Capitulo 35

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—Eso fue lo único que se llevaron. Aunque el daño a otras piezas es inmenso. Yo...

—Espera un minuto.

Juan Pedro se levantó y se acercó a la ventana. No faltaba nada más, gracias a Dios. Su alivio era incomprensible; Gastón había dicho que ella había causado mucho daño en otros lugares. Pero se sentía aliviado.

Nunca la habían arrestado por nada... lo sabía. Y, por otra parte, era muy consciente de que había hecho parte al menos de lo que Gastón afirmaba. Era demasiado buena, demasiado experta para que él se engañara pensado por un sólo momento que aquél era el primer trabajo que había llevado a cabo. Y él no había logrado alcanzar el éxito ignorando la realidad.
Quitó el pestillo de una de las ventanas y la abrió.

—¡Mariana!
Ella se sobresaltó, mirando hacia él por encima del hombro.

—¿Nos acompañas un momento?

Lali se puso en pie, asintiendo con velocidad, y volvió a desparecer por el camino que llevaba a la casa. Supieran lo que supiesen, o creyeran saber sobre ella, podía esperar. Había hecho un trato y lo cumpliría. Tal como le había dicho a Gastón, todo a su tiempo. Ya se preocuparía después sobre qué hacer con ella cuando esto acabara.

La gente tenía todo el derecho de proteger su propiedad, y de tratar de detener a cualquiera que intentara invadir sus dominios. Maxi había sido pretencioso y bastante codicioso, pero había comprendido las reglas y el peligro tan bien como ella. Escuchar que lo habían encontrado flotando, acribillado a balazos... aquello no era morir en el cumplimiento del deber, ni siquiera para un ladrón. Aquello no era más que un asesinato. Y eso no formaba parte del juego de nadie. «Juego.» Todo esto había dejado de ser divertido en el momento de la gran explosión.

—¿Has encontrado algo más sobre Max...? —comenzó a decir al tiempo que abría la puerta del despacho. Un tercer hombre se había unido a ellos, y Lali interrumpió la frase bruscamente—. Tú debes de ser Dante.
Juan Pedro se había puesto en pie cuando ella entró en la sala, haciendo gala de su educación.

—Mariana, te presento a mi asesor de arte, Dante Cortés. Dante, mi nueva asesora de seguridad, Mariana Espósito.
Dios, ojalá Juan Pedro dejara de divulgar su nombre a todos de esa forma. Se sobresaltaba cada vez que lo escuchaba de sus labios.

—Hola. —Se conformó con aquello, tomando asiento al lado de Lanzani cuando éste la acompañó hacia la mesa—. ¿Qué sucede?

—Dante ha estado recopilando una lista de mis obras de arte dañadas o destruidas. Sólo quería que la escucharas.

—¿Intentas hacerme sentir culpable? —murmuró entre dientes.

—No. Tú no hiciste explotar nada. Quiero tu opinión.

Lali no veía razón para aquello, pues su única preocupación era la bomba y quienquiera que hubiera deseado tablilla de piedra... y, ahora, quienquiera que hubiera matado al hombre que se la había llevado. Aun así, sonrió.

—¿Asesora de seguridad? —repitió Cortés, observándola del mismo modo en que lo había hecho Dalmau cuando se conocieron—. ¿De Mayer-Smith?

—No, es independiente —contestó Peter, lanzándole una mirada de velada diversión—. La señorita Espósito está especializada en la seguridad de objetos valiosos. Prosigue.

Cortés leyó la lista, artículo por artículo, seguido cada uno de ellos por su origen, valor estimado actual en el mercado, grado de daño y, si era reparable, suma que costaría llevarlo a cabo. Conocía los objetos. Y Lali no pudo evitar recordar que su propietario poseía al menos otras tres residencias y que, por lo que ella sabía, todas estaban repletas de antigüedades y obras de arte. Para ella, aquello hubiera sido como la navidad, el día de las madres y su cumpleaños todo en uno.

Arte Para Los Problemas(LALITER) Where stories live. Discover now