Capitulo 66

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Una pared entera albergaba una cristalera que iba del suelo al techo. Las tres restantes estaban cubiertas de libros, con más anaqueles flotantes, espaciados a intervalos por toda la estancia. Incluso tenía una mesa de tamaño universitario a un lado y, por supuesto, bustos clásicos de mármol de semidiosas griegas en el extremo de los estantes. Si hubiera estado de humor para cometer un robo, el material que allí había la habría dejado extasiada. Incluso ejerciendo la restricción adecuada, se le había puesto la piel de gallina.

Dejando el almuerzo sobre la mesa, se fue a dar un vistazo. Los contenidos de los estantes eran aún más impresionantes que los bustos. Primeras ediciones de todo, desde Twain a Stoker, e incluso tenía un primer Tomo de La tormenta de Shakespeare amparado tras un estante acristalado.

Durante unos minutos descifró el sistema y buscó un libro sobre antigüedades griegas. La pista de las tres tablillas troyanas había sido auténtica, al menos durante los últimos trescientos años, más o menos, y debido a su rareza también habían sido fotografiadas en numerosas ocasiones por diversos documentalistas históricos. Algunos pocos estudios indicaban que su origen troyano era creencia generalizada, aunque todavía seguían siendo objeto de controversia y especulación. En todo caso, eran absurdamente antiguas y preciosas.

Ahora que una había desaparecido, las dos restantes, que se encontraban en Hamburgo y en Estambul, habían incrementado, si cabía, más su valor. Probablemente era el momento de que alguien averiguara dónde se encontraban con exactitud... y si alguien había intentado robarlas últimamente.

—Ignoro qué le has dicho a mi chef —llegó la voz de Peter desde la entrada—, pero en estos momentos se encuentra creando alguna clase de postre en tu honor.
Ella sonrió ampliamente.

—Espero que no sea Confitura Espósito o algo así.

—¿Qué tan encantadora fuiste?

—Solamente le pedí un sándwich —dijo, lamiéndose la mayonesa de un dedo y pasando una página—, y alabé sus habilidades culinarias. En alguna parte oí que su café ganó un premio.

—Bueno, hicieras lo que hicieses, Hans estaba prácticamente aturdido cuando estuve allí hace un momento —continuó diciendo con su voz grave y musical.
Lali se encogió de hombros.

—Únicamente le pedí mantequilla de maní y compota, pero él pensó que la mermelada quedaría mejor a mi sofisticado paladar, y acabé con un sándwich de pepino con pan de centeno. —Y unos ricos bombones que ya se había comido.

—Tal vez buscaba un modo educado de decirte que no sabes distinguir la compota de la mermelada —dijo Peter con una risilla.

—Sí, pero ¿quién puede hoy en día? Ah, por cierto, a partir de ahora vas a estar abastecido de helado de menta. Hans ha hecho un pedido en cuanto descubrió que era mi preferido.

—¿Has conocido alguna vez a alguien a quien no hayas podido conquistar?

—A Gastón. —Le lanzó una mirada por encima del hombro, sonriendo al ver su expresión amenazadora—. Soy, simplemente, encantadora, Batman. No puedo evitarlo.

—Sí que lo eres. Y, además, estás bastante partible. —Se acercó a su espalda y deslizó las manos por sus hombros.

—Cuidado con los puntos —murmuró, intentando concentrarse. Finalmente, encontró la página que buscaba. Lali dejó el sándwich, se limpió los dedos con la servilleta y se acercó el libro.
Por un instante sus manos apretaron con más fuerza sus hombros y luego se relajaron.

—¿Qué estás haciendo?

—Intentando averiguar la ubicación de las otras tablillas.

—¿Y por qué?
Ella alzó la mirada hacia él por encima del hombro. La leve expresión fría de su rostro no la sorprendió lo más mínimo. Estaba furioso.

—¡Qué sé yo! —dijo lentamente—. Se me escapó la tuya, pero todavía quedan dos.

—Ni lo pienses —dijo con voz grave y dura.

—¿Sabes? —respondió, encogiendo los hombros para zafarse de sus manos—. Me parece que deberías reservar parte de tus ingresos para comprarte un poco de sentido del humor.
Él guardó silencio por un momento.

—Debes comprender que a pesar de la... intimidad compartida, no te conozco demasiado bien.

—En tal caso, tú debes comprender que si me ordenas hacer algo, probablemente conseguirás que me enoje y que haga lo contrario sólo para molestarte.
Peter retiró la silla junto a la de ella y se sentó.

—Entendido. Así que, ¿por qué estás buscando la ubicación de las demás tablillas en realidad?

—Aprendes rápido —refunfuñó—. Necesito conocer su paradero para poder investigar un poco y averiguar si alguien ha intentado robarlas recientemente.

—Puedo llamar a mi oficina en Londres y posiblemente averiguarán quiénes poseen las piezas —se ofreció.
Ella le miró de reojo, y cierto rubor tiñó sus mejillas.

—De acuerdo, es una pregunta estúpida, pero ¿qué clase de negocios tienes?
Peter se echó a reír.

—¿No lo sabes?
Lali se encogió de hombros, su sonrojo se hizo más intenso.

—No tuve tiempo de leer la mayoría de los artículos de Internet. Compras cosas y las vendes, pero supongo que hay más aparte de eso.

—Ah. Según se dice, estoy metido en muchos asuntos diferentes, pero sí, principalmente compro propiedades, las mejoro, renuevo y las vendo de nuevo. En ocasiones adquiero un negocio entero con el mismo propósito.

—¿Y qué vas a hacer con la WNBT?
Él sonrió.

—Bueno, la serie Godzilla parece muy popular. Quizá pongamos todos los monstruos a todas horas.

—Genial.

—En realidad, la cadena lleva arrojando pérdidas los cuatro últimos años. Mi idea es meter a parte de mi equipo y ver lo que podemos hacer para solventar ese pequeño problema.

—Tienes equipo —repitió. Claro que sabía aquello, pero no podía evitar sentir curiosidad por aprender más acerca de él. Había estado tan concentrada en ella durante el tiempo que llevaba allí que casi resultaba extraño recordar que él tenía un trabajo, un imperio empresarial de éxito, que requería de su atención.

—Gastón es parte de mi gente. Tengo más.

—¿Cuántos?

—Varía. Imagino que alrededor de seiscientos o setecientos en estos momentos. Eso incluye arquitectos, contratistas, carpinteros, contadores, programadores informáticos, abogados, una secretaria, mayordomos y todo aquel que necesite para el proyecto en el que trabaje.

—Genial —repitió. Sin embargo, la afirmación de Peter trajo otra pregunta a su mente—. ¿Y por qué estoy yo aquí?

Arte Para Los Problemas(LALITER) Where stories live. Discover now