Miró hacia una esquina y notó que Hedwig estaba parada en el escritorio, mirando por la ventana. Sabiendo lo bien que lo entendía, le preguntó si quería salir a estirar sus alas, pero ella hizo algo parecido a sacudir la cabeza para negarse y se posó casi en al borde. Ahí lo entendió: como Snape se había ido, ella le estaba haciendo compañía, igual que lo hacía cuando estaba en Privet Drive. Luna le mencionó en muchas ocasiones que las lechuzas como Hedwig podían tener actitudes muy protectoras con sus dueños, así que no sería una sorpresa si se comportaba de esa forma muy a menudo.

Giró la cabeza bruscamente al oír el rugido del Flu y supo que su profesor ya iba a regresar. Un segundo después, el hombre de negro salió majestuosamente de la chimenea, con su túnica ondeando detrás de él. El joven siempre se había preguntado si usaba algún hechizo para la tela se moviese de forma dramática. Tuvo que contener una sonrisa al pensarlo.

—Bienvenido, señor—lo saludó Harry, dejando el libro a un lado y poniéndose de pie.

—Hola, Harry. ¿Cómo has estado?

—Muy bien, señor. Estuve leyendo y haciendo otras cosas.

Severus se dirigió a la cocina siendo seguido por el joven. Al ver el lugar impecable, preguntó:

— ¿Les dijiste a Dobby y Tara que limpiaran? Yo no recuerdo haberlo hecho.

—Oh, no. Limpié yo—contestó tranquilamente, encogiéndose de hombros—. No quise molestarlos y además, me vino bien. No puedo estar quieto demasiado tiempo, a menos que lea algo.

Severus frunció el ceño y miró el lugar con más atención. Por lo general, no les decía a los elfos que dejasen el lugar «impecable», sino más bien «acomodado». Incluso las manchas que creía imposibles de quitar con magia habían desaparecido. Pero no se había ido tanto tiempo como para que el joven limpiase todo con sus propias manos. Por otro lado, Harry no sería capaz de usar magia sin un mago presente y menos fuera de la escuela.

— ¿Usaste magia?—preguntó de todos modos, sólo queriendo asegurarse de que no lo había hecho.

—No, señor—negó él, abriendo bastante los ojos—. Sé que no debo. Sólo... lo hice como en la casa de mis tíos. No tardé demasiado igual.

—Ya lo veo—murmuró Severus, volviendo a mirar su cocina.

Pensó en la sala y apenas entró, se dio cuenta de que todos los libros estaban acomodados tal y como él solía hacerlo cuando se le empezaron a acumular, pero luego simplemente dejó de hacerlo.

No sabía qué debía decirle en ese momento. ¿Agradecerle? ¿Decirle que no era su deber? ¿Debía preguntarle si tenía que ver con las tareas que estaba acostumbrado a hacer desde que aprendió a caminar básicamente?

—Limpiaste muy bien el lugar. Incluso sacaste las manchas que peor estaban—acabó diciendo de forma seria.

Harry levantó la cabeza y le sonrió ampliamente. No esperaba que le dijera eso, ya que lo general lo único que le decían luego de limpiar era que «se fuese para no estorbar». Casi era extraño escuchar a alguien decirle eso.

— ¿Comiste algo?—preguntó Severus.

Harry negó con la cabeza y luego dijo:

—No. Pensaba preparar algo.

Severus inhaló duramente, aunque Harry pareció no notarlo.

—No hace falta—aseguró el hombre de negro—. Esperáme en la sala. Les diré a Tara y Dobby que preparen algo.

—Está bien...—contestó el joven con cierta duda.

Cuando él se fue a la sala, Severus llamó a sus elfos y les pidió té y algunas galletas o tostada con mermelada y mantequilla. Sabía que Harry prefería más las tostadas. Siempre lo veía en el desayuno con sus amigos, era lo primero que elegía junto con el té con miel. Esperaba que siguiera así. Para él, pidió café con ese toque de licor que siempre lo calmaba y les dejó claro que no debían mencionar nada delante de Harry. Ambos asintieron y se pusieron en ello.

Siempre contigoWhere stories live. Discover now