Capitulo 81

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—¿Y? Explícate.
Ella encendió la luz del techo, lo que provocó que él parpadease y le lanzara una mirada molesta.

—Está bien. No estoy segura, pero pensaba que aquí podría encontrar algo interesante.

—¿Algo que la policía pasara por alto?

—Algo que no estuvieran buscando, tal vez.
Una ligera sonrisa asomó en su sensual boca.

—De acuerdo, inspector Morse, ¿qué has encontrado?

—¿Morse? No te funciona el cable. ¿Por qué no Sherlock, o Agente 86?

—Son las tres de la madrugada. Tienes suerte de que no pisara una mina terrestre, linda. —La rodeó con los brazos, y la atrajo contra su pecho—. Habla.
Respiró hondo y frotó mimosamente la mejilla contra su hombro caliente.

—No va a gustarte —murmuró.

—Ya me lo imaginaba. Ponme a prueba.

—Creo que faltan algunos de los expedientes.

—Mariana, llevo más de dieciséis años coleccionando antigüedades. Lo que hacen unos mil expedientes entre adquisiciones pasadas y actuales. Y aunque faltara alguno, no significa que...

—¿Tienes un listado maestro en alguna parte, o tengo que revisar los demás? —Sus corazonadas en ocasiones podían ser erróneas, pero acertaban con la suficiente frecuencia como para no hacer caso omiso de ellas.

—Mira que eres porfiada —farfulló, y liberando su brazo de alrededor de ella, abrió el cajón superior izquierdo del escritorio de Dante—. Lo que sea con tal de convencerte para que vuelvas a la cama.
Ella siguió su mirada.

—Si es ahí donde se supone que debe estar el listado, no está. Ya me fijé.

—Entonces debe tenerlo la policía. Conseguiré una copia mañana.

—Peter, aquí hay algo que no encaja —dijo refunfuñando, y regresó de nuevo al archivador—. Cortés tenía una habitación en la casa, ¿no?

—Abajo, donde están las habitaciones del servicio. Casi nunca la usaba... sólo las noches en que trabajaba hasta tarde o cuando quería quedarse el fin de semana.

—Lo que me interesa son las noches que trabajaba hasta tarde, bombón.
Él soltó una bocanada de aire.

—Por aquí, entonces.

—No tienes que venir. Son las tres de la mañana.

—Pero obvio que voy a ir. Son las tres de la mañana.

Los expedientes no se encontraban en el pequeño cuarto que Cortés empleaba para sus raras estancias en la casa. Mientras revisaba la cómoda de cajones casi vacía fue difícil no notar la diferencia entre la lujosa suite que Peter le había dado a ella y el diminuto cuarto de dos camas y un baño pequeño que el gerente de la mansión tenía para su uso.

—Supongo que el siguiente paso es hacer una comprobación artículo por artículo para ver qué expedientes han desaparecido.

—Si es que ha desaparecido alguno —corrigió Peter, bostezando de nuevo. Cuando ella no respondió la miró fijamente durante largo rato, su rostro en penumbra en la oscura habitación—. De acuerdo. ¿Estás segura de que tenemos un problema?
Ella hizo una mueca.

—Te apuesto tu Bentley a que hay algo turbio en todo esto... y si logramos descubrir qué expedientes faltan, sabremos cuál es el problema.

—Bueno, vamos a revisar los archivos.

Dios, aquello podría llevar horas. Y aunque confirmaría lo que ella ya creía, no daría respuesta a una importante pregunta... Si no estaban en la mansión, ¿dónde estaban los otros expedientes?

—Tengo una idea mejor.

—Si tiene algo que ver con lo que hay debajo de tu ropa, me apunto —dijo, tomándola de la mano mientras regresaban a la oficina de Cortés.

Le gustaba cogerla de la mano. Ya lo había notado, y aunque eso hacía que se sintiera... atrapada, también le provocaba un revoloteo cada vez que él cambiaba su pauta para tocarla.

—Digamos que ya estoy convencida de que los expedientes no están en Sonne Brilliant —dijo.

—Está bien, lo acepto.

—Así que, digamos, además, que voy a la casa de Cortés a ver si encuentro algo por allí.
Peter se detuvo con tanta brusquedad que ella dio un traspié debido al tirón de su brazo.

—¿Perdón?

—La policía habrá estado allí, pero únicamente buscaban algo con qué vincularlo a los explosivos y a la tablilla. Esos archivos son importantes... Cortés es tan meticuloso que de otra forma no los hubiera sacado del ordenado archivador. Y no puede haberlos destruido sin que le diera un ataque al corazón.

—Mariana, estás sugiriendo que realicemos un allanamiento de morada. AM, o como demonios lo quieras llamar.

—¿Y qué es lo que sugieres si no?

Peter la fulminó con la mirada en el pasillo iluminado por la luna. Despertarse y descubrir que ella se había ido casi le había ocasionado un extraño ataque de pánico, aunque la lógica le dictaba que ella se quedaría hasta que descubrieran que estaba pasando. Asimismo, se había sentido desorientado al darse cuenta de que estaba comenzando a alargar la investigación.
¿Cuántos «espera hasta mañana» aceptaría Lali? Con todo, aquello parecía una locura.

—No, Mariana. Lo hablaremos con Castillo mañana.
Ella le devolvió la mirada durante un segundo, luego asintió.

—Entonces, vamos a la cama.
Cuando ella se disponía a pasar por su lado, tiró de su mano, y la hizo darse media vuelta.

—¿Crees que soy estúpido? No, Mariana.
Mariana le puso las manos en los hombros y alzó la vista hacia él, sus ojos relucían a la luz de la luna.

—Míralo de este modo, Peter. Te debo una. Así que, a menos que tengas una celda con una buena cerradura, te veré en la mañana.

—No...

—No volveré si no quieres —le interrumpió—. Pero voy a descubrir qué está pasando. Soy consciente de que Cortés intentó matarme. Tenía un motivo, y si lo que empiezo a sospechar es cierto, no eran los celos.

—Lali...

—No dejas de decir que lo que ha pasado es personal. Bueno, para mí lo es. Y ahora que tengo una pista, voy a seguirla. Nunca he confiado demasiado en la policía.

Se dio la vuelta sobre sus propios talones, y continuó por el pasillo en dirección a su suite. Tenía allí las herramientas y estaba en lo cierto acerca de las posibilidades que Peter tenía de detenerla.

Arte Para Los Problemas(LALITER) Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum