Capitulo 12

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Mariana tenía que reconocerle a Juan Pedro una cosa. No había hecho sonar la alarma mientras ella salía de su bonita casa, saltaba el muro y se alejaba de sus preciosos jardines.

Había sido una idea insensata. Sólo llevaba dos días escondida y ya estaba arriesgándose de forma estúpida. Naturalmente que no tenía motivo alguno para confiar en ella, mucho menos para querer ayudarla... aunque sospechara quién había fabricado la bomba. No es que tuviera intención alguna de traicionar a Maxi... pero bien podría desviar la atención hacia ella. Ahora, sin embargo, se había dejado ver con nitidez, le había facilitado información a él, y por tanto a la policía, de que seguía en la zona y demostrado que podía atravesar incluso su reforzada seguridad con la suficiente facilidad como para haber podido llevar un explosivo en cualquier ocasión.

¿Y qué había obtenido de ese encuentro? Lali frunció los labios. Ya sabía que era guapo, pero a raíz de su pequeño intercambio, él era de sangre caliente y muy atractivo. Era una suerte que coquetear hubiera sido parte de su plan de esta noche, porque no estaba segura de que hubiera sido capaz de evitarlo. Puede que hubieran sido las feromonas o alguna otra cosa, pero pensándolo bien, puede que asociarse con un hombre al que encontraba tan atractivo no hubiera sido una buena idea.

Caminó el kilómetro y medio que le faltaba para llegar hasta el lugar en que había dejado el auto y arrojó sus instrumentos dentro de la maletera. Sin embargo, se detuvo de nuevo cuando se puso tras el volante. «No había hecho sonar la alarma.» Así que creía, al menos, parte de su historia. Ya era algo, suponía, pero ni mucho menos el tipo de ayuda que quería.

Dejando escapar el aliento de golpe para intentar deshacerse de la excitación provocada por la adrenalina que él había encendido, puso en marcha el vehículo. Era el momento de trazar otro plan. En los dos próximos días robaría otro auto, y detestaba hacer eso. Su padre la había acusado en una ocasión de ser escrupulosa, pero habría sido más preciso llamándola esnob. Cualquier vago podía robar un auto. Ella ansiaba la emoción de ir a algún lugar en el que se suponía que no debía estar y de saborear... el tiempo.

Textos antiguos, pinturas de los antiguos maestros, jarrones de la dinastía Ming, monedas romanas, losas de piedra troyanas... todo eso le fascinaba, y también había sido criticada por aquello, por averiguar todo lo que podía sobre un objeto antes de liberarlo. Su padre sólo los había considerado como un medio de hacer dinero, y a sí mismo como a un banquero, transfiriendo fondos de una cuenta a otra y obteniendo beneficios por las molestias que se daba.

Dado que Maxi no había sido nada comunicativo, su intención había sido la de preguntar a Lanzani si la tablilla de piedra había desaparecido o bien había sido destruida. Aun así, no es que fuera probable que él se lo hubiera contado en ningún caso. Sin embargo, aquello era importante. En el primer caso, la bomba había sido una distracción; y en el otro, habría sido un arma homicida. Un arma destinada a matarlo. Al apetecible y deseable Juan Pedro Lanzani. El único multimillonario que conocía que andaba descalzo, vestía jeans ajustados y tenía un bonito trasero.
Lali se agitó, poniendo fin a ese curso de pensamiento.

—Basta —susurró mientras encendía la radio. Como mínimo, su grado de distracción después de mantener una sola conversación le indicaba que había hecho lo correcto al salir de allí. ¿Y qué si le proporcionaba su descripción a la policía? Jamás la encontrarían. Ahora solamente tenía que esperar unos cuantos días para que la red oficial se cansara de vigilar para dar con ella y mostrara algunos puntos débiles. Sólo necesitaba uno.

Estaba preocupada por Nicolás, pero él había sobrevivido a trabajar con su menos cauteloso padre, y podía cuidarse sólito. En cuanto a ella, Milán estaría preciosa en esta época del año, demasiado abarrotada de turistas como para que noten su presencia.

No quería pensar en lo que haría más adelante, cuando quisiera regresar a la Argentina y no pudiera porque aún la buscaban por asesinato e intento de asesinato.

Decidiendo que todavía no había enojado lo suficiente a Maxi, lo maldijo unas cuantas veces más. Por supuesto que no se había preocupado más que de sí mismo, ella no le importaba nada. Pero había sido un inepto, y ahora era ella quien tenía que quedarse a aclarar todo ese lío.

Por esa noche, se dirigió de nuevo al interior, hacia Monte Grande, donde su padre tenía uno de sus refugios que ahora le pertenecía a ella. Se trataba de una casa en no muy buen estado y diminuto, pero absolutamente insignificante. A nadie se le ocurriría que un ladrón que se valore fuera a acercarse a menos de un kilómetro y medio de allí.

Las heridas de su hombro y pierna le punzaban. Necesitaba limpiarlas de nuevo con alcohol y arreglar el pegamento allí donde al menos uno de los cortes había comenzado a abrirse. Ya se preocuparía al día siguiente del mañana. Y esa noche se preguntaría por qué seguía irritándole que alguien pudiera tratar de matar a Juan Pedro Lanzani, el único testigo que conocía su implicación en todo aquello.

Continuará...

Arte Para Los Problemas(LALITER) Where stories live. Discover now