Capitulo 83

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—Si hizo lo que tú crees, no voy a poner en peligro el juicio que hará que vaya a la cárcel durante un largo tiempo. —Peter tuvo que aminorar el ritmo cuando se chocó con un ordenado expediente de fotos de Catherine Zeta Jones. Interesante, aunque él tenía como principio no desear a mujeres casadas. No todo el mundo seguía ese pensamiento—. Ésa fue mi filosofía con Pamela y Martín... dales la suficiente cuerda para que se ahorquen ellos solitos.

—Hazme acordar de no terminar mal contigo—respondió, cerrando el cajón y poniéndose manos a la obra con el segundo—. Así que, ¿cuál de los dos te enojó más?

—¿No deberías concentrarte en otra cosa en este momento?
Ella le respondió riéndose por lo bajo.

—¿No te he contando que allanar moradas me pone on fire?
«¡Dios santo!»

—Martín.

—Pero Pamela era tu esposa.

—No era feliz y se lo contó a Martín. En vez de decírmelo a mí decidió que acostarse con ella era la mejor forma de actuar. Mis amigos no me estrechan la mano mientras tocan a mi mujer.

—Pero también la abandonaste a ella.
Peter tomó aire.

—Mi esposa no se acuesta con otros hombres.

No le sorprendió el boquiabierto silencio de respuesta de Mariana; aún cuando ya pasaron tres años desde que los encontrara in fraganti, seguía recordando los sonidos, los olores, el enojo por haberse dejado engañar con tanta facilidad. Pero había sido Mariana quien había preguntado.

—Ah, bingo —murmuró Lali un momento después.
Peter cerró el cajón del escritorio.

—¿Qué encontraste?

—Tus expedientes. En todo caso, expedientes con el mismo sistema numérico que los de tu casa. —Sacó algunos, y los dejó sobre el escritorio, acto seguido un segundo fajo y un tercero—. Yo diría que hay unos treinta.

—Hay que revisarlos.

—Podríamos hacerlo —replicó—, pero casi es de día —anunció frunciendo los labios, paseó la mirada de él a los expedientes—. Corrígeme si me equivoco, pero ¿no son en realidad tuyos?

—Sí. Pero ¿qué pasa si él acaba yendo a juicio por algo de lo que encontremos en estos archivos, que él sabe que están en su casa?
Eso hizo que Lali se detuviera por un minuto. Estaba segura de que nunca antes se había llevado nada teniendo en cuenta una posterior utilización legal.

—¿Y qué te parece si encontramos algo, le contamos a Castillo nuestras sospechas y le pedimos que consiga una orden de registro? Por último, siempre puedo colarme para dejar los expedientes de nuevo aquí.
Juan Pedro sacudió la cabeza.

—Llevémoslos a la casa para revisarlos primero. Más tarde podemos decidir su importancia.
Eso generó una sonrisa.

—Me gusta tener un socio —dijo—. Con algo de práctica, podrías ser un buen ladrón.

—Si descarto lo que todo esto me calienta, no gracias. —Recogió el lote de expedientes y le indicó con un ademán que avanzara—. Vamos.
Mariana retiró los cables de la alarma y salió rápidamente por la puerta, y la cerró con llave mientras contaba en silencio.

—Despejado —dijo al acabar.

Bajaron de nuevo la calle y se metieron en el auto. Mientras él lo ponía en marcha, Mariana se acercó lentamente, lo agarró de la barbilla y lo besó apasionadamente en la boca. Él le devolvió el beso, y deseó entonces haber llevado un auto con asiento trasero y no estar estacionados a treinta metros de la casa en la que acababan de filtrarse.

—¿Siempre sale todo tan bien? —preguntó mientras trataba de volver a centrar su mente en manejar hasta la casa y de alejarla de la aguda incomodidad de su entrepierna.

—No. Tú me das suerte. —Después de darle otro apasionado beso se recostó para quitarse los guantes y el gorro—. Y gracias.
Entró en la carretera, y encendió las luces una vez que doblaron en la esquina.

—¿Gracias, por qué?

—Por confiar lo suficiente en mí como para seguir adelante con esto. Soy consciente de que no te hacía ni un poquito de gracia.

Cierto que no le había gustado el robo, pero la emoción que producía la situación no había estado nada mal. Pero confesarle aquello parecía altamente desaconsejable.

—Ya veremos si valía o no la pena.

Menos de una hora después se encontraban sentados en el suelo de la oficina de Dante, rodeados por carpetas de color manila, y revisando los expedientes incautados. Parecían prácticamente idénticos a los que quedaban en la casa, y Mariana frunció el ceño.

—Esto apesta. Sé que aquí hay algo.

—Tenemos que mirar los objetos que acompañan a cada expediente —dijo Peter, y agarró de nuevo uno de ellos y lo revisó otra vez.

Ella comenzó de nuevo, miró primero uno de los expedientes de la casa, luego otro de los que Cortés había sustraído. Todo parecía en orden, hasta que llegó a la página de los precios comparativos de mercado. En el documento recuperado, Dante lo había llevado minuciosamente al día durante los tres años que llevaba el artículo en la mansión... hasta siete meses atrás, cuando cesaron las anotaciones.

Frunciendo el ceño, Lali abrió el expediente anterior y lo ojeó una vez más. Al igual que el resto de lo que había revisado, éste había sido actualizado hasta el mes anterior. Muy bien, eso sí que era interesante. Dejó el expediente a un lado y pasó al siguiente.

Aquél mostraba el mismo resultado de estadísticas de valores de mercado, pero once meses atrás en lugar de siete. El valor comparativo había continuado subiendo regularmente hasta entonces, de modo que no parecía que hubiera declarado la pintura como una pérdida y que simplemente se hubiera olvidado de ello.

—¿Peter? Mira esto.

Arte Para Los Problemas(LALITER) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora