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Desde el día que llega su recién nacida a casa, un padre vive con miedo. De que algún día se lastime, de que ella algún día lo odie. O, lo peor de todo... que un día ella crezca.
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Después de mi conversación con Nate hace una semana, las cosas empezaron lentamente a volver a cómo eran. No exactamente igual, pero al menos ya no me escondía dentro de las paredes de mi apartamento. ¿Por qué debía ser yo la que deba pasar desapercibida cuando no había hecho nada malo? Además, me sentía más tranquila luego de poner en palabras lo que sentía.
A pesar del dolor, lo que sucedió fue un golpe necesario para recordar lo verdaderamente importante, a lo que debo prestarle más atención: a mí.
Por eso, aquí estoy ahora, saliendo del gimnasio después de estar al borde de la muerte luego de dos horas de entrenamiento. A penas podía coordinar mis piernas mientras salía por la puerta de cristal. Recientemente me di cuenta que el ejercicio es una buena (y saludable) forma de liberar frustraciones, por lo que estuve yendo más al gimnasio. Tampoco es que me vaya a convertir en una fisicoculturista; pero mi abdomen ha estado desarrollando pequeños músculos de los que me siento genuinamente orgullosa. Mi amor por la comida tiene un rival fuerte ahora.
Llamada entrante: Chuck.
— Necesito verte —demandó Chuck, al instante de atender la llamada.
— "Buenos días, Ashley, ¿cómo estás?" Bien, gracias por preguntar —me burlé.
— Es importante, en serio —contestó, ni un atisbo de diversión en su voz.
Huh.
— Acabo de salir del gimnasio. No lo ofreciste, pero acepto totalmente el regalo un servicio de masajes de tu parte —reí, pero solo escuché silencio—. ¿Acaso ocurrió algo con Elizabeth? —fruncí el ceño—. Creí que todo iba perfecto con ella.
Resulta que Chuck había estado pasando mucho tiempo con Elizabeth estos días, una vez que ella le confesó que sus sospechas sobre que era su madre eran ciertas. Él estuvo muy animado últimamente, se notaba a la distancia la alegría que le trajo descubrir que su madre no estaba muerta cómo Bart le hizo creer, a pesar de las razones de su lejanía.
Su felicidad me puso contenta, pero ahora estaba comenzando a pensar que las cosas podían no ser cómo creíamos otra vez.
— Todo va de maravilla. Pero resulta que planearon un sabotaje en mi contra. Varias mujeres del Empire me demandaron... —tomó aire—. Por acoso sexual.
Automáticamente dejé de caminar, maldiciendo internamente por el dolor que se produjo en mis rodillas ante la brusquedad. Pero era lo que menos me importaba ahora.
— ¿De qué estás hablando?
— Obviamente, sabemos que hubo incidentes en el Palace. Pero ese es el hotel de nuestros padres. Yo era un niño. Jamás haría eso ahora... Jamás le haría eso a Blair.
Cerré los ojos, apoyando una mano sobre ellos mientras trataba encontrar las palabras para continuar. Estaba más allá del shock.
— ¿Cómo se te ocurre decirme esto por teléfono?
— Tú eres la mujer productiva —me hizo resoplar. Había tantas cosas cruzando por mi mente en ese momento que ni siquiera podía pensar con coherencia—. Ashley... no lo hice. Tienes que creerme.
La vulnerabilidad en su voz no es algo que oiga todos los días. Soy testigo de la mejora de Chuck en estos años, es cierto que ya no es el idiota mujeriego que solía ser, creo que le encargo a Blair esa madurez. Además, reconozco que se toma su trabajo bastante en serio, lo que convierte poco factible el hecho de que descuide su hotel para sobornar empleadas... De todos modos, estoy un poco confundida por la razón real del escándalo.
— Charles, tienes que prometerme que, sí realmente es falso, nunca te verás involucrado en algo así —murmuré.
Estoy depositando toda mi confianza en él ahora mismo. Es muy importante para mí que lo que sea que responda sea totalmente sincero, me llevaría la mayor decepción de mi vida si no es así. Y no me lo perdonaría a mí misma tampoco.
— Lo prometo —solté el aire que contenía, volviendo a caminar—. Tengo que saber que estarás conmigo esta noche.
La Sociedad Histórica de Nueva York honraría a Bart con una sala hoy, es una gala importante. No podía faltarle a Chuck.
— Cuenta conmigo.
— Lo agradezco. Posiblemente los medios comiencen a hablar en breve, mi abogado ya está encargándose...
— Bien, pero no esperes que salga a hablar algo al respecto, sabes que no puedo meterme en esas cosas —alcé una ceja.
No es que no le creyera, pero era un tema muy delicado como para hablar a la ligera y generar desinformación. Iba a ser complicado mantenerme al margen, pero no podía arriesgarme a involucrarme en un escándalo. No ayudaría a mi imagen y, lamentablemente, la imagen es todo en mi trabajo.
— Está bien. ¿Nos vemos luego?
— Así será. Llámame por cualquier cosa.
Colgué el teléfono, guardándolo en mi bolso, antes de acercarme a la calle para pedir un taxi. Mis piernas no funcionaban mucho y prefería no exponerme demasiado.
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Siempre hay un momento en el que un padre no puedo permitirse temer. Como el día que su pequeña J decida perder su gran "V".
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Después de unas horas decidí dirigirme al Empire. Necesitaba hablar con Chuck, quien me había habilitado la puerta trasera de antemano. La entrada del hotel era un caos cuando mi auto estacionó, lleno de protestantes y periodistas. Fue cansador solamente de verlo. Por suerte pude pasar desapercibida mientras daba la vuelta.
Estaba solo a metros del bar, donde Chuck me dijo que se encontraba, cuando mi teléfono sonó por una llamada. Espero que esta sea más oportuna que la que recibí esta mañana.
Llamada entrante: Papá.
— Hola.
— Ashley, ¿cómo estás?
— Exhausta —resoplé.
— Me imagino que ya te enteraste de las nuevas...
— Sí, ya hablé con Chuck, justo ahora estoy yendo a verlo —me paré a solo unos metros de la barra, donde podía observar a Chuck a la distancia. Entonces giré mi cuerpo para apoyarme en una columna—. Supongo que tienes algo que decirme al respecto.
— Simplemente no te quiero involucrada en nada de esto —su respuesta no me sorprende para nada—. Sé que Charles es como tu hermano, pero...
— Dijo que no lo hizo y yo le creo —lo interrumpí.
— Ashley —protestó, su voz enseñando desaprobación.
— Papá, creo que soy lo suficientemente mayor para afrontar las consecuencias de mis elecciones. Pero, de todas formas, no te preocupes, no voy a involucrarme públicamente... Al menos no por ahora.
— De acuerdo —no tuvo opción—. Para que sepas, tu madre no quiere que vayas a la gala de esta noche.
De repente volví a tener 15 años.
— Pero también es importante para ti —me quejé, frunciendo el ceño.
— Sí, y es por eso que la convencí. No hagas que me arrepienta.
— No lo haré.
Sé que no aprecian mi posición en este escándalo, pero al menos no tratan de obligarme a hacer lo contrario... No tanto.
— Otra cosa, me gustaría ver a Charles para conversar, ¿puedes avisarle que lo estoy buscando?
— Está bien, me parece muy generoso de tu parte —sonreí.
— Genial, pídele que me escriba. Adiós.
— Nos vemos —corté la llamada.
— ¿Todavía tu papi te dice que tienes que hacer? —escuché una voz a mi lado.
Quité la mirada de mi teléfono, para así voltear a descubrir quién era. Y me encontré cara a cara con el diablo.
— Creo que esta aparición responde muchas preguntas Eres el chupasangre detrás de las denuncias falsas —me crucé de brazos, observando a Jack Bass con desprecio.
— Wow, duras palabras, hermosa... pero soy inocente —sonrió—. Quien hizo esto, es más brillante que yo —viré los ojos—. Mis fuentes dicen que las reservaciones ya bajaron el 20%. No creo que Patrick pueda hacer algo.
La alegría en su voz me enfurecía más.
— ¿Y por qué debería creerte? —alcé las cejas.
— Tienes que hacerlo —se encogió de hombros—. Finalmente el sobrinito deberá bajarse de su amado Empire.
— ¿Y qué? —reí con ironía—. ¿Crees que tú lo suplirás?
— No te preocupes, a diferencia de tu amigo, cuando lo haga seguirás teniendo acceso para venir cuando quieras. De hecho, podemos empezar en mi habitación —entrecerró los ojos, inclinando su cabeza hacia mí.
— Ni en tus sueños —puse mi mano en su rostro, empujándolo hacia atrás con fuerza.
Jack me disgusta tanto, que solo pensar en estar cerca de él me causa nauseas.
— Créeme cuanto te digo que sucede en mis sueños —sonrió coqueto.
Fruncí el ceño, dedicándole una expresión de asco por última vez antes de caminar hacia Chuck.
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Parece que el siguiente accesorio de esta reina virgen, será un cinturón de castidad.
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Suspiré, frotando mis manos mientras me inclinaba en el borde de la acera para chequear los extremos de la calle. Ese día estaba siendo particularmente frio, y después de dejar la calefacción cálida del Empire, estaba por congelarme mientras esperaba a mi chofer. Debía haberme quedado adentro, es peligroso estar en la calle en medio de las protestas. Puedo cautivar la atención sin quererlo.
— Ashley —el llamado de mi nombre me hizo sobresaltar—. ¿Está todo bien?
Nate se acercó a mí con las manos en los bolsillos. Me quedé mirándolo cómo idiota, sorprendida de su cercanía, hasta que decidí terminar con mi humillación.
— Sí, sí... Estoy esperando a que mi chofer venga a recogerme, me dejó aquí hace una hora para que pudiera hablar con Chuck, pero no sé dónde estacionó y ya pasaron unos minutos desde que me escribió.
No esperaba hablar tanto con él, aunque se tratara de una estupidez.
— Bueno, eso es malo, pero me alegra verte.
— ¿Sí? —cuestioné confundida.
— Debo pedirte un consejo —comentó, moviéndose en el lugar—. Es sobre Jenny. Sé que no te cae muy bien, pero realmente necesito tu ayuda. Me preocupa.
El regreso de San Nate. ¿Por qué no me sorprende que me busque para eso? Aunque, se supone que acordamos interactuar solo por protocolo social...
— ¿Qué sucede?
No es que estuviera en el humor de ayudar a Jenny, y menos porque Nate me lo pide, pero debía ser serio si decidió acercarse a mí. Además, parecía avergonzado, así que eso suavizó un poco mi temperamento.
— Está saliendo con este chico, Damien. Serena dice que es peligroso. Ideó un plan para abrirle los ojos a Jenny, pero no creo que funcione. Es muy arriesgado.
— ¿Entonces necesitas a alguien que le lleve la contra a Serena? —fruncí el ceño.
— No, bueno... sí —se rascó la nuca—. Más o menos.
Meneé la cabeza, enfocándome en el suelo antes de volver a mirarlo. De alguna manera siempre termino involucrada en estas situaciones.
— Mira, si de verdad es peligroso como dices, o como ella dice... creo que la mejor opción es decirle a Rufus. Jenny se molestará contigo, pero es su padre, necesita saberlo para ayudarla —Nate asintió—. Además, sabemos cómo suelen salir esos planes...
O, mejor dicho, cómo suelen salirle los planes a Serena. Pero no iba a decir eso.
— Pensaba lo mismo. Gracias —negué con la cabeza—. ¿Irás a la gala esta noche?
— Por supuesto.
El ruido de un auto llamó mi atención, provocando que mirara sobre mi hombro para encontrar a mi chofer estacionando a metros de distancia. Le hice una seña para que esperara, recibiendo un asentimiento.
— Bien, entonces nos vemos ahí —dijo Nate, dedicándome una sonrisa antes de alejarse.
Lo observé hasta que regresó al hotel, y también me quedé unos segundos mirando la puerta cerrada. Entonces suspiré, dando la vuelta para caminar hacia el auto.
No tengo ni idea de qué fue ese intercambio.
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Parece que los manifestantes no son los únicos que creen que Chuck es un idiota.
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Había llegado a la gala hace un rato, no hice más que conversar con mi madre y beber champán mientras recorría el salón. No había tanta gente como se creía, evidentemente las demandas habían afectado al evento. Pero aún así su asistencia era bastante decente.
De repente escuché fuertes murmullos, lo que me hizo escanear al salón para comprender qué ocurría. No tardé en encontrar a Chuck, parado en la entrada, observado por todos los ojos de la habitación y siendo la víctima de los susurros juzgadores de cada uno de los presentes. Completamente absurdo. Así que decidí hacerme paso entre las figuras estáticas, acercándome a mi mejor amigo para darle un gran abrazo.
— Presiento que tus padres y tu agencia estarán muy contentos por esto —ironizó.
— Estoy aquí porque te apoyo —contesté cuando nos alejamos—. No creo en calumnias.
— Bueno, gracias —sonrió levemente—. Eso significa para mí mucho más de lo que te imaginas.
— ¿Viniste solo? Creí que traerías a Blair... y tal vez, a alguien que tiene que conocer a la increíble persona que te soporta hace tantos años —bromeé, consiguiendo una pequeña risa—. Además de Lily, por supuesto.
Todavía no tuve la oportunidad de presentarme a Elizabeth, algo que consideraba inaceptable. Esa mujer y yo tenemos demasiado para hablar.
— Estoy solo esta noche —respondió, un atisbo de tristeza en su voz.
No tengo idea de lo que sucedió, pero sé que no se trata solo de la demanda. Así que esbocé una sonrisa apenada mientras asentía.
— También yo.
Se acercó para darme un beso en la mejilla, abrazándome de nuevo por unos segundos. Cerré los ojos mientras lo rodeaba suavemente.
— Gracias.
— Disfruta la noche —lo tomé de las manos, antes de soltarlo para que pudiera irse.
Suspiré mientras lo veía. Era consciente de las miradas curiosas que recibimos en nuestra interacción, pero la que más me importaba era la de mi madre, que me miraba a lo lejos con puro cuestionamiento en sus ojos. Decidí ignorarla, yendo a buscar más champán antes que se acercara con un sermón.
Con una copa llena en mi mano, continué mirando las fotografías enmarcadas en la pared. Había muchas de Bart con mi padre. Cuando se graduaron, cuando compraron su primer edificio en la ciudad, cuando se expandieron... Es impresionante cómo puedes construir una vida al lado de alguien, aunque sea de una amistad, presenciando todas las experiencias personales y laborales, exitosas o fallidas, a pesar de todas las contras. Creo que Chuck y yo solo podemos identificarnos con nuestros padres por ese hecho. Y por eso sé que no debo dejarlo solo.
Me perdí completamente en mis pensamientos, hasta que escuché el sonido de un impacto. Cuando giré para descubrir lo que había ocurrido, me encontré a Nate en el suelo y a Jenny corriendo de la fiesta de la mano con un sujeto.
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Parece que la pequeña J va a tener su propio baile caliente.
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Rápidamente corrí hacia allí, después de dejar mi copa en una mesa aleatoria.
— ¿Nate, estás bien? —me incliné, extendiéndole mi mano.
El toque de su palma contra la mía hubiera sido inquietante en otro momento, a pesar de ser suave como un pluma y rápida como una ráfaga de viento; pero ahora estaba preocupada por cómo se encontraba. Tuvo que ser un golpe fuerte para logar derribarlo.
— Sí, gracias —se estabilizó.
Dan y Vanessa también se acercaron, sus expresiones eran de desconcierto. Serena fue la siguiente, apareciendo por el otro lado del salón, y agarrando a Nate del brazo luego de dedicarme un vistazo rápido.
Bien, no es como si fuera a hacerle algo.
— ¿Qué pasó? —preguntó Vanessa.
— Es Jenny, se escapó con Damien —Nate explicó agitado—. Él es un traficante de drogas.
Vaya giro de trama. Sí que no lo vi venir.
— ¿Qué? —Dan abrió los ojos.
— Sí —contestó, regulando su respiración.
— Se hospeda en el Smyth —informó Serena.
— Tengo a mi chofer afuera, puedo ir tras ellos y evitar que cualquier cosa de la que Jenny pueda arrepentirse ocurra —ofrecí.
— Te acompaño —respondió Nate, ganándose una mirada de todos, pero especialmente la mía y la de Serena—. Vamos, antes que sea tarde —acomodó su corbata—. Los llamaré cuando los encontremos.
Nate ladeó la cabeza hacia la entrada, indicándome que saliera, así que empecé a caminar con pasos rápidos. Él me siguió inmediatamente, dejando a los demás atrás, luchando con su confusión. Yo estaba igual, pero no había tiempo para preguntas.
Ni bien salimos, nos arrojamos dentro del auto. El hotel quedaba a pocas calles, así que el viaje fue corto. Todavía estábamos alterados por la situación, por lo que ninguno de los dos se detuvo a pensar en lo que estaba pasando. Por fortuna.
Una vez que bajamos, nos dirigimos hacia la recepción a toda velocidad.
— ¿En qué habitación se encuentra Damien Dalgaard? —preguntó Nate.
— Lo siento, señor, no puedo dar esa información —respondió la recepcionista, tomando el teléfono—. ¿Quiere que lo llame?
— Dudo seriamente que vaya a contestar el teléfono, considerando que está solo con una niña de 16 años —contesté, apoyando mis codos en el mostrador.
Después de esa declaración, la mujer no dudó en tomar una llave y guiarnos a la habitación. Pero el problema fue que, cuando entramos, nos encontramos con un cuarto a oscuras totalmente desolado.
— ¿Seguro que esta es la habitación? —le pregunté a la recepcionista.
— Sí, pero no hay registro de que haya regresado esta noche... Lo lamento, pero deben irse.
Nate y yo nos miramos con derrota.
•••
Una vez que salimos del hotel fuimos recibidos por el viento frio de la ciudad. Caminé hasta apoyar mi espalda contra la puerta de mi auto, viendo a Nate acercarse cabizbajo con pasos lentos. Su rostro reflejaba la angustia que le producía no haber logrado ayudar a Jenny.
— No te sientas mal —quise animarlo—. Al menos lo intentamos.
— Sí, bueno. Me hubiera gustado haber logrado algo —suspiró, quedándose unos segundos en silencio. Entonces me miró a los ojos—. Lo siento por arrastrarte a esto... y hacerte perder la gala.
— Tranquilo, seguro que no me perdí de nada —me encogí de hombros—. Además, esto me hizo replantearme las cosas un poco. A pesar de todo, lo que Jenny quiere hacer con Damien esta noche... bueno, es importante, ¿sabes? —Nate asintió—. Y ojalá se dé cuenta por sus propios medios que no es ni la persona ni el momento indicado. Antes yo no creía que hubieran esas cosas, pero la cuestión con la virginidad es que no se puede recuperar. Y ahora pienso que... si hubiera esperado por alguien que me transmitiera confianza, que se hubiera levantado y me hubiera defendido, quizás...
Me detuve cuando volví a mirarlo, encontrándome con sus ojos azules observándome con atención. Entonces caí en cuenta de que casi le confieso los secretos de mi cabeza a Nate. Ciertamente no era el espacio ni el momento para hacerlo... y tal vez tampoco la persona. Al menos ya no.
Lamentablemente, nada es igual a cómo era. A pesar de que lo intente.
— Lo siento... solo estaba divagando —reí, más por nervios que por humor.
— No hay problema —negó tranquilo. Puedo observar en sus ojos cómo le hubiera gustado escuchar el resto, pero también sé que no va a preguntar—. Bueno, huh, pensaba en ir al loft de Jenny para esperarla, ¿vienes?
— Creo que fue suficiente por hoy.
— Entiendo... Gracias por acompañarme.
— No agradezcas —enderecé mi espalda, alejándome unos centímetros del auto para alcanzar la manija—. Yo me voy a dormir, pero puedo alcanzarte a Brooklyn si quieres.
— Lo agradecería.
— Bien —abrí la puerta—. Sube.
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Y así nada más, Chuck Bass está celebrando un nuevo amor.
Cuidado, Chuck. Un corazón abierto es más vulnerable a recibir una herida profunda.
XOXO, Gossip Girl.
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N/A: Holaa, cómo están?
Solamente quería comentarles que una lectora (dumbbgirll) hizo tres videos para TikTok sobre esta historia. Así que, además de agradecerle una vez más por tomarse el tiempo, les pido que pasen a verlos porque son hermosos. ❤️
Su cuenta de TikTok: @/dumbgirlll_
También avisar que mi cuenta está anclada en mi perfil. Estuve pensando últimamente en hacer videos ahí sobre esta historia... Qué opinan?
Eso es todo. Nos vemos la próxima!