Capitulo 104

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—Te pregunto si te gustaría pasar más tiempo conmigo, en Devon.

Deseaba hacerlo. Sería tan fácil formar parte de su vida. Pero después de los primeros días y semanas, no sería más que un añadido suyo, su juguete, hasta que se cansara de ella y hasta que ella se hartara de ser normal. Sin propósito, sin trabajo, sin empleo... porque de ningún modo podría retomar sus actividades nocturnas de costumbre si vivía con él.

—Parece que necesito conseguir más dinero —dijo, mirándola fijamente—. No me respondas ahora. Sólo piénsalo.

—Muy bien —respondió, porque no quería decirle que no—. Lo estoy pensando.

—¿Alguna pista?

—Peter, no me presi...
Sonó el teléfono. Ambos se sobresaltaron, Peter contestó inmediatamente al tiempo que rezondraba entre dientes.

—¿Aló?.

La cara de Peter volvió completamente inexpresiva cuando habló la persona al otro lado del tubo, pero no antes de que Lali viera la ira y los restos de un profundo dolor en ella. Pamela, supuso, sin sorprenderse cuando él pronunció su nombre un momento después.

—Hace sólo unas horas que ocurrió —dijo con un tono brusco y cortante—. No soy responsable de lo que deciden transmitir en las noticias, y no, no creo que tenga que informarte de cuándo voy a estar en la ciudad.
Peter escuchó durante otro momento, luego tomó aire.

—La mujer que iba conmigo en el auto tampoco es de tu incumbencia, Pamela. Me llaman por la otra línea. Voy a colgar.

Lali reprimió una sonrisa. Nunca antes se había visto en medio de ese tipo de conversaciones, con la ex mujer celosa. Interesante. Y un tanto halagador.
Después de unos segundos su expresión se volvió más irritada.

—No, no quiero quedar contigo para cenar. Estoy aquí por negocios. Sí, con ella.

Mariana se apoyó contra el marco de la ventana y descubrió que deseaba poder escuchar qué decía exactamente Pamela Lanzani. Porque, a juzgar por las respuestas de Peter y por el modo en que ella había aprendido a leer a la gente, tenía la sensación de que Pamela seguía bastante enganchada con su ex marido.

—No, tampoco a almorzar ni a desayunar. Estoy con alguien, y tú estás casada. Yo me tomo en serio el juramento. —Hizo una pausa—. Por el amor de Dios, Pamela... yo diría que fue más que un error. ¿No está Martín contigo? Bueno; anda a quejarte a él. No estoy de humor para esto.
Lali se regañó. Por muy interesada que estuviera en la conversación, no era asunto suyo.

—¿Dónde está el baño? —preguntó en voz baja.

Él lo señaló y ella salió de la habitación. El baño estaba todo lleno de lujosos porcelanatos blancos con apliques en dorado, y Lali recordó que quería desesperadamente darse un baño. Volvió en puntitas de pie y se dirigió a la sala a por su mochila.

—Sí, es serio —decía Peter, y ella se detuvo justo en la entrada de la puerta—. Ella... me roba el aliento. No, no voy a compararla contigo, Pamela. ¡Por Dios, Pamela! He seguido adelante con mi vida. He encontrado a alguien. Y tú también, supuestamente. Así que...

¡Tock! Lali volvió corriendo al baño y cerró a la puerta, poniendo el pestillo. Respirando con dificultad, luchó contra el primer ataque de pánico de su vida y apoyó la frente contra las frías losetas de la pared.

Peter había encontrado a alguien. La había encontrado a ella. En el fondo de su mente había sido consciente de ello, pero ahora debía reconocer que su asociación, este juego, había cambiado drásticamente. Él iba en serio, y también ella... o lo deseaba, pero no estaba muy segura de cómo hacerlo. No sabía a cuánto podía renunciar de sí misma por estar con él, o cuánto querría Peter de la nueva y mejorada Mariana.

—¿Mariana? —Peter tocó a la puerta—. ¿Lali? ¿Estás bien?

—Perfectamente. Necesito recomponerme del cambio de horario y del ataque que hemos tenido. ¿Cómo está Pamela?

—Entrometida. Voy a prepararme un sándwich, luego será mejor que nos vayamos. Hemos salido en las noticias, así que Ignacio sabrá que estoy en Londres. Por fanático que sea del fútbol, rugby o cualquier otro deporte, estoy casi seguro de que no se quedará en la ciudad a esperar a que acabe el partido.

—Claro, está bien. Dame en un minuto.

—¿Quieres comer algo?

—Supongo que no tendrás mantequilla de maní y confitura.

—No, pero tengo mermelada.

—¡Qué vivo!.

Ignoraba qué había escuchado Lali, pero seguramente daba igual. Le había preguntado sobre Devon, y sabía que probablemente la pregunta la había puesto nerviosa, así que intentaba distraerla. Lo que venía a significar que Peter era más valiente que ella.

—¿Peter? —Lali abrió la puerta.
Él apareció frente a ella.

—Puedo mandar que traigan confitura si es lo que de verdad te provoca.

—Dijiste que Martín Valente te había decepcionado. ¿Qué hizo Pamela?

—¿Aparte de lo obvio? —Se la quedó mirando durante largo rato—. Pamela tenía un plan. Quería cierta cantidad de cosas: dinero, una casa bonita, un círculo de amigos de élite, invitaciones a fiestas exclusivas. Yo hice que su plan fuera factible.

—Pero le pediste que se casara contigo.

—Pensé que ella encajaba en mis planes. —Se encogió de hombros—. Supongo que podría alegar ignorancia o algo parecido, pero no sería verdad. Los planes cambian, Lali. Tras un breve y feliz comienzo, ella dejó de ser lo que yo necesitaba, y yo no era lo que necesitaba ella. —Le acarició la mejilla—. Vamos, te prepararé algo para comer.

—Ahí voy. —Lali se introdujo de nuevo en el baño. Planes. Los planes cambiaban, ¿no? Pero ¿cuánto y por cuánto tiempo? Se paseó de un lado a otro durante algunos minutos, luego se lavó la cara con agua fría y fue en busca de Peter y su sándwich.

Arte Para Los Problemas(LALITER) Where stories live. Discover now