entremezclaba con preocupación.

—No habrás hecho un trato con él...

La sonrisa bailó en mis labios, poniendo en peligro mi credibilidad. No podía negar aquello, aunque tampoco admitir la verdad. La miré durante un par de segundos, pensando cómo escapar de esa encrucijada, pero ella no necesitó oír más.

—Honey, no... —murmuró con visible angustia, haciéndome sentir mal por preocuparla.

Amy, en cambio, torció el gesto con visible desilusión.

—No estamos saliendo, pero tampoco le he vendido mi alma al diablo. Es un amigo y me hizo un favor, tampoco es para preocuparse —resumí tratando de quitar hierro al asunto.

Palabra de Bruja SilenciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora