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Dicen que deberíamos llevar nuestros secretos a la tumba. Pero en el Upper East Side, los secretos son la única cosa que nunca puedes enterrar. Incluso cuando pensamos que sabemos todo sobre los que queremos, siempre hay algo que esconden.
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Deslicé mi mano por el pecho de Nate mientras nuestros labios se movían juntos.
Estaba recostada sobre su cuerpo extendido en la cama, con una pierna enredada entre las suyas, mientras él tomaba mi rostro con sus dos manos para guiar nuestro beso. Nos habíamos despertado hace un rato en su habitación. Yo llevaba la camisa de su pijama celeste de seda mientras él se limitaba a vestir los pantalones.
Hoy se cumplían dos días desde Coney Island. Ayer los dos estuvimos ocupados, así que esta mañana se siente como una recompensa.
Rompí nuestro beso cuando entendí que Nate no estaba pensando en detenerse.
— ¿No llegas tarde a trabajar? —pregunté a centímetros de su rostro—. ¿O estás interpretando a Vanilla Sky para esconder tu desfiguramiento a tu editorial?
Toqué con un dedo la pequeña herida que tenía en la comisura izquierda de su boca.
— Creí que mis lesiones de lacrosse te parecían sexy, ¿no es así? —cuestionó divertido—. Además había pensado que... como hoy tienes el día libre... podríamos pasarlo juntos —sugerente, me apretó contra su cuerpo—. Tal vez no fue la mejor ida empezar a salir a mitad de semana... tenemos mucho tiempo que recuperar —dijo antes de darme un beso.
Lo miré con una sonrisa picara cuando nos separamos.
— Mm, tendré en cuenta que sea viernes la próxima vez que decida comenzar una relación.
Nate entrecerró los ojos al escucharme.
Con un movimiento drástico, intercambió nuestras posiciones. Solté una risa cuando caí de espaldas a la cama, debajo de él.
— No eres divertida.
— De acuerdo, vamos —le di un golpecito en el pecho—. ¿Por qué no le invitas un desayuno a la chica para empezar?
Su teléfono comenzó a vibrar en la mesita al lado de la cama.
— Bien, dos minutos —dijo quitándose de encima—. Ya regreso. Haré café.
Tomó su teléfono antes de salir de la habitación. Yo aproveché para ponerme un poco más decente, ir al baño. En cuanto a la vestimenta... opté por la enorme bata de Nate. Era cálida y cómoda, no necesitaba más que eso si íbamos a pasar todo el día aquí.
Esperaba que volviera con el café a la cama, pero cuando pasaron unos minutos decidí levantarme para investigar qué ocurría. Lo encontré en la cocina hablando por teléfono, con dos tazas vacías en la mano.
— Bueno, se lo preguntaré, pero no puedo permitir nada —dijo antes de quedarse unos segundos en silencio—. Bien. Adiós.
Colgó, dejando el teléfono sobre la mesa para empezar a revisar las alacenas. Iba a preguntar con quién hablaba, pero la presencia de otra persona me interrumpió.
— ¿Café? —le preguntó Chuck—. Cajón de arriba —informó. Nate lo miró frunciendo el ceño—. Me relaja ver a Anita limpiar.
— No necesitaba saber eso —dije riendo.
Las miradas de ambos cayeron sobre mí.
— Yo estoy un poco ofendido por no haber sabido de esto antes —Chuck nos señaló—. Me hubiera gustado no tener que deducir la situación por Gossip Girl, y tampoco por los posteriores sonidos nocturnos provenientes del cuarto de Nathaniel... Los felicito, de todos modos. Era hora.
Alcé las cejas al escucharlo.
— Gracias —rió Nate—. ¿Y tú, qué te tiene de tan buen humor?
Luego de hacer esa pregunta, se dedicó a observar la capsula de café como si fuera un objeto no identificado. Apuesto que ni siquiera sabe cómo encender la cafetera. Por suerte, Chuck decidió apiadarse de su alma, acercándose para hacerlo en su lugar.
— Hace poco descubrí quién le envió a Gossip Girl el infame vídeo de Blair y yo en la boda real —contestó—. Ese jorobado... Humphrey.
— ¿Qué, Dan?
Me asombró. Se había comportado tan comprensivo con Blair ese día, prácticamente nos prometió que no teníamos nada que temer. Incluso se ocupó de plantarnos dudas con Charles. ¿Y con qué razón?
— Estaba muy feliz de dejar que Serena y yo tomáramos la culpa para poder abrirse paso hasta el corazón roto de Blair —continuó Chuck—. Desafortunadamente para él, cuando ella descubra la verdad, sus posibilidades serán destruidas y ella volverá a ser mía —sonrió.
Cuando la primera taza se llenó de café, prosiguió a preparar la segunda.
— No lo sé, Chuck —contrarrestó Nate—. ¿Estás seguro de que quieres empezar la Guerra Mundial Waldorf ahora mismo?
— ¿Por qué no?
— Porque ambos sabemos que nada puede pasar entre Dan y Blair durante al menos un año —respondió, tomando las dos tazas cargadas de café—. Así que... muchas cosas pueden cambiar en 12 meses. Haz lo correcto.
Acaricié el hombro de Chuck en silencio, ya que Nate había dicho todo lo que pensaba.
Los dos regresamos a su habitación. Me senté en la cama expectante mientras él endulzaba nuestros cafés sobre la cómoda.
— ¿Con quién hablabas antes?
Me dio mi taza antes de sentarse a mi lado.
— Serena. Seguro no te va a gustar escuchar esto, pero... quería saber sobre Lola —contó con cautela—. No ha podido contactarla desde la noche en el hospital, cuando se enteraron la verdad. Ella parece no tener nada que ver con el apellido Rhodes.
Oh, maravilloso.
— ¿De verdad pensaste que me molestaría escuchar que Serena acude a ti para saber de la chica que prácticamente te pidió dormir con ella hace solo 96 horas? —ironicé—. Por cierto —le di un sorbo a mi taza—, a Chuck le salió muy bien el café.
Nate soltó una risa.
— Wow, eso dolió —se tocó el pecho—. No seas así. No tenía idea que teníamos un refrigerador hasta esta mañana, me esforcé...
Viré los ojos.
— ¿Qué quiere Serena?
— Como aparentemente soy la única persona del Upper East Side que Lola no odia, me pidió si podía convencerla a asistir a un desayuno en la casa de su mamá. No he interactuado con ella desde esa noche, pero Serena sonaba casi desesperada. De verdad quiere una relación con ella.
Suspiré, pensando en las posibilidades.
Entiendo a Lola. Acaba de descubrir que tiene toda una familia oculta, que la abuela de la cual no sabía nada hasta hace tres días falleció y que su madre le estuvo pagando a una vieja amiga para actuar de ella... y todo eso para quitarle el fondo fiduciario que le pertenece. Es una locura.
Pero al mismo tiempo no puedo evitar empatizar con Serena. Su abuela ha muerto, la persona que estuvo llamando prima todo este tiempo es una farsa y su verdadera prima no quiere saber nada de ella. Sin mencionar el drama Dan-Blair.
— ¿A qué hora es el desayuno? —pregunté.
Nate me miró con una sonrisa.
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Parece que este despertar podría terminar siendo la llamada de atención que tan desesperadamente necesitaban.
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Caminamos por la calle junto a Lola.
No fue difícil convencerla de reunirse con nosotros, la chica parecía necesitada de un poco de compañía. Pensé que iba a ser tenso, o que ella pensaría que Nate en realidad quería más que un desayuno amigable, pero parecía avergonzada al mirarme caminar de la mano con Nate.
— Creo que te debo una disculpa —me dijo, confirmando mis sospechas—. No tenía idea que habían empezado a estar juntos luego de San Valentín, o jamás hubiera intentado avanzar con Nate. Debí saberlo cuando apareciste en el Empire el otro día.
— No hay problema —negué—. De hecho, ni siquiera nosotros dos lo estábamos esperando. Sería injusto castigarte.
Nate me lanzó una mirada incrédula. Tal vez estaba siendo muy madura a comparación con todo lo que dije antes... pero fingí no darme cuenta.
— De todos modos —Lola sonrió—. Y agradezco que me hayan invitado a desayunar hoy, han sido unos días locos.
— ¿Cómo te sientes?
— Traicionada, pero estoy decidida a no querer saber nada de ellos... y ahora no quiero pensar en eso. ¿Dónde van a llevarme a desayunar?
Nate y yo nos miramos.
Sí... puede que le hayamos mentido un poco. U ocultado la verdad. Pero es que sabíamos que, si le decíamos de ir al penthouse van der Woodsen, hubiera colgado el teléfono.
— Es un lugar muy nuevo, no creo que lo conozcas —respondió Nate—. Y ya que estaremos en Madison de todos modos...
— Oh uh, aquí viene —bufó Lola.
— Bueno, la cafetería está de camino a la casa de la mamá de Serena, y Serena estará sola, debo agregar...
— Nate, ¿qué parte de no querer tener nada que ver con los van der Woodsen no entiendes? —cuestionó molesta.
Nos detuvimos en el lugar.
— Mira, sabemos lo que sientes por ellos, pero no todo lo del Upper East Side es automáticamente malo —razoné.
— Nombra una cosa que no lo sea.
— Nosotros —contesté. Lola rió—. Vamos... Serena es una de nuestras mejores amigas. Ni siquiera le has dado una oportunidad, ¿cuál es el daño?
Ella lo piensa un poco antes de suspirar.
— Está bien. Pero si pasamos por ahí, tienen que prometer que no van a volver a jugar así, ¿bien?
— De acuerdo —aceptó Nate.
Lola nos sonrió antes de seguir caminando. Nosotros dos nos miramos con victoria.
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GG ---
Es hora de que se lo cuentes a todos. Dan Humphrey envió el vídeo el día de la boda de Blair. Espero que publicando esta historia todos aquellos que fueron acusados erróneamente sean exonerados.
Gracias,
C
Chuck Bass
chuckbass@day9mail.com
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Lo que nos recibe en el penthouse van der Woodsen es totalmente inesperado.
Whisky, tabaco, estofado... una ruidosa melodía que proviene de tres músicos en vivo, tocando un acordeón y un flautín. Y como pasar por alto a CeCe, que es velada en un cajón de madera en el centro de la sala, acompañando toda la típica estética de un funeral Irlandés.
— Serena está aquí sola, ¿eh? —cuestionó Lola.
— Juro que no teníamos ni idea de en lo que nos estábamos metiendo —nos defendió Nate.
— Así que esto es un fracaso épico...
— Lola —se acercó Carol, su madre—. ¿Puedo decirte algo?
Lola nos dedica una mirada, así que Nate y yo nos alejamos para dejarlas solas.
Nos dirigimos a la barra. Pedimos unas cervezas mientras observábamos el ambiente. Era todos risas y diversión, lo opuesto al pensamiento que tienes cuando te nombran un funeral. Solo a una persona como Celia Rhodes se le puede ocurrir despedirse así.
— No logro identificar a ninguna de estas personas —dije—. CeCe conocía a mucha gente emblemática. Pensé que en su funeral se encontrarían primeras figuras y damas de sociedad... que saldría a la luz algún escándalo mítico, como la verdad de la muerte de Marilyn Monroe.
— Estoy igual de confundido que tú.
— Lo que acabo de darme cuenta... es que seguimos siendo oportunos —señalé—. El funeral de Bart fue a los días que comenzamos a salir por primera vez.
— Oh, claro —asintió—. Tenemos que asegurarnos de no terminar nunca más. No lo digo por mí, sino por el bien de todos los habitantes de Nueva York.
— Somos así de trágicos, ¿no? —bromeé—. Lo bueno es que no veo a mi madre por aquí para acosarnos.
No le habíamos dicho a nadie que habíamos vuelto a estar juntos. La verdad es que no nos interesaba hacer un gran sermón al respecto, mejor dejarle esa tarea a Gossip Girl que ya había reportado mi ingresó anoche al Empire. Además, tampoco es que le hayamos dedicado demasiado tiempo a pensar al respecto.
Pero nuestra presencia aquí no estaba pasando muy desapercibida, podía sentir las miradas curiosas, y supongo que se relacionan con los respectivos rumores que se encargaron de plantar los medios luego de nuestro día en Coney Island. Iba a tener que decírselo a mis padres antes que una socialité chismosa se me adelante, o iban a molestarme hasta el resto de mis días.
Luego de un suspiro, le di un sorbo a mi vaso de cerveza.
— Al menos agradezco estar usando negro...
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Parece que hay un doctor en la casa que está a punto de probar algo de su propia medicina.
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Nos acercamos a Lola cuando la encontramos junto a, nadie más ni nadie menos, su impostora contratada. Esto se empieza a tornar telenovelezco.
— Oye —llamé a Lola—. Serena dijo que te fuiste, pero aquí estás... con Ivy.
— Hola, chicos —Ivy sonrió.
Fingimos no oírla.
— No sé qué hace aquí, pero probablemente deberíamos irnos —dijo Nate—. Nunca quisimos meterte en esto en primer lugar, y...
— No —Lola lo interrumpió—. Me quedaré, y ella también. Vamos a llegar al fondo de por qué mi mamá realmente me mantuvo alejada todos estos años. Así que, um... si no les importa.
Ni siquiera nos miró mientras se marchaba junto a Ivy. Nate y yo fruncimos el ceño con desconcierto. ¿Qué pudo hacerla cambiar de parecer tan radicalmente?
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Visto: El doctor van der Woodsen blanco como una sábana. Parece que las reglas de estos Rhodes acaban de cambiar ante sus propios ojos.
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Ya estaba anocheciendo.
Me había duchado y ahora estaba acobijada en el sofá del Empire, apuntando el control remoto hacia el televisor. Esperaba a Nate, así que moví mi cabeza cuando las puertas del elevador se abrieron. Pero no era él.
— Hey, cómo estás —saludé a Chuck.
— ¿Dónde está el galán? —preguntó acercándose.
— Ha salido a buscar mousse de chocolate y caramelo. Quiere comprarme con dulces por no haber cumplido con su estamento de pasar el día juntos —sonreí—. Estoy intentando encontrar una película que pueda gustarnos a ambos.
Chuck se sentó en mis pies. Tenía una expresión desganada.
— ¿Quieres hablar de lo que pasa? —le pregunté—. Vi la equivocación de Gossip Girl, sino fue adrede, al revelar tu mensaje. No me acerqué en el funeral porque no creí que fuera prudente.
— Oh, no, no quiero molestar y arruinar tu momento con Nate.
— Vamos, nunca molestas. ¿Qué ocurre?
Chuck se quedó en silencio unos segundos antes de hablar, sacudiendo la cabeza:
— Blair. Se alejó de mí hoy, y no como lo ha hecho en el pasado. Fue diferente. Siento que ella está cambiando.... Sé que no morí en el accidente automovilístico, pero a veces parece como si lo hubiera hecho.
Escucharlo hablar así me dolía
— No digas eso... fue un momento horrible. Pero sobreviviste, y fue un milagro.
— Sí. Gracias a Santa Waldorf —dijo con sarcásmo.
— Querrás decir gracias a San Jack —corregí. Chuck me miró asombrado—. ¿Los médicos no te lo dijeron? —Negó con la cabeza—. Oh, todo es tan borroso ahora... Um, cuando estabas en cirugía hubo una complicación y necesitaban a un miembro de la familia para una transfusión de sangre, así que Lily les dio el número de Jack a los médicos.
Chuck me observó descreído.
— ¿Jack?
— Sí —confirmé, confundida por su reacción.
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Atención, Upper East Siders. Después de todo lo que pasó hoy, he decidido que necesito un pequeño descanso para recuperar el aliento. Estoy segura que ustedes también. Pero no se preocupen, volveré. Siempre lo hago.
Y cuando vuelva, les apuesto que será un mundo totalmente diferente.
XOXO, Gossip Girl.
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