Capitulo XXXIV: Fuimos Lo Que Leemos

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No recuerdo el origen de esta frase, de antemano, les pido disculpas, pero es una que me ha fascinado desde el momento que la escuché:

“El pasado es un país extranjero”.

Conforme pasa el tiempo, algo más que la tecnología, las dinastías y gobiernos cambian, sino que también lo hacen las actitudes y valores; es un fenómeno conocido el “choque cultural” entre el encuentro de dos o más individuos de origines diferentes cuándo sus expectativas e ideas parecen casi opuestas, y hay millones de ejemplos:

* En el occidente, el color del luto es el negro; en algunas culturas orientales, así como la rusa, por el contrario, es el blanco.

* Comer todo el contenido de un plato para muchos significa que disfrutaste de la comida, pero en algunos lugares de China es un gesto grosero ya que represente que el anfitrión no tiene suficiente como para alimentar a sus invitados.

* Actitudes en general sobre algunos temas que pueden ser aceptados ampliamente en unos lugares pero rechazados por completo en otros, como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la legalización de ciertas drogas, la educación sexual a escolares, etcétera.

Pero muchas de esos choques culturales no sólo ocurren en obras de ficción de distintos lugares (como por ejemplo el anime y el manga de Japón, el cine de arte de algunas regiones de Europa pueden tratar temas de un modo y una perspectiva que puede chocar con las ideas y cultura de sus espectadores) sino en cuestión de tiempo.

Y volvemos de nueva cuenta a esa frase inicial, porque hay muchas grandes obras de la literatura, o de otros medios como el cine o la televisión que pueden ser considerados clásicos o innovadores, logros culturales que sin embargo, pueden de vez en vez ser un poco difíciles de ver dado que chocan mucho con los valores modernos.

En mi serie “Disneyando”, el tema del choque cultural a través del tiempo era algo recurrente; después de todo, parte del punto era comparar las heroínas del pasado y como en muchos casos aquello que representaban iba en casi total opuesto de lo que esperamos de un personaje hoy; esperar a ser rescatada y ser feliz para siempre nos parece en nuestro día y época como un rol bastante limitado para una mujer, pero por supuesto, hay muchos ejemplos más, y de mayor severidad inclusive.

¿Por qué no tomamos por ejemplo una de las grandes obra de las letras hispanas? Estoy hablando de Don Quijote.

Hay muchas cosas, temas e ideas que han logrado perdurar el paso del tiempo; existe un motivo por el cuál es un texto que sigue siendo leído siglos después de su origen, pero hay otras que pueden parecernos fuera de lugar por decir lo menos. El personaje de Sancho Panza se nos presenta como simpático y en lineas generales, un buen sujeto, y sin embargo fantasea con vender esclavos y convertir “el negro en oro”. Tal idea se nos hace completamente racista y creo que ni debería ser necesario que lo señale.

Hans Christian Andersen es uno de mis autores favoritos y creador de grandes clásicos como “El Soldadito de Plomo”, “La Sirenita” y “La Pequeña Cerillera”, y aparte de su gran amor por los diminutivos, su obra es conocida por ser en ocasión oscura y cruel (lean la versión original de “La Sirenita”, y verán de qué hablo) pero inclusive eso no es tan malo si recordamos un cuento relativamente oscuro de su autoría: “La Doncella Judía”, sobre una chica de dicho credo que ve con curiosidad y anhelo a sus compañeros de religión cristiana y tiene enormes deseos de convertirse a esa fe. Comentaré el resto de la trama a pesar de posibles spoilers dado que no es un cuento que se lea mucho hoy en día y es poco probable que lo conocieran si yo no lo menciono: la protagonista, Sara, muere y nunca se convierte, pero a pesar de eso, en la otra vida se le considera una cristiana bautizada hecha y derecha, e ingresa al paraíso.

FiccionandoWhere stories live. Discover now