Capitulo 51

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En lo que a Lali respectaba, a medida que el rastro se iba complicando, una parte también se volvía más simple. No había hecho a Peter partícipe de su nueva teoría, y no lo haría hasta que estuviera segura. Sin embargo, todos y cada uno de sus instintos le gritaban que quien había puesto en marcha la inesperada reaparición de la tablilla tenía fácil acceso a la propiedad... demasiado fácil para ser un intruso. Eso no explicaba la maldita bomba, pero no iba a pasar nada, ni a nadie, por alto.

Lali abrió la puerta del escritorio de Peter con un clip, haciendo que pareciera que tenía una llave por si pasaba alguien de seguridad y por su propia paz mental. Era más difícil de lo que esperaba entrar, como si tuviera todo el derecho de estar allí y de revolver en sus archivos; lo cual resultaba extraño dado que estaba acostumbrada a hacerlo sin permiso. Obviamente, Lanzani la estaba afectando.

Las fotos de la tablilla y un detallado historial de propiedad estaban en un archivo marcado con un número que supuso formaba parte del sistema referencial de su extensa colección de arte y antigüedades. La idea de estar ahí y rebuscar en él la hacía sentir como si estuviera cometiendo un robo después de haber dado su palabra de portarse bien, de modo que tomo el expediente y salió del escritorio con dirección a la relativa seguridad de la suite privada de Peter.

Seguridad. Hasta la noche anterior no había comprendido lo extraño que se había vuelto para ella tal concepto. Parecía como si... como si nunca se hubiera sentido relajada y en paz, y a salvo. Y la seguridad era un poderoso afrodisíaco... casi tan poderoso como el atractivo del propio Juan Pedro Lanzani.

—Peligro, peligro, peligro —murmuró, colocando la carpeta junto a la tablilla y rebuscando la ropa limpia en el fondo de su petate.

La situación se estaba volviendo extremadamente peligrosa, y no sólo porque estaba muriendo gente y porque la policía rondara a su gusto por la propiedad. No había sido en su propia seguridad en lo primero en lo que había pensado aquella mañana al ver el rostro de Peter y seguir su mirada hasta la tablilla que sostenía en su mano. Había sido en que él no iba a creer que no había sido ella la responsable. Se suponía que debía preocuparse por ella antes que por nadie más. Ésa era la regla número uno. Cuidar de uno mismo.

Desobedeciendo la regla número uno por segunda vez aquella mañana, fue al baño de Peter a darse una ducha en vez de retomar su exhaustivo análisis de la tablilla. Necesitaba pensar las cosas, y la ducha era estupenda para ello. Y además tampoco quería tocar la tablilla de nuevo sin la presencia de Peter en la habitación. Obviamente necesitaba su protección ahora más que nunca, pero por encima de eso, deseaba que confiara en ella, lo que era absurdo dadas las circunstancias... Dios, habría estado dispuesta a que la arrestaran hacía media hora.

Cuando salió del baño tenía una lista de sospechosos, pero necesitaba que Peter confirmara quién tenía acceso a la propiedad, y quién había estado en ella tanto la noche del robo como la noche anterior y esa mañana. Y quería echarle una ojeada al periódico del día, únicamente para confirmar lo que Castillo había dicho, que su rostro había aparecido en portada junto con su nombre. «¡Santo Dios!» Como si no tuviera ya suficiente de qué preocuparse.

De modo que no se dejaría tentar por la tablilla; salió a la terraza privada de Peter y se sentó a la sombra de una sombrilla para que se le secara el pelo. Podía volver a la habitación que le había facilitado, pero entonces quienquiera que hubiera metido la tablilla en su petate no tendría dificultades para entrar en la suite de Peter y recuperarla.

—¿Por qué sonríes?
Lali estuvo a punto de llevarse un susto de muerte cuando Peter apareció en la terraza desde las escaleras del área de la piscina.

—¡Dios mío¡ —jadeó, llevándose la mano al corazón.

—Lo siento —dijo, sus ojos denotaban cierta diversión—. Pensé que tenías nervios de acero.

—Me parece que ése es Superman.

—Ah. Y tú eres Catwoman.

—Buenísimo. ¿Dónde está el policía?

—Acabo de acompañarlo a su auto.

—¿Qué quería?

—Me enseñó algunas fotos de Recca, quería saber si lo reconocía. Quería hacerte las mismas preguntas a ti, pero hice mención de algunas palabras como «acoso» y «abogado», y accedió a posponerlo.

—¿Así que Maxi es oficialmente sospechoso?

—Sí. Voló a Miami tres días antes del robo y hallaron cable de cobre en la habitación de su hotel, el mismo material que fijaba la bomba a las paredes.
Incluso con la prueba y su especie de confesión, Lali seguía sin poder creer que el diestro y egocéntrico ladrón hubiera intentado matarla.

—¿Qué hay de la mujer que viste?

—Parece que podría haber tenido una alucinación.

—Eso parece.

—Lo único que necesitan es la tablilla, y me parece que se darían por satisfechos. —Se sentó frente a ella—. ¿Y por qué sonreías?

—Ah. Lo que pasa es que me da gracia que intentara robar la tablilla y que ahora esté sentada aquí afuera protegiéndola.
La mirada de Peter se hizo más aguda.

—¿Protegiéndola? ¿Qué has averiguado?

Arte Para Los Problemas(LALITER) Kde žijí příběhy. Začni objevovat