Capitulo XXIX: Disneyando (Frozen)

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Y finalmente llegamos a la última película con no una, sino dos heroínas (estirando en un caso la definición de la palabra) con Frozen, basada MUY libremente en el cuento de Hans Christian Andersen “La Reina de las Nieves” (ninguna novedad para este punto), y así como Brave exploró la tal inusual relación entre madre e hija, esta historia explora la de dos hermanas.

Realmente en primera instancia no recuerdo alguna heroína del canon animado de Disney que haya tenido una hermana; lo más cercano es Ariel, la cual tiene un número alto de ellas pero ninguna posee relevancia alguna para la trama del filme.

Elsa y Anna son dos princesas (por supuesto) de un reino del norte inspirado en Noruega (realmente no tiene caso preguntarnos sí es la verdad: esta compañía nunca ha buscado realismo regional o cultural). Elsa, en el día de su coronación, ve revelado un secreto: puede crear hielo y nieve de la nada, y huye para iniciar una nueva vida por cuenta propia, lejos del mundo exterior, pero como consecuencia, termina desatando una maldición de invierno eterno. Para romperlo, Anna debe buscarla, y acompañada de un montañés, Kristoff; su reno que no es nada parecido al caballo en “Enredados”, y un hombre de nieve que rompe el tono potencialmente dramático del filme peor qué las gárgolas en “El Jorobado de Notre Dame”, se da pie al comienzo de la aventura.

Frozen se ha convertido en un éxito inusitado y completamente rotundo a nivel mundial; el filme dominó la taquilla, su tema ha sido versionado en inumerables ocasiones y en general, se habla del hit más grande de Disney desde “La Bella y la Bestia”, no sólo en cuestiones monetarias sino en criticas, las cuales han sido en su mayoría positivas. Supongo que eso muestra que el público, inclusive con lo cínico que en ocasiones puede llegar a ser, sigue disfrutando de un cuento de hadas relativamente tradicional y soñador.

Mas al mismo tiempo, hay una razón por la que usé el termino “relativamente”.

Frozen es una historia que es justo, por decirlo así, lo que podríamos esperar de un filme de nuestros tiempos: bajo su apariencia conservadora, posee muchas virtudes en la manera en la que se puede interpretar.

Elsa tiene una habilidad increíble y es consciente de ello desde muy temprana edad, pero debido a un prejuicio cultural, se ve obligado a ocultarlo la mayor parte de su vida. Cuándo es revelado, se ve obligada a dejar la vida que conocía atrás al grado de aislarse del resto de la sociedad.

¿Eso les suena familiar? Si no es así, tranquilos que para eso me obsesionó para que ustedes no tengan que.

Es un tema notable en el filme: el guardado de un secreto personal que puede destruir la imagen de uno si es que se llegara a hacer público, y aunque muchas personas guardan detalles sobre sus personas que pueden ser de todo tipo y naturaleza, hay una interpetación que parece estar en la mente de muchos espectadores.

El secreto de Elsa es una alegoría a la homosexualidad.

Por supuesto, parece ser la interpretación “de moda” en muchas obras de ficción, pero es innevitable que se de; después de todo, vivimos en una era en la que han habido grandes avances sociales y politicos en la lucha por los derechos de los individuos LGBT (Lesbianas, Gay, Bisexual y Transexual); algunos países, inclusive aquellos que considerabamos demasiado conservadores, han empezado a moverse hacía una dirección de progreso. Sería como preguntar porque tantas series, canciones y peliculas en los 60 tenían transfondos raciales: el arte es producto de su tiempo y si las fuerzas de la historia están en movimiento hacía determinada dirección, va a influencias a los creadores que vivan esa época, e inclusive, en las interpretaciones que se le dan a otros trabajos que quizá no tengan el tema propiamente dicho, pero que quizá por un motivo u otro pueden ser leídos así.

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