Sirius casi parecía dispuesto a transformarse y atacarlo allí mismo. Se estaba haciendo la idea de saltarle el encima convertido en lobo para callarlo de una maldita vez. Pero ni bien sus agudos oídos escucharon los pasos de Harry acercarse, sacudió la cabeza, calmó ese impulso y durmió a su lobo interno, detestando la forma en que Snape lo miraba. Cuando el joven se presentó en la sala, con el pelo mojado y ya listo para salir con su padrino, Black prácticamente saltó del sillón y se acercó a su ahijado. El joven sí lo abrazó, pero Sirius no sintió su abrazo igual que el que le dio a Snape el día que fue a buscarlo a su casa. Ese día, Harry casi literalmente se había lanzado sobre su rival, pero con él fue mucho más sutil. No quería parecer un obsesivo que se fijaba en las mínimas cosas, pero no lograba evitarlo.

Notó la sonrisa burlona de Snape y tuvo que evitar apretar en su abrazo a Harry cuando la ira recorrió su ser.

- ¿A qué hora regresarán más o menos?-preguntó Severus, conteniendo lo mejor que pudo una burla.

-Cuando Harry quiera, por supuesto-respondió Sirius, bruscamente-. Harry, ¿salimos ahora?

-Ehh... Sí, está bien-contestó el joven, casi con duda.

Cuando Severus se puso de pie, Harry lo abrazó por la cintura para despedirse y Severus miró con suficiencia a Black, quien parecía estar por descomponerse.

-Harry, vámonos. Los Weasley nos esperan.

-Oh. De acuerdo. Nos vemos más tarde, señor.

-Adiós, Harry.

Cuando el joven atravesó el Flu para ir a la casa de los Weasley, Sirius se volvió hacia Severus y las miradas de ambos parecieron conectarse por una fina corriente de energía que estaba dispuesta a estallar a la mínima provocación. Ninguno se atrevió a hablar y Black terminó por gruñir y finalmente, cruzar el Flu. Snape suspiró de alivio cuando por fin se marchó. Convocó una poción Calmante y al beberla, sintió que cada músculo de su cuerpo se relajaba de golpe. Acto seguido, se dirigió a su escritorio y sacó la pequeña botella de whisky, dio algunos tragos y la guardó nuevamente. Se comenzó a sentir mejor.

Bueno, aprovecharía ese tiempo para conseguir unos ingredientes nuevos para sus pociones, investigar un poco y luego le escribiría a Minerva. La anciana le había dicho que podían encontrarse si lo necesitaba. No estaba muy seguro de querer visitas en ese momento, pero una charla mediante cartas sonaba bien para ambos.

Sonrió torpemente, producto del alcohol mezclado con la poción calmante, al pensar en ella. Minerva era uno de los pilares más importantes que tenía en su vida. Sentía que le debía mucho tanto como a Albus e incluso a los colegas que fueron a verlo cuando estuvo con una racha considerable de depresión. Nunca se lo diría en la cara a nadie, pero si podía demostrarlo de otra forma, siempre estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por ella.

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Sirius y Harry fueron recibidos en la casa de los Weasley por una feliz Molly. Besó ambas mejillas y de Harry y abrazó a Sirius. Los hermanos bajaron rápidamente las escaleras y Ron fue el primero en abrazar a su amigo. Harry sonrió de oreja a oreja y rodeó la espalda de su mejor amigo haciendo puntillas, ya que el pelirrojo había pegado unos estirones más que él. Ginny fue la próxima en saltar sobre él. Harry le preguntó cómo se sentía, comentando que Ron le dijo que estuvo enferma, y ella contestó que mucho mejor, aunque hasta el momento no había seguido comiendo tantos dulces y postres como antes. Los gemelos, por su lado, salieron de atrás y los asustaron, gritando un saludo casi tan fuerte como la voz de su madre cuando se enojaba.

Percy no estaba. Nadie sabía bien adónde había ido, pero estaban tranquilos. Pasaba regularmente y siempre volvía a la hora de la merienda o cena. Molly sospechaba que se estaba viendo con una chica.

Siempre contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora