Capitulo LI: Ratatouille

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Existe esta especie de idea o leyenda urbana que el filme Ratatouille tiene un gran seguimiento entre dos grupos: los estudiantes de arte, y los críticos. No sorprende que el último proyecto de una compañía como Pixar tenga una gran aceptación entre todos los públicos, eso es algo esperando, pero la historia de la rata que desea ser chef parece tocar una fibra sensible en especifico que no toda película logra tocar, animada o no.

¿Por qué?

Quizá porque en esencia, la historia se trata de tratar de hacer arte.

Claro, la gastronomía no es una de las bellas artes (literatura, escultura, pintura, arquitectura, danza, música y cine, más, dependiendo a quién le preguntes, fotografía y cómic) pero una actividad tan compleja puede ser considerada un arte, en si, casi cualquier afición o labor que apasione a una persona a un grado extremo será visto como un arte ante sus ojos, y antes los ojos de los entusiastas y fans.

Debatir si cierta actividad puede clasificar como “arte” es un debate interesante pero complejo y no creo que éste sea el espacio indicado para que pudiera llevarse a cabo, y aunque yo mismo soy aficionado y tengo conocimientos básicos, no soy una alta autoridad con una voz que pueda darle legitimidad a la discusión, así que, por el bien de la claridad y la simplicidad, iremos con una definición muy abierta y perfectamente debatible y refutable como una actividad que conlleva creatividad y pasión.

Y bajo esos términos simplistas y escuetos, la cocina para el personaje principal, Remy, es sin duda un arte.

Él viene de una sociedad que sólo se preocupa por cuestiones básicas: alimento, refugio, y...ya. Huir de las amenazas ocasionalmente se podría añadir, pero en lineas generales podemos apreciar un estilo de vida bastante sencillo, en el cuál las necesidades primordiales están en mayor o menor medida, cubiertas.

Mas por algo existe ése dicho “no sólo de pan vive el hombre”: una persona necesita más que alimentos y un hogar para poder llevar una vida que la mayoría de nosotros llamamos “plena”. Los humanos somos expertos en pensar en maneras de distraernos: el cine, los libros, el deporte, los videojuegos, los juguetes, la moda, la escultura, y, por supuesto, la gastronomía, el interés principal de Remy.

Puede parecer algo burgués y vano, ¿pero no sería eso entonces el caso de cualquier hobby o pasión? Siempre he tenido un problema con una situación que veo ocasionalmente: sucede cuándo hay algún evento importante, como los Juegos Olímpicos o alguna entrega de premios, y así como hay innumerables fans obsesionados con sucesos así, también parecen haber detractores que pueden o no tener argumentos de peso, pero uno que siempre he considerado uno un poco injusto es el “apelar a problemas peores”. No faltan voces que no entienden como pueden haber tantos poniendo su atención a esas cosas, habiendo niños muriendo de hambre en África, dictaduras en tal o cuál país del Medio Oriente o pobreza en las Américas.

No digo que no sean temas importantes, pero no es como si una persona común tuviera que desenfocarse de simples aficiones, y en todo caso, es perfectamente consciente de muchos de esos problemas. Puede inclusive tener los suyos propios, pero si a eso nos vamos, cualquier pasión se verá como boba o superficial para aquel que no la comparta, y cualquier esfuerzo en ellos parece un desperdicio para quienes no la entiendan.

Creo que no es difícil empatizar con Remy, dado que su pasión y afición pueden ser aplicadas a cualquier contexto: aquel que sueña con ser inventor, o escritor, o cantante. Cualquiera que tenga un sueño que parezca imposible de alcanzar, pero que da todo lo que puede para verse hoy algo más cerca de su meta de lo qué estuvo ayer.

FiccionandoWhere stories live. Discover now