Capitulo XXXVI: Un Mundo Infeliz

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Hace tan sólo unos pocos años, la manía era el románce sobrenatural: Twilight comenzó este sub-género de historias de amores entre adolescentes y criaturas misteriosas, la mayoría vampiros, pero también pudieron incluir hombres lobo, ángeles, demonios, extraterrestres y demás seres del imaginario colectivo.

Y aunque en menor medida, sigue teniendo peso comercial, un nuevo retador ha llegado con el fin de arrebatarle el titulo del género de moda en la literatura juvenil.

Hablo de la “Distopia adolescente”.

Pero todo a su tiempo; empecemos con las introducciones y explicaciones.

Uno de mis primeros amores literarios fue la distopia, que se refiere a esos escenarios dónde algo sucedió terriblemente mal...no, no hablo de Venezuela, sino de escenarios de libros en los que las libertades estén oprimidas, los recursos puedan ser escasos y los gobiernos completamente autoritarios, y...

...vale, quizá si esté hablando de Venezuela, ¡pero no me lo propuse!

Ejemplos clásicos de distopías incluyen 1984 de George Orwell: un clásico (quizá EL clásico del género) sobre un país gobernado por un ente omnipresente conocida como “El Gran Hermano” que monitorea las vidas de los ciudadanos hasta el más mínimo detalle. Otro de mis favoritos es “El Cuento de la Criada”, de la autora canadiense Margaret Atwood, sobre una horrible visión de una nación fundamentalista que ha suprimido casi por completo el papel de la mujer en su sociedad.

Los libros e historias distópicas no son algo nuevo, lo que sí lo es es la fascinación de los lectores adolescentes con tal estilo.

Todo pareció empezar con el mundialmente reconocido libro de Suzanne Collins, “The Hunger Games”. Obras anteriores como “Battle Royale” (o si nos queremos ver expertos, podemos irnos tan atrás como “El Señor de las Moscas”, o inclusive a la antigüedad con el mito del minotauro, en el que para aplacar a una horrible y poderosa bestia, el pueblo de Knossos, en Grecia sacrificaba a siete varones jóvenes y siete doncellas cada año) mostraban que había un público interesado en ver adolescentes en situaciones espantosas, pero desde un punto de vista cultural-comercial, la historia de Katniss capturó la atención y la imaginación de tantos alrededor del mundo que en retrospectiva, “The Hunger Games” será visto como algo tan característico de los 2010 como Elvis es visto como un emblema clásico de los 50.

Y como sucede en estos casos y era de esperarse, una vez que una formula probó el éxito, no tardaron en llegar imitadores, o por lo menos, historias que tratan de capturar una emoción similar: “Divergence” es uno de esos libros que ha conseguido fama por derecho propio pero que en lineas generales uno puede notar paralelismos con la obra de Collins (una chica en una sociedad represiva que se rebela contra ella). Unwind, de Neal Shusterman, Matched, de Allie Condie y Delirium, de Lauren Oliver son otros ejemplos (aún menos exitosos) de libros que desean seguir los pasos de aquella historia sobre niños matándose los unos a los otros. Inclusive admito que yo mismo he querido tocar el tema y quizá lo haga cuándo ya sea demasiado tarde y el género a nadie le importe (pero eso lo trataré en un momento diferente).

La sociedad represiva parece convertirse poco a poco en “el nuevo románce de vampiros”: lo nuevo en voga, lo nuevo que atrae, lo nuevo que es peligroso y que precisamente eso lo vuelve tan tentador.

Como dije antes, yo mismo he estado atraído a libros así desde mi infancia: “Logan's Run” o “Un Mundo Feliz” son ejemplos clásicos que recomiendo ahora mismo si alguien que lee esto no ha tenido la fortuna de leerlos, pero aunque para mi (al igual que otros fans) este tipo de literatura siempre ha tenido algo que apela fuertemente a los gustos de un segmento de la población, parece algo completamente al azar que tan de moda se esté poniendo entre la juventud lectora.

El romance sobrenatural tiene cierta lógica al grado que uno piensa porque tardó tanto en ser un género tan explotado por los creadores de contenido y los editores: las tribulaciones de una historia de amor son casi universales de comprender, y los adolescentes siempre han tenido una fascinación con las criaturas de la noche (tenemos al menos tres buenas décadas de movimientos góticos y derivados) así que combinarlos simplemente parece tener todo el sentido del mundo.

Mas para comprender el gusto por la distopía adolescente...requiere algo más de tiempo para unir los puntos.

Dana Stevens, una critica de cine que escribe para Slate, hizo un interesante artículo llamado “¿Por qué los adolescentes aman las distopías?”: esos mundos brutales gobernados con puño de hierro entidades remotas y autoritarias, y propuso una explicación digna de ser compartida.

Los adolescentes se sienten plenamente identificados con esas historias porque la escuela es una distopía.

Vale, nadie muere de hambre en una escuela secundaria o un bachillerato, pero hay ciertos patrones que tienen sentido en su comparación: hablamos de una edad en la que las personas son especialmente susceptibles y en la que se siente el juicio, a veces injusto, ya sea de las autoridades a cargo o la de sus pares en casi todo momento.

Stevens declaró que “la adolescencia no es para los débiles de corazón. La lista de pendientes para la década entre las edades de 10 a 20 incluyen separarte de tus padres, encontrar tu propio lugar entre tus pares en la escuela, empezar a tomar decisiones sobre tu propio futuro y —oh sí— averiguar como relacionarte con el mundo y contigo mismo como un ser súbita y místicamente sexual.”

Hoy en día, inclusive en la lucha por las pocas pasantías en una compañía importante que tiene el empleo de tus sueños, muchos ya usan frases como “¡Que comiencen los juegos!” o “Empiezan los juegos del hambre”; lo mismo en los exámenes de admisión a universidades. La idea de una pelea intensa por sobrevivir ha penetrado fuertemente en la consciencia de muchos jóvenes quienes ven en esa lucha constante por un lugar en nuestra sociedad paralelismos con esas historias sombrías de futuros nada envidiables.

Yo no extrañó la adolescencia; es natural ver con nostalgia la juventud, los tiempos pasados, pero en lo personal es algo que nunca he podido comprender. Aunque en muchos sentidos privilegiada (no voy a fingir que los problemas de un chico de clase media suburbanita se comparan con la de la vida de alguien en una región azotada por la guerra o por la hambruna), el sentimiento de temor constante y de completo aislamiento es algo que no extraño y que aún hoy en día trato de lidiar y aprender a conllevar.

El cambio de niñez a adolescencia es enorme, ciertamente quizá más drástico qué el de adolescencia a edad adulta. Como un adolescente uno aprende a hacerse a la idea que vienen cambios, que nada queda estático y que uno debe empezar a tomar las riendas de la vida, pero abandonar el mundo infantil para adentrarse en la peligrosa sociedad que los adolescentes han creado para ellos, lejos de los juicios de valor de los adultos, tan discrepantes en ese sentido que casi parece un país dentro de otro país, es un trauma como no se ha visto hasta ese momento en la vida de uno.

Las obras son producto de su tiempo, ¿quizá estamos viviendo en una era en la que presionamos más a los adolescentes? Un poco de eso ya lo traté en el capitulo sobre Tweens, en las que en ocasiones parece que la sociedad trata de forzar que los niños se vuelvan adolescentes. Quizá es el siguiente paso lógico: una vez convertidos en tales, existen sentimientos de miedo y de alejamiento: tratar de caber en un rango de opciones que puede ser algo estrecha y limitada nos deja la sensación de que se nos juzga con reglas que pocos pueden cumplir; tal vez no es el Partido Interior o el Capitolio, pero existe cierto autoritarismo que no permite ser cuestionado en muchas entidades sociales: la academia, el gobierno, la moda, etcétera.

¿Creen que es verdad? ¿Qué los adolescentes se sienten fascinados con las distopías porque en cierto modo viven en una?

Shalom camaradas.

FiccionandoWhere stories live. Discover now