Capitulo 79

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Lunes, 12:46 a.m.

Cuando llegaron a la entrada de la mansión, hasta los policías de turno parecían medio adormilados. Ya se habrían ido de no ser por el asesinato de Cruz, pero Castillo se mostraba obviamente protector con la adinerada comunidad de élite. Tras dar un rápido vistazo, uno de los agentes abrió las rejas y Peter ascendió por el serpenteante camino.

A medio camino Lali se dio cuenta de que su ropa interior colgaba del espejo retrovisor, y con un suspiro que él pareció encontrar muy divertido, la desenganchó de allí y se la guardó en el bolso. De acuerdo, sí que era divertido, y por eso se sentía tan relajada que apenas podía mantener los ojos abiertos cuando se detuvieron frente a la puerta.

—¿Debo de llevarte en brazos? —preguntó, dedicándole una sonrisa presumida mientras abría su puerta.

—Te respondería «no me jodas», pero entonces no entraríamos nunca. —Sofocando un bostezo, bajó del auto. Se arregló apenas el corto vestido que cubría su trasero desnudo y fue delante hasta la puerta.
Peter la abrió.

—No llevas ropa interior —canturreó alegremente en voz baja, inclinándose a besarle el cuello cuando pasó por su lado.
A Mariana le flaquearon las rodillas.

—Corta el tema —gritó, mirándolo con calma—. Seguridad, ¿te acuerdas?

—Nuestra foto aparece en el periódico, chiquita. Me parece que no es un secreto que estamos saliendo.

—Eso no es salir. Lo que acabas de hacer con la boca son... cosas de alcoba.
Él sonrió de buena gana.

—Ni ahí. Deberías ver mi repertorio de alcoba.

Ella alzó la mirada a la escalera, buscando cables o cualquier otra cosa que se saliera de lo habitual. Dado que Maxi estaba muerto y Cortés arrestado, seguramente estaban a salvo... pero alguien había matado también a Cruz.

—Ya vi tu repertorio en el auto —dijo, incapaz de resistirse a dibujar una sonrisa maliciosa—. No está mal.

Su repertorio de alcoba los había mantenido ocupados fuera hasta pasada la medianoche, y a juzgar por la expresión de sus ojos, todavía no había terminado. Y pensar que antes creía que era entretenido, pero se había quedado corta. Y no sólo era el sexo, por excepcional que fuera. Había algo embriagador en un hombre que entraba en una habitación como si la poseyera... y en saber que, probablemente, así era. Para alguien de su profesión, cuyos miembros se pasaban el tiempo mezclándose, adaptándose a cualquier situación que se presentara, su evidente confianza resultaba hechizante.
Ella comenzó a subir las escaleras, sólo para encontrarse con que él, el cual la agarró del codo.

—Yo iré delante.
Lali le miró ceñuda.

—No digas tonterías. Tú te ocupas de las tareas de rescate y yo me encargo del reconocimiento del terreno.

Aquello no le gustaba; sin embargo, Lali era consciente de que Peter Lanzani poseía un gran sentido común e inteligencia, y tras un momento que le pareció que se debía más al deseo de causar una impresión que porque en efecto discrepara, él asintió y le indicó con un ademán que siguiera.

Pasaron junto al Picasso del descanso y ella trató de analisarlo. Pero en la penumbra no alcanzaba a divisar si era o no auténtico, así que supuso que Peter había tenido razón al sugerir que esperaran al día siguiente.

A decir verdad, la idea de irse directamente a la cama la atraía inmensamente, después de la noche anterior y del golpee de adrenalina de esa mañana, después del revolcón en el asiento trasero del Bentley, se sentía completamente exhausta, pero la idea de tener de nuevo a Peter en la cama con ella la llenaba de... satisfacción, mucho más que de lujuria. Era una lástima que hubiera decidido bajar a revisar la oficina de Cortés esa noche. Seguramente podía esperar a que fuera de día, pero ya había ignorado sus instintos. Por lo tanto, era hora de unas clases de repaso para ladrones.

—Voy a inspeccionar tu cuarto y la mío, sólo para estar seguros —dijo por encima del hombro, manteniéndose en el lado del pasillo donde la luz de la luna brillaba con mayor intensidad.

—Dejemos que los de seguridad registren mi habitación por la mañana —respondió—. Nos vamos a tu cuarto, y no eres mi guardaespaldas.

—No quiero que te tropieces con una bomba, Peter. Confío en mí misma más de lo que confío en ellos. Yo revisaré tu habitación.

—Estás preocupada por mí —declaró.

—Preparas un buen filete a la parrilla —dijo. «¡Genial!» Ella se había dado cuenta de que aquella... asociación suya parecía evolucionar en una compleja maraña de sus emociones y las de él, pero ahora incluso él se había percatado de eso.
Peter le hizo dar media vuelta para besarla profunda y lentamente.

—Gracias. Los dos iremos mañana a revisar la habitación —sugirió—. Debes de estar más cansada que yo, y eso que apenas puedo mantener los ojos abiertos. No tiene sentido rondar sin un buen motivo... sobre todo cuando quienquiera que matara a Cruz todavía anda suelto.

—De acuerdo, está bien. —Se apartó de sus brazos y continuó por el pasillo—. Pero creía que la gente como tú nunca se cansaba.

—Sólo cuando estamos con personas como tú.

El pasillo y su suite estaban ambas despejadas, y se quitó el vestido y puso un polo y ropa interior limpia mientras Peter estaba en el baño. Lali decidió echarse en la cama durante un minuto mientras esperaba su turno.

Arte Para Los Problemas(LALITER) Where stories live. Discover now