Capitulo 26

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—La galería.

Volvieron a cruzar el espacio hasta la parte delantera de la casa y se dispusieron a subir la escalera principal. El Picasso coleaba aún en el descansillo, al haberse salvado de los estragos del fuego, el humo y el agua. Aquello había sido una afortunada obra de varios millones de dólares para Lanzani.

—¿Le pasan con frecuencia este tipo de cosas? —preguntó ella.
Él redujo el paso.

—He tenido amenazas de muerte antes, pero ésta es la primera vez que alguien ha estado tan cerca de matarme.

—Qué trabajo más agradable.

—Mira quién habla. —Lanzani se encogió de hombros—. El hecho de que alguien invadiera mi casa para hacerlo me molesta mucho.

—Pero ¿y si la bomba no debía matarlo?

—Su propósito era matar a alguien que vivía bajo mi techo, lo que significa que estaba bajo mi protección.

—¿Bajo su protección? —repitió con una leve sonrisa—. Parece un señor feudal.
Lanzani asintió.

—Algo parecido. Tenga cuidado aquí arriba. Todavía quedan escombros por ahí, y el suelo tiene algunos puntos poco seguros.

Una cinta policial amarilla se extendía a lo largo de la parte derecha del pasillo hasta lo alto de las escaleras, pero él la soltó como si no fuera más que una insignificante telaraña. La forma en la que Lanzani estaba allí de pie, la forma en que contemplaba la destrucción de la galería con una profunda y fría cólera, le indicó que se tomaba lo sucedido de un modo muy personal.

—¿No tenía más piezas la armadura? —comentó, al pasar por su lado.

—Mi agente inmobiliario envió algunas de las piezas en mejor estado a un especialista para ver lo que podría hacer con ellas.

—Eran preciosas. —Mariana llegó hasta la puerta que había protegido la tablilla por primera vez y la encontró colgando de sus retorcidas bisagras ennegrecidas por la ceniza.
Juan Pedro se quedó atrás y la observó. Él ya había estado en el piso, pero le fascinaba que ella lo mirara de un modo distinto, que viera cosas que él jamás hubiera concebido. Ella realmente le fascinaba.

—Ésta es su habitación protegida, ¿no es así? ¿Cerradura doble con el suelo surcado de infrarrojos?
Él asintió, teniendo presente que le preguntaría más tarde cómo sabía todo eso.

—Sí. Con cámara de vídeo en la pared del fondo, enfocada hacia la puerta.

—Y no salió nada en el video, imagino.

—Nada hasta ahora, según el detective Castillo.

—Si tanto le preocupa que la gente invada su privacidad, puede que debiera considerar la opción de poner más cámaras dentro de la casa —le sugirió.

—Eso protegería mis cosas, no mi privacidad. —Acercándose más para poder mantenerla en su campo visual, vio que se agachaba frente a la puerta rota y recorría con el dedo la cerradura secundaria—. ¿Qué ve?

Ella se enderezó, limpiándose las manos en los pantalones cortos prestados, dejando manchas de hollín negro sobre la tela amarilla.

—Yo iba a forzar la cerradura secundaria y a cortar la primera —dijo un momento después—. Quien hizo esto pensó lo mismo. Pueden verse los cortes que hicieron las herramientas.

—Un profesional.

—Sí. —Se encogió de hombros, y entró en el cuarto—. Y... algunos ladrones llevan armas, incluso granadas, en caso de que los arrinconen o los atrapen.

—No es su caso.
Mariana esbozó una sonrisa.

—A mí no me atrapan. Sólo intento descubrir qué fue... un robo o un intento de asesinato.

—¿Y puede determinar eso mirando las marcas de las herramientas?
Lali asintió pausadamente.

—Comentó que no había más signos de que hubieran forzado la entrada en ninguna parte de la propiedad, a excepción de los que yo dejé, pero esto es muy evidente.

—¿Y?

—Y por eso no tuvo que ser cuidadoso aquí, porque sabía que iba a hacer volar cualquier evidencia.

Recorrió el margen del cuarto de vuelta al punto en que se encontraba la cámara de vídeo, pero Juan Pedro se quedó donde estaba. Ningún signo de que hubieran forzado la entrada, a excepción de una cerradura obviamente cortada aquí, en mitad de la casa. Nada en el vídeo de acuerdo con la policía, aunque se había encargado de que hicieran copia de la cinta y la había visionado él mismo.

El número de personas con acceso a la propiedad en su ausencia era casi infinito; jardineros, seguridad, personal de servicio, mantenimiento de la piscina, el agente inmobiliario, además de un selecto número de amigos a quienes se les permitía utilizar la casa siempre que quisieran. Aunque difíciles de conseguir, las llaves a las áreas protegidas existían... aunque, al parecer, no para el ladrón.
Finalmente, se detuvo junto al pedestal caído sobre el que se había colocado la tablilla.

—Esto cayó con mucha fuerza. La losa podría haberse roto.

—Entonces se inclina a pensar que la bomba fue colocada para ocultar el robo, ¿no es verdad?
Mariana levantó la vista hacia él.

—Quizá. Como mínimo alguien conocía el valor de lo que había en esta habitación y no quería que se estropeara mientras él hacía lo que estuviera haciendo.

Aquélla era la tercera vez que se refería al ladrón en masculino. Normalmente, Peter no habría encontrado extraña la masculinización... salvo que ella era una ladrona y, sin lugar a dudas, una auténtica mujer.

—¿Un asesino se esfuerza por cuidar antigüedades? —insistió.

—No lo sé... no soy una asesina. —Con una rápida sonrisa, volvió a entrar en la galería—. Por otro lado, todo lo que había colocado por aquí le importaba un pimiento, incluso el resto de cosas de la casa, en el caso de que los aspersores antiincendios no hubieran funcionado. —Mariana frunció el ceño, a continuación alivió su expresión cuando volvió a mirarlo—. ¿Cuál es el valor actual de una buena armadura del siglo xvi?

—Medio millón, más o menos.

—¡Uf!

—¿Cómo supiste? Me refiero a lo de la bomba.
Ella volvió al gran agujero en la pared de la galería, y se puso en cuclillas para mirarlo con mayor atención.

—No sabía. Quiero decir que casi me llevé el cable por delante, pero lo vi en el último segundo. En realidad, me enojó.

—¿Por qué? —Juan Pedro estudió su expresión, tratando de ignorar la brusca tensión en su pecho ante la idea de que ella se hubiera tropezado con aquella bomba. Había forzado la entrada a su casa, violado su santuario. Pero no cabía duda de que ahora se preocupaba por ella.

Arte Para Los Problemas(LALITER) Where stories live. Discover now