Capitulo 76

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—En estos momentos trabajo como... autónoma para el museo Norton —respondió suavemente, deseando haber comprendido que alguien de aquella agradable, franca y honesta casa estaba abocado a formularle tal pregunta—. Cuenta con un gran donativo, así que ayudo a comprar piezas y a mejorarlas.

—¿El tío Peter y tú se conocieron porque alguien robó una de sus antigüedades? —preguntó Olivia.

—Sí, así fue —intervino Peter con naturalidad.

Lali, que comenzaba a sentir cierto pánico, dio una rápida mirada a la terraza. «Tranqui, Espósito. Lo estás haciendo bien... sólo actúa con normalidad. Sea lo que sea eso.»

—Rochi —dijo, un tanto bruscamente—, ¿eso no es una Phalaenopsis?
La esposa de Dalmau sonrió.

—Claro que sí. ¡Wow! Estoy impresionada.
Lali sintió que se le enrojecían las mejillas.

—Me gustan las flores. Me encantaría tener un jardín, pero... nunca he tenido tiempo. El tuyo es maravilloso.

—¿Qué es un Phalaenopsis? —preguntó Peter, estirando el cuello para mirar.
Rochi señaló la maceta que estaba justo delante de uno de los postes de la terraza.

—La flor púrpura de allí. También llamada orquídea mariposa. No daba crédito cuando comenzó a florecer el mes pasado. Jamás lo había hecho.

—Yo también tengo un bonito jardín —protestó Peter, sonriendo abiertamente—. Varios, en realidad.

—Sí, pero tú tienes setenta jardineros cuidando de él, Lanzani. —Paseó la mirada entre Rochi y Gastón—. Apuesto diez pesos a que Rochi se ocupa ella misma de las flores, y Gastón se encarga de regar y de podar los árboles. Tú tienes un jardinero, pero sólo corta el pasto.
Gastón miraba a Peter.

—Se lo has contado tú, ¿no?
Con una carcajada, Peter metió la mano en el bolsillo trasero de sus pantalones en busca de su billetera.

—Yo no he dicho ni una sola palabra. Mariana es extremadamente observadora.

Dejó un billete de diez sobre la mesa, pero Lali sacudió la cabeza y lo empujó de nuevo hacia él.

—Dos de cinco, si no te importa.

—¡Caray! —dijo, exagerando al tiempo que los niños se echaban a reír. Sacó dos de cinco y volvió a guardarse el de diez y la billetera en el bolsillo.
Lali cogió los billetes y le entregó uno a Olivia y el otro a Daniel.

—Debería haber apostado más —musitó, riéndose de él por lo bajo.

—Obvio —intervino Olivia.
Peter sacudió la cabeza.

—No pienso apostar contigo nunca más.

—Gracias, Lali. ¿Puedo ir ahora por mi regalo? —preguntó Daniel con el último bocado de verduras en la boca.

—Sí, puedes. Y prende la cafetera.

El chico de catorce años se levantó de la mesa de un salto mientras Lali disimulaba una mueca. «Café.» Sabía que la velada estaba yendo demasiado bien. Pero bueno, por una vez podía beber café como el resto de los mortales.
Daniel volvió un momento después, y asaltó el paquete sin la menor delicadeza de la que su hermana había hecho gala.

—¡Bien! —exclamó, arrojando el papel por encima del hombro.

—¡Daniel! —dijo su madre con dureza, pero sonriendo.

—¡Mira! ¡Ha encontrado uno!
Gastón frunció el ceño.

—Hum, perdona que sea un ignorante, pero ¿no tienes ya uno de esos monstruos dorados?

—Papá —dijo Daniel, poniendo en blanco sus ojos verdes de modo exagerado—, no es un «monstruo dorado». Es un C3PO.

—Sí se. El robot de La guerra de las galaxias pero ¿no tenías uno?

—Tengo la versión de 1997, este es el modelo de 1978. —Daniel sostuvo en alto la caja negra, que incluía luz de estrellas y llevaba una foto de C3PO—. Mira. Su cintura es más gruesa, las piernas no son articuladas y los ojos son del mismo dorado que la piel... no amarillo como los de la nueva versión. Y está en la caja original.

—Así que es mejor.

—Es el original, así que es más caro. Hay que tener cuidado porque algunos tipos compran los nuevos y les pintan los ojos de dorado, luego sellan las articulaciones de las piernas y de los pies para que parezca el antiguo. Aunque se puede distinguir si le miras los pies. Las marcas son completamente diferentes. Pero algunos tipos lo quieren con tanta desesperación que son fáciles de engañar. Hay falsificaciones muy buenas por todas partes.

Continuaron hablando de las cualidades del C3PO de 1978, pero Lali escuchaba sólo a medias. Algo de lo que Daniel había dicho no dejaba de rondarle en un rincón de su cabeza. Algo que no se le había ocurrido antes. Algo acerca de por qué alguien con un prestigioso trabajo fijo como Dante Cortés se arriesgaría a ir a prisión... o peor.

—Mariana —murmuró Peter, acercándose a su oído—, ¿qué sucede?

Arte Para Los Problemas(LALITER) Where stories live. Discover now