Capitulo 46

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—Es un pacto de negocios —refunfuñó, aun cuando le permitió que tirara de ella, una vez más, hacia el ala este de la casa dónde nunca había estado.

—No, no lo es —replicó, mirándola fijamente—. ¿Asustada? —preguntó, el tono de su voz la incitaba a admitirlo.
Lali buscó su boca de nuevo.

—Nunca.

Cuando él la hizo cruzar una puerta, y cerró con llave después, Lali supo instintivamente que habían entrado en un lugar privado. Ante ellos se extendía una enorme sala de estar, tenuemente iluminada por una lámpara en el rincón, decorada en tono azul marino y roble. Lali apostaría algo a que el acceso al lugar le estaba prohibido a los guardias de seguridad y a las cámaras.

—Muy bonito, señor millonario —murmuró, luego perdió el aliento cuando él deslizó las manos debajo de su blusa para acariciar sus pechos.

—Muy bonitas —convino, mordisqueándole suavemente el lóbulo de la oreja.

Al diablo con el control. Podría detenerse más tarde. Lali le quitó la camisa por la cabeza, y pudo advertir las vendas alrededor de sus costillas y en la parte superior del hombro. Lo sucedido los había marcado a ambos, y si ese hombre tan atractivo la deseaba, ¿quién era ella para discutir? El mañana podría esperar hasta el día siguiente. Esta noche iba a ser una chica con suerte.

El polo de Lali fue lo siguiente en caer al suelo, y mientras él la rodeaba con los brazos para desabrocharle el sostén, ella se deleitaba con otro alucinante beso con un leve sabor a chocolate. Los pulgares de Peter rozaron sus pezones y Lali gimió de nuevo.

—Tenía intención de decírtelo antes —dijo, sujetándola a cierta distancia para poder trazar pausados círculos alrededor de sus pechos, pellizcando y haciendo rodar sus pezones entre los dedos índice y pulgar para que se endurecieran—, tienes unos pechos preciosos.

—Graci...

Peter agachó la cabeza y tomó su pecho izquierdo en la boca, chupando y acariciándolo con su lengua. Lali se arqueó contra él, enredando las manos en su pelo.

—Oh, Dios —murmuró; sus rodillas se convirtieron en gelatina.

Ambos se hundieron en el suelo justo al otro lado de la puerta, alfombrado como el resto de la sala de entrada en un oscuro tono índigo. Peter la recostó para poder quitarle el pantalón que le había prestado.

—Tampoco he piropeado tu estupendo trasero —dijo, inclinándose para recorrer con enloquecedora lentitud con la lengua desde la parte entre sus pechos hasta la cinturilla de su prenda inferior—. No me pareció apropiado hacerlo cuando estaba aplicando el súper pegamento.

—Eres todo un caballero —logró a decir, levantando las caderas para que él pudiera quitarle la ropa interior.
Con una sonrisa, Peter arrojó las pocas prendas por encima de su hombro.

—No, no lo soy —respondió, separándole más las rodillas para proseguir el sendero descendiente de su lengua. Bajó aún más la cabeza hasta la zona de oscuro vello, dispuesto a conducirla al borde del frenesí con su boca y sus dedos expertos. A continuación, deslizó un dedo nuevamente en su interior, y ella se sacudió.
«¡Dios santo!» Bueno, no iba a ser la única que perdiera el control.

—Ven aquí —jadeó, tirando de él hacia arriba para poder alcanzar el broche de su tenso jean. Se sentó para poder desabrocharlo, y lo hizo lentamente, sonriendo con falta de aliento mientras las manos de él cubrían las suyas para apurarla. Mariana lo acercó más, tirando de una presilla del cinturón, y a continuación capturó con su boca un endurecido pezón masculino y lo lamió con fuerza. Él gimió, una mano enroscada en su cabello mientras terminaba de desabrocharse el jean con la otra.

Le bajó el pantalón hasta las rodillas, preguntándose por un instante si era sólo su dinero lo que mantenía satisfechas a todas esas barbies en bikini. No, no era sólo su dinero.

—Bonito compañero—susurró mientras rodeaba su duro y erecto pene con los dedos y acariciaba su longitud mientras él echaba la cabeza hacia atrás.

—Gracias. La estás viendo en su mejor momento.

Peter era glorioso, delgado, musculoso y con el cuerpo propio de un deportista profesional. La tendió nuevamente de espaldas. Una caliente neblina inundó su mente mientras él descendía sobre ella una vez más, capturando nuevamente sus labios en un profundo y apasionado beso. Con los dedos en su pelo, lo hizo deslizarse por su cuerpo hasta que él se detuvo una vez más entre sus piernas a saborearla. Dios, en Internet no mencionaban lo bueno que era en la cama... o en el suelo. Arqueó la espalda cuando su lengua se introdujo en su interior.

—Oh, Dios mío —gimió.

—Mariana —murmuró, ascendiendo otra vez para trazar con su lengua lánguidos círculos por sus hombros y chupar su pecho nuevamente.

Ella hundió los dedos en los tensos músculos de su espalda. «Relájate» —se dijo. Ya se preocuparía más tarde por el control y las decisiones—. «Limítate a disfrutar; limítate a ser.» El placer fue aumentando dentro de ella mientras sus pausadas y expertas manos descendían por su cuerpo, desde los pechos a los dedos de los pies, y subían de nuevo guiadas por su boca hasta que Lali apenas podía respirar entre jadeos.

—Peter, Juan Pedro, te quiero dentro de mí. Ahora.

—Yo... ¡Demonios! —Se levantó, apartándose de ella.

Arte Para Los Problemas(LALITER) Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt