Capitulo XLVI: Pixeriando (Toy Story 2)

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Palabras recurridas y quizá hasta sobre-usadas: “Segundas partes nunca fueron buenas”. Es un miedo curioso acerca de cómo nos mostramos con algo de recelo respecto a la idea de que algo que nos gustó continué; por supuesto, no es algo generalizado: muchos fans se sienten en las nubes al saber que su amada historia va a continuar, pero unos elementos, tal vez cínico, tal vez realista, expresan escepticismo.

Cuándo anunciaron Toy Story 2, ya a ésa joven edad en la que me encontraba mostré mis dudas: adoré la primera parte, como el 99% de mi generación, y una parte de mi deseaba de verdad unirme a otra aventura con esos amados personajes, pero ya para entonces temía que lo que siguiera no estuviese a la altura que lo que ya había sido.

Al final de cuentas, lo mejor fue comprobar las cosas por mi mismo en lugar de intentar adivinar, y me encontré con una agradable sorpresa: puede que no todos compartan mi parecer, pero sin dudas creo que la segunda parte de hecho es superior a la original.

Pero no han venido aquí para escuchar flores y alabanzas sin fin, sino para ver a alguien sobre-pensar los detalles y los temas de un filme para niños sobre juguetes.

Vamos pues.

Una de las partes más importantes de madurar y crecer como persona, y pasar de un infante inocente a alguien con consciencia es enfrentar el hecho que todas las cosas deben acabar, ya sea un año escolar, un matrimonio en el caso de padres que pasan por un divorcio, o más importante aun, la propia vida: es una de esas cosas que uno eventualmente sabe sin tener en realidad conocimiento de ello; uno no nace sabiendo que esta locura en medio de la cuna a la tumba llamada existencia va a tocar fin algún día, pero nos enteramos de ello.

El conocimiento de que nuestro tiempo en la tierra es limitado probablemente sea el verdadero diferenciador entre los humanos y los animales. Me atrevería a decir que eso explica nuestra obsesión con construir monumentos más altos y de dejar “un legado”: buscar la inmortalidad, porque el morir nos asusta.

Toy Story 2 bien puede leerse como la manera de Pixar de tratar tal tema.

Woody sufre una pequeña rotura, y aunque no es algo de gravedad que amenazca de una manera seria su existencia, aparecen temores: el hecho que Andy no desee jugar con él de todo, que sea tirado a la basura como un objeto sin importancia. Los juguetes no tienen un ciclo de vida como el que podríamos conocer, supongo; a diferencia de los humanos, que en muchas ocasiones batallamos para encontrar un propósito en nuestras vidas, los juguetes tienen uno muy claro desde el comienzo: son artículos para que los niños jueguen, así de simple y sencillo.

Y si nadie juega con uno, el sentido de su existencia se pierde; bien podríamos verlo como una muerte “simbólica”, pues ya su existencia se vuelve irrelevante si se pierde esa propiedad.

Woody llega en contacto con otros juguetes de su franquicia: muñecos del viejo oeste, tan raros que son coleccionables, y él mismo es la joya de la corona. Aunque siente enorme amor por Andy, el temor a su propia mortalidad ejerce influencia, y se cuestiona si vale la pena seguir en tal rumbo: son los niños los que juegan con él, y Andy, ni nadie, será un niño para toda la vida.

Puede entonces elegir la opción de terminar en una exhibición en un museo, y ser apreciado por multitudes por generaciones; desde el punto de vista del filme, es lo más cercano a la inmortalidad.

¿Querrían ser inmortales? La búsqueda de la vida eterna es un tropo y motivo tan antiguo como la ficción humana, y probablemente como la humanidad misma: podemos verla en tradiciones mitológicas a lo largo de distintas culturas del mundo, en épicas, en novelas de fantasía. El inmortal no sufre las limitaciones de un humano ordinario, el inmortal es casi un dios.

Pero no existe un consenso absoluto respecto a las bondades de la condición del nunca-morir: hay algunas obras en las que de hecho la inmortalidad es considerado una maldición, algo negativo que viola las leyes naturales; ver a tus seres queridos morir, verse inmerso en un mundo extraño tan alejado e inclusive alienigena al cuál originalmente fuiste parte, la tortura del aburrimiento de la falta de un objetivo. ¿Ser inmortal no remueve entonces mucha de la emoción del vivir? ¿Qué emoción puede existir cuándo sabes que tienes todo el tiempo del mundo para realizar tal o cuál tarea?

Recordemos por ejemplo, la leyenda medieval del judío errante: una figura de discurso en el que un judío (simbolizando la totalidad de la población judía) es maldito a vagar por sobre la tierra por haber negado a Jesús el hijo de Dios. El personaje todo lo que puede hacer es esperar.

Buzz confronta a Woody con un predicamento similar: si Woody se va a un museo, sí, vivirá “por siempre”, pero pone en duda que sea una vida que valga la pena; no es una que realmente provea del objetivo primordial de la vida de un juguete, y estará por siempre alejado de justamente eso. Parece casi sin decirlo plantear una gran pregunta respecto a la muerte y la vida: ¿Es mejor ser mortal pero con una buena vida o ser inmortal y sometido a la incertidumbre de la eternidad?

Y luego tenemos a Jessie, la vaquerita, que agrega una nueva capa en toda esta discusión: ella vivió el “ciclo natural” de la vida de un juguete, siendo amada, para que luego, su dueña madurara y se olvidará de ella. En varias ocasiones, ella muestra tremenda ansiedad con la idea de volver a la oscuridad y ser olvidada una vez más: ella está un paso adelante de Woody, ella tiene la experiencia de haber caminado por ése sendero y no desea repetirlo jamás.

He escuchado de varias personas mayores que así como los niños aprenden que existe la muerte, los jóvenes adultos deben aprender que la muerte no es algo lejano que jamás llegará, sino que es una posibilidad real y puede estar más cercana de lo que uno cree y de lo que uno quisiera. ¿Eso significa que uno debe vivir con constante temor al fin? Por supuesto que no: la lección ahí no es sobre temor, sino sobre hacer las paces con la idea que nuestro tiempo es finito y que hay que aprovechar los momentos mientras estemos en ellos, y que morir, ya sea mañana o en noventa años no es algo malo, sino simplemente otro paso más en la rueda de la vida.

Woody aprende a lidiar con eso, al elegir una vida finita junto a su dueño sobre la inmortalidad de un museo. No es algo que sea sencillo, e inclusive Buzz lo cuestiona respecto si no se arrepiente de su elección, un poco como si se nos dijera que el astronauta entendiera un poco el punto de querer estar puestos en exhibición.

Pero el debate sigue abierto porque al final de cuentas, la elección de Woody fue una personal que le sirve a él, mas no todos podrían estar de acuerdo con ella, y es que pensemos y juguemos con la idea por un momento: ¿Ustedes preferirían la emoción efímera de una vida plena pero con un fin o la certeza y seguridad pero aburrida eternidad?

Yo mismo he respondido esa pregunta con ambas contestaciones en diferentes etapas de mi vida, y es algo que sigue en discusión en mi cabeza, y probablemente lo seguirá estando hasta el último segundo de mi existencia, y no me sorprendería si lo mismo pasara con algunos que lean estas lineas.

Shalom camaradas.

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