Capitulo XLVIII: Pixeriando (Buscando a Nemo)

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Las relaciones padre-hijo tienen una dificultad especial, mucho de ello se debe a que, y lo digo como un miembro de tal género, la sociedad no permite expresar sentimientos del mismo modo en que a las mujeres. Una insensatez sin duda, algo sin sentido producto de tiempos arcaicos que lamentablemente seguimos arrastrando en nuestro tiempo, pero algo que sigue estando presente, nos guste o no.

“Buscando a Nemo”, llena un poco ese nicho, uno que no siempre es tratado, al menos no de manera tan abierta, porque es una relación complicada: estamos tan acostumbrados a guardarnos las expresiones y sentimientos por miedo a la burla, al ridículo.

Pero por sobre todo, se resalta más la perspectiva del padre, una que no es de todo desconocida, pero si es un tanto novedosa en el sentido de que es un filme para niños, y casi siempre, en ése contexto, es la perspectiva del hijo la que predomina, y la del padre es secundaria, o periférica.

Marlin, nuestro protagonista, sufrió una perdida tremenda; no me preocupa dar spoilers en éste apartado dado que sucede en básicamente lo que es la primera escena: la perdida, de una manera violenta y súbita, no sólo del amor de su vida, sino del potencial de una familia grande, con Nemo como único sobreviviente.

Tanto por el hecho en si mismo como las circunstancias, es comprensible el modo de ser de éste padre: se preocupa por todo, y ve en incluso en las situaciones más rutinarias un riesgo increíble. Existe una condición llamada “Síndrome Postraumático”, y aunque no soy psicólogo, en un vistazo, sin duda parece que tiene un cuadro típico de tal estado mental. Paranoia, nervios, miedo a lo desconocido, y si ya de por si es duro para un individuo, proyectar tales inseguridades en un hijo es algo que complica la situación mucho más.

Y sin embargo, cuándo su hijo se ve en problemas (que uno podría decir que se metió en ellos en primer lugar pero también es innegable que fue empujado a actuar como lo hizo debido al hartazgo de los temores de su padre) no duda dos veces en irle a buscar.

No soy padre todavía, la idea de serlo me aterra dado que yo apenas puedo ser medio responsable para con mi persona, no puedo ni imaginar el tratar de serlo para un ser frágil que requiera ser cuidado todo el tiempo, pero soy un adulto, y una de las ventajas de esta edad (además de que, si quiero cenar una jodida hamburguesa, la compro y no tengo que oír a padre o madre alguno jodiéndome de que no es algo saludable) es comprender situaciones que antes no notabas siquiera, como por ejemplo, los sacrificios paternales.

Hay una historia de un niño que se comía las piezas más grandes del pollo mientras que recordaba como su madre sólo se comía las partes más delgadas y con menos carne, y así fue cada vez que tenían la oportunidad de comer tal alimento. Llego un punto en que el hijo se volvió un adulto, y tuvo sus propios niños a su vez, y sólo entonces se percato de un pequeño detalle: toda la vida supuso que a su madre le gustaban las piezas más delgadas del pollo, pero en realidad no era así, sino que prefería ella comer menos con tal de dejarle a él la mayor cantidad de comida posible: finalmente se dio cuenta de la verdad al ver como él sacrificaba parte de su sueldo que en anteriores circunstancias hubieran ido a algún pequeño lujo u ocio con tal de tener más para darle a sus hijos: más comida, más vestido, quizá un ahorro para la educación o para pagar un seguro, etcétera.

Uno tiende a olvidar que los padres son seres humanos, como nosotros, y tuvieron sus sueños e ilusiones: puede que muchos hayan logrado cumplirlos, pero en mayor o menor medida, ponen en pausa sus vidas y sus metas con tal de criarnos; aquello que parecía tan importante, pasa a un segundo plano.

Marlin muestra un gran sacrificio en ese sentido: enfrenta sus mayores miedos, con tal de ir en una búsqueda que bien pudo no haber tenido éxito. Después de todo, tristemente en la vida real, muchos casos de niños desaparecidos o perdidos jamás llegan a resolverse, pero eso no significa que cualquier padre o madre con sangre caliente en las venas no intente mover mar y tierra con tal de encontrar a su hijo.

La ficción moderna, sobre todo la juvenil/infantil, tiende a ver a las figuras paternas de un modo muy simplista: los padres son o obstáculos que deben ser superados porque no comprenden los deseos de sus hijos, o son sobre-idealizados (reyes, hechiceros, agentes secretos...). Por supuesto, dado que se busca que el público guste de la historia, es tentador y sencillo tomar el lado de los hijos y mostrar a los padres como incapaces de comprender, molestos, o en ocasiones, inclusive crueles. “Buscando a Nemo” toma una ruta diferente: Marlin tiene las mejores de las intenciones, pero sus miedos se vuelven una muralla cada vez mayor que debe de ser derribada; Nemo es un chico que sólo desea vivir y disfrutar de las experiencias de su edad, pero su obstinación lo mete en problemas. Es un conflicto muy equilibrado en la que ambas partes tienen buenos puntos pero la falta de comunicación entre ambos es lo que ocasiona el problema. No existe un villano, ni los tiburones ni los humanos pueden ser considerados así en un sentido narrativo; el verdadero “villano” es el malentendido.

Marlin aprende en su camino que a pesar de que intentar proteger a los hijos de cualquier riesgo es un ideal en teoría hermoso, puede resultar contraproducente. Creo que fue el personaje de Doris quien dijo “si tratas que nada le pase, nada pasará con él”, un poco como diciendo que para llegar a cualquier punto en esta vida, uno debe que tomar riesgos. En ocasiones sencillamente no hay otro modo para poder avanzar, y aunque existan riesgos y temores, habrá veces en las que será mejor qué el estancamiento, y sin duda, es una de las lecciones más importantes que cualquier ser humano equilibrado debe de aprender.

Shalom camaradas.

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